Es una de esas madrugadas en las que despierto a las 3:30 am, estiro mi cuerpo, el sueño agoniza hasta quedar marchito en ese espacio-tiempo y el silencio se esconde en la desnudez de la noche.
Pasan las horas, me hundo en lo profundo de mi mente, donde habita tu recuerdo. Es tarde o es temprano, dentro del aturdimiento no lo tengo claro, poco a poco me abandono en el mar de los sueños.
Tu imagen se vuelve inquietante, me dejo acariciar y envolver por tus brazos, por tu intangible halo de paz y ternura ... Mi corazón anhela tu aroma infinito.
Y en este instante finito, donde la noche perece y el alba se asoma implacable, mi cuerpo extenuado se ve reducido a resignación, a polvo arrojado sobre la nada ... Tu nombre me envuelve piadoso, con la lentitud de esta mañana.
Y cómo explicarle al tiempo, que no importa su dura continuidad, porque estás en el núcleo de todo mi ser ... Único ... Atemporal.