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08 mayo 2020

Clásico


Él era un clásico, aún ahora y después de tanto, tengo su imagen adherida hasta la médula.
Recuerdo el sonido tan peculiar que hacían las baldosas cuando cruzaba por el corredor externo que conectaba ambos departamentos, fue breve el tiempo que estuve postrada detrás de la puerta esperando su llegada, no lo conocía, pero la imaginación desde un principio alzó su vuelo hasta traérmelo.

Cuando lo vi por vez primera era tal y como lo había imaginado ... Usaba lentes cuadrados de transición todo el tiempo. Enmarcaban esos ojazos marrón que se mostraban indiferentes, pero cuando me miraban con tanta intensidad me alborotaba la líbido. Por esa sensación es que siempre busqué que lo hiciera ... Había en su interior un caudal de misterios en el cual moría por zambullirme.

Sus cabellos hacía tiempo lo habían abandonado, la desnudez de su cabeza encendía mis demonios, lo recordaba adentrándose en mis labios, jugar con ellos mientras mis manos se concentraban en empujarlo.

Él era un rebelde, un ser indiferente a las críticas destructivas y también a las constructivas, iba por la vida siempre en picada, saltándose las reglas y haciendo lo que le viniera en gana, debió pasarme de largo, porque el día que me miró ... empezó mi vida y cuando se marchó, dejó mi corazón hecho pedazos.

Tenía una sonrisa libertina y ancestral ... tan infinita, una combinación que me provocaba morbo, era adicto a las historias con finales trágicos ... Como la nuestra.

Lo vi alejarse con un aire de superioridad como cuando había llegado, pisando fuerte y marcando huella. Quise odiarlo, arrancar de raíz su perfecta simetría, pero fue tan memorable que me acostumbre a tratar de olvidarlo ... Sin lograrlo.

Él era elegante ... Todo un clásico.