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16 abril 2019

Nadie muere de amor, ni de un corazón roto

Viene de aquí.

En vísperas de su llegada, aún no lograba asimilar la nueva situación, lo único que tenía claro es que, la deslealtad no entraba en las cosas permitidas.

El silencio puede ser suficiente para poner distancia al exterior 
mientras el interior se consume lentamente.

No sé cuanto tiempo estuve así, fueron semanas de agonía, para esas fechas ya tenía todos los datos recolectados en mi mente, nombre, código postal, profesión, gustos y disgustos, cuánto tiempo llevaba de relación con mi marido, viajes de ambos y demás detalles sin importancia.

Él parecía no percibir mi ausencia. Una tarde organizaron una cena de negocios, me sobraron excusas para no asistir, las mismas que fueron desechadas por él. Entrada la noche, pude verlo departiendo con ella, me acerqué cautelosa, sonreí al tiempo que me enredaba en su brazo. Después de las presentaciones, ella se marchó, tenía un rictus de disgusto, me puse de frente y le di un beso cargado de sentimientos, necesitaba vaciarme de él.

Al volver a casa, me tomó del brazo, me condujo a la habitación y me dijo sin ningún tipo de preparación.
¡Tenemos que hablar!.
No me dio tiempo de respuesta, lo escuche atenta, con el vientre contraído, un fuerte dolor de cabeza amenazaba con atormentarme.
¿Qué te parecería hacer un trío?.

Me abracé a su cuello y lo llené de besos.
- ¡ Gracias, cariño !, soy afortunada de haberme casado contigo, él estaba emocionado.

¿Te imaginas?, le decía; yo teniendo sexo con dos hombres mientras tú. sentado en el sillón observas con atención cada movimiento, cada acción y reacción de tu mujer, imposibilitado para unirte y satisfecho de haber cumplido mi fantasía.

Tomé mi bolso y salí de ahí.