Dentro de la habitación, escuchó un murmullo lejano que lo ocupó todo, no logró identificar de dónde provenía, hundió su cabeza en la almohada y observó en la penumbra su entorno, sus ojos se detuvieron en las paredes, parecían muros que custodiaban su recuerdo ... Entrecerró los ojos tratando de recrear su figura, su traje oscuro y su camisa blanca, siempre inmaculado.
Se encontraba detenido al pie de la cama, observando con la mirada profunda y enigmática, siempre dispuesta a llegar hondo. Desde el lecho elevó los brazos cautelosa, tenía el corazón pulsando en su garganta, la vista perdida en la suya. Desde su postura, la miró despacio y fue suficiente para introducirla en su abismo frío.
Penetró lentamente entre las sábanas, la abrazó en silencio, el tiempo se detuvo en ese instante dulcísimo. Con el mentón apoyado en su torso y los ojos acuosos sintió la calidez de su cuerpo adherido al suyo. En medio de la noche, de vez en cuando volteaba a verse en el interior de sus ojos y por un segundo lograba reconocerse.
Frente de la ventana, cuando el día despertaba, su silueta en el horizonte se desdibujaba.
Jueves de Relatos
Organiza Neogéminis, con el tema, A la carta
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