Una tarde de ocio, con una copa en la mano me asomé al balcón, el fresco de otoño acarició mi rostro, desde el tercer piso observé el pasar de los autos, el flujo era lento en esa avenida tímida.
No sé cuánto tiempo estuve absorta al poco movimiento, pasadas las cuatro, reconocí una figura masculina que descendía de su auto y se dirigía a la estética/barbería que había frente al edificio, hombre mayor, de largas piernas y escasa melena, entró y salió casi de inmediato, volvió a su auto y lo dirigió al estacionamiento del edificio, sonreí un poco maliciosa, me calcé unos jeans y me dirigí a la estética.
Al entrar la recepcionista me atendió, pedí hablar con Lorena, la dueña. Minutos después bebíamos un café y le pregunté por el hombre [casi]desconocido. Revisó su agenda.
— Hizo cita para mañana, viene a un corte de cabello
¿Y la hora?
— 4:30 pm, y es muy puntual
¿ Puedo ?
— ¡ Adel !, que es muy quisquilloso y tú tomaste un curso hace como quinientos años
Quedamos
Al día siguiente llegó puntual como había mencionado Lorena, lo recibí con una sonrisa tímida y lo dirigí a la estética.
— ¿ Por qué aquí ?
¡ La barbería está llena !
— ¿ Dónde está Lorena ?
Lorena tuvo un contratiempo, lo atenderé yo
— ¿ Nombre ?
¡ Adel !
Tenía una mirada profunda, sentí que estaba leyendo mis pensamientos
¡ Acompáñeme !, lavaré su cabello
— ¡ Adel !, acabo de ducharme, me lavé el cabello y tengo poco tiempo
Sí, pero no se lo lavé yo [ debí quedarme callada porque sentí su mirada de reproche ]. No dijo nada, me observó hondo, me puse nerviosa y le señalé el sofá.
Mis manos estaban frías cuando le coloqué la toalla alrededor del cuello, me di cuenta porque sentí su leve escalofrío que a su vez provocó el mío. El agua tibia empezó a recorrer su cabeza, apliqué el shampoo y con las yemas de los dedos inicié un lento y suave movimiento circular, cercano ... cerró los ojos y se dejó llevar por el momento, parecía disfrutarlo.
Sin decir nada empecé a quitar el exceso de agua, siempre con suavidad, tomé su brazo y lo dirigí delante del espejo, su mirada ahora era inquisitiva. El silencio era estremecedor.
— ¡ Adel !, corte natural, por favor.
¡ No !, rape, [ su mirada era filosa ], me acerqué a su oído derecho y le dije en tono suave
Le quedará mejor
Siguió observándome por varios minutos, estuve a punto de salir corriendo, me sentí nerviosa cuando desvié la mirada.
— ¡ Que sea rape, Adel !
Después de un rato lo acompañé a la salida, se despidió cordial; ya en la puerta se regresó, se inclinó y me dijo bajito.
— ¡ Te llamo ! ... y se marchó en silencio.