Las mudanzas siempre fueron una aventura, la oportunidad de conocer, explorar y disfrutar de un nuevo escenario, ¡ eran divertidas !. Envolver y almacenar los objetos delicados, seleccionar qué cosa iba en, según qué sitio, lo que quedaba atrás y lo que nos acompañaba en nuestra nueva morada, hasta ese día ... años después, que la mudanza lo cambió todo.
Semana de mudanzas con MOLÍ
A veces, solo a veces, la única solución es confrontar la realidad, dejar de vivir eternamente en un bucle de incertidumbre y autoengaños ... Avanzar hacia ese momento donde los caminos se bifurcan ... Saber realmente lo que se quiere es lo único que puede ayudarme para dejar de arrastrar los pies y caminar con la mente llena de ese lugar nuevo donde reiniciar mi vida.
Noche aciaga ... detrás de la puerta dejo sombras tenebrosas ... Mi cuerpo es una inmensa losa que me debilita ... Camino despacio mientras consumo poco a poco una barra de chocolate oscuro de 65 gramos que, solitaria en la isla de la cocina lloraba su desamparo ... Observo el sendero que hay delante, es como una montaña que al subir, me precipita al vacío ... Avanzo y el miedo me paraliza. Llevo colgado en mi lado izquierdo mi bolso y un pequeño maletín con lo más indispensable.
Camino casi a hurtadillas por las calles oscuras de la Avenida Las Rosas, sigo caminando solo acompañada por el diminuto trozo de chocolate que tengo en mi mano, ¿dónde quedó el resto?.
Departamento tres del tercer piso, mi nuevo domicilio.
Atrás quedó mi vida ... Quiero sentarme en el sofá, quiero escucharme y desde mi memoria, relatarme en mi silencio aquello que interrumpen los sonidos, sin palabras entrecortadas ni sílabas enclaustradas, quiero remendar mis alas, abrir la ventana y que me nutra la vida.