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03 mayo 2019

La distinta mirada

Con el pie aún lastimado me ha tocado pasarme el tiempo solo en la caminadora, a velocidad media las horas se me hacen largas. Observo todo a mi alrededor, la gente que llega, la gente que se marcha, sus charlas, los coqueteos, las parejitas que se forman, ¡todo lo capto!.

Mientras repto en mi martirio de un ejercicio lento, empiezo a dar forma a distintos programas para después de mi total recuperación, de repente veo entrar a una mujer que llama mi atención. Ella se dirige al extremo opuesto de donde me encuentro, en ese momento mi máquina marca la segunda hora y empieza el enfriamiento, cinco minutos después estoy lista para ir a curiosear la rutina de la mujer nueva.

¡Tremenda!
Lleva una rutina excepcional, desisto de acercarme porque la veo frente a Jesús, le preguntaré luego, (me digo).


- Jesús, ¿has visto a la mujer nueva, la que vestía en licra negro con verde limón?

¡No!, no la he visto.

- Pero Jesús, estaba delante tuyo, hasta creo haberla visto charlando contigo.

¡No!, solo hacía mi ejercicio.

- ¿Seguro que no?, es rubia, cabello corto, labios violeta, ojos pequeños, rostro acorazado, bajita de estatura.

Pues no, no la vi.

- Que mal que no la hayas visto, una lástima, tenía una rutina muy buena, pierna/pompi, pompi/pierna.


¡Ahhh!, ¿te refieres a la nalgona y piernuda?, por ahí hubieras empezado.
Sí, la vi, pero solo por lo buenísima que estaba, la rutina claro, soy hombre serio: Ya ves que ni siquiera me fijé en sus ojos.