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03 agosto 2022

Gitana



A media noche y desde mi habitación situada en la planta alta, pude escuchar lo que intuí eran arrastres, golpes a algún objeto metálico y voces, infinidad de murmullos. El corazón me dio un vuelco pero sabía que esos ruidos extraños tenían una explicación. 

A finales de los ochentas, el sol brillaba en todo su esplendor y aún así, el calor no era intenso, cuando salí de casa para dirigirme a la escuela, me detuve en la puerta, extrañada y nerviosa por lo que estaba ocurriendo, Anna y Letty llenas de curiosidad me animaron a ir e investigar. 

Los gitanos habían llegado en total oscuridad, hicieron un círculo con las carretas y en el centro, una pequeña carpa con franjas multicolor, a lo lejos se podían distinguir hombres con sus camisas abiertas hasta mitad del pecho, las mujeres con faldas y blusas amplias, ambos en colores chillantes, ataviadas con grandes argollas e infinidad de ruidosas joyas. 

Una de ellas, la más joven de alrededor de quince años se acercó a nosotras, sonreía al tiempo que nos observaba, con esa mirada que intenta escudriñar hasta desvelar nuestros secretos. 

— Por una moneda grande te diré tu fortuna — tomó mi mano y pasó sus dedos por la palma, observó en silencio, luego; y como si estuviera leyendo mi mente continuó — Sí, venimos de muy lejos — Sorprendida por su respuesta a mi [no] pregunta sonreí tímidamente al tiempo que intenté retirar mi mano, ella la soltó y la volvió a atrapar antes que pudiera bajarla. 

La gitana volvió a dirigirse a mí, — Acepto trueque — y mientras, seguía con sus dedos en mi mano. Al ver la expresión curiosa en el rostro de las tres se acercó a mí, pasó su nariz por los puntos en los que había colocado perfume, — Tráeme tu perfume y no solo leeré tu mano, también pasarán a ver el espectáculo — Y nuevamente como si hubiese leído mis pensamientos continuó — Sí, quiero el que estás usando, el que aún está en su empaque, no — Asustada me desprendí de su amarre y di un paso atrás, ella se echó a reír — Ven a visitarme — me dijo, levantó la mano y señaló al fondo su carreta. 

Y así, las semanas siguientes, al salir de clases nos sentábamos al lado de su carreta, una de esas tardes le llevé el perfume que le había gustado, a pesar de la diferencia de edad entre ambas, tuvimos una bonita amistad. 

No recuerdo su nombre, tampoco su rostro, solo que una madrugada, igual que llegó, se marchó y jamás volvió.

Mi participación en la dinámica, Jueves de Relatos
esta vez vamos de la mano de Dorotea
El tema, Circos
Mi aporte es con una anécdota de hace mucho tiempo
Gracias por el recuerdo