El Tintero de Oro |
Me
gusta la hora de quedar contigo, cuando abres y observo en tu rostro, tu sonrisa
honesta y el brillo de tus pupilas al observarme. La conversación que
siempre es llevada por sendas oscuras de tu parte; y yo sigo con gran
interés, el ardor en mis mejillas cuando estoy contigo; y un cúmulo de curiosidad que despiertas en mí, mientras escucho el sonido de dos cubitos
de hielo depositados con suavidad en el vaso; y un líquido que, al caer, poco a
poco los deshace.
Es un nuevo mundo el que nace en tus
brazos, tan absorta estoy en tu presencia, que todo a mi alrededor deja de
tener sentido. Olvido el fracaso de mis 25 años de matrimonio, los múltiples
intentos de él, por retener lo que ya ha perdido, su resistencia a mi abandono,
las incontables noches de insomnio a causa de sus mentiras, otras más, de sombras en las que trataba de convencerme a mí misma que sin él, mi vida no
tenía sentido, contrario a lo que ahora pienso, mi vida con él, no tenía
sentido.
El tiempo a tu lado pasa tan rápido,
apenas me doy cuenta, cómo engulle el horizonte la escasa luz que queda, los
ocres se degradan y la oscuridad se adueña de todo. En esta misma habitación,
tu silueta rectangular se mece con la fría brisa, a contraluz de la lámpara, se
ensombrece alrededor de ti, hasta volver tu luz aún más brillante, tú y yo,
como ocaso de un amor limitado en la frontera.
Quedar así, contigo, porque no hay temor
de estar a tu lado, mi cuerpo se complementa con el tuyo; y tus manos escriben
lo que pasa en tu cabeza. Somos de continentes distintos y culturas diferentes,
aún así, vibramos en el mismo celo, tu mente es pura tentación para mis
impulsos irrefrenables; y las horas nocturnas son el perfecto escenario para
amarnos; y como siempre, nuestros cuerpos responden en consecuencia.
Y cuando la soledad me estalla, me entrego al
leve roce de tu recuerdo, aumenta la urgencia por poseerte, libidinoso y
febril, arrebatado y único, hasta terminar con las uñas clavadas en las sábanas.
Y es que me has enseñado, que mis manos y mi cabeza llevan su propio lenguaje y
este proviene de ti, constantemente te voy amando, hasta que mi deseo por ti
cede ante el agotamiento. Al otro lado del océano, tú aún duermes.
¡Me duele el corazón!, de querer tocarte y
no poder hacerlo, la pasión me arde por dentro; y desde mi propio arrebato,
coexiste el deseo de cuidarte, de seguir vistiendo el destello que ilumina tu mirada, el mismo que provoca mi total rendición.
Diez años a tu lado, -en la distancia-, deberían ser suficientes para los demás, aún así, disfruto, -no lo niego-, de los malsanos comentarios que se suceden a mi alrededor y en contra nuestra, siento un placer perverso de saberte Dueño y Señor de todo lo que soy y todo lo que siento y eso me ha vuelto inflexible, distante y cruel ante quien no respeta nuestra relación.
Me gusta la hora de quedar contigo, cuando abres y observo tu rostro ... a través de la pantalla.
Contigo, la certeza de la eternidad es inminente.
540 Palabras
Bases del concursoCONCURSO DE RELATOSPodéis participar en este homenaje a El gran Gatsby de Francis Scott Fitzgerald con un relato donde el tema sea una historia de amor que deba hacer frente a algún prejuicio (económico, social, racial...). La extensión no podrá superar las 900 palabras.