(Autora:
©Campirela)
Fue una época en la
que mi sueño se rebeló en huelga, me pasaba las horas en vela. No quería tomar
somníferos, pues tenía miedo de no despertar o volverme adicta.
Mi insomnio tenía su
causa. La tesis me tenía demasiado obsesionado, sé que en ella iba parte de mi
vida, de mi futuro y, aunque siempre fui consecuente de mis estudios, estos me
llegaron a superar.
Recuerdo cómo comenzó
toda mi aventura en un mundo desconocido para mí. Una tarde, en el patio de la
facultad, un compañero se acercó con una serie de panfletos para repartirlos a
los estudiantes.
Lo cogí y me fui a
sentar a un banco, donde poder leerlo con atención.
Era una serie de
herbolarios donde las plantas y hierbas que vendían ayudaban a la concentración
en épocas de esfuerzo máximo del cerebro. Todo era natural, como lo hacían los
indios indígenas de donde traían dichas hierbas; vamos, que de química no había
de nada, y daban al parecer un buen resultado. Pues al tomarlas por la noche,
al día siguiente tu cuerpo y mente estaban al cien por cien de actividad.
Decidí ir y
comprarlas, no perdía nada por probar, tenía que hacer algo al respecto, no
podía seguir con este cansancio acumulado día tras día.
El lugar me pareció
sencillo al entrar. Es cierto que daba una sensación de serenidad, el olor
aromático que desprendía causaba una relajación que lo sentías en tu cuerpo.
—Buenos días.
—Buenos días, ¿en qué puedo
ayudarle?
—Me interesan unas
hierbas que traigo en esta publicidad y al leerlo me han interesado, ¿podría
decirme en qué consisten, por favor?
La dependienta muy
amable me dio toda clase de explicaciones convenciéndome de que eran buenas
para descansar y tener un sueño reparador al menos seis horas seguidas.
Compré esas hierbas, y
esa misma noche preparé la infusión.
Mi rutina no la
cambié, me fui a la cama a la misma hora, y dentro de ella tomé mi elixir del
sueño.
No recuerdo cuándo me
quedé dormido, solo que aquella primera noche tuve mi primer encuentro, el
mundo onírico, un gran edén se abría antes mis ojos, el paisaje no podía ser
más idílico, la vegetación nos rodeaba por todos los lados, el agua, ese oro
blanco estaba por todas partes, en formas de fuentes, ríos, cascadas, el
sonido, era relajante vivir en ese lugar era plena de tranquilidad.
Así fueron
transcurriendo los días y semanas, mi vida cambió para bien, dormía y, al
levantarme, recordaba cada sueño. Lo curioso es que me encontraba en plena
forma, el optimismo se instaló como un tatuaje en mí.
Terminé mi tesis con
una nota bastante aceptable, di las gracias a esa publicidad que por casual
llegó a mis manos, o no fue tan casualidad.
Tuve que regresar al
herbolario a por más hierbas, pues ya apenas contenía nada el bote. Al entrar,
la dependienta se acordaba de mí, fue tan amable como la primera vez; en esta
ocasión me dijo que se alegraba del éxito obtenido, me veía con más vitalidad
en la mirada.
Le estuve preguntando
de dónde venía la poción mágica que me había devuelto mis energías, y ella muy
escueta dijo que solo las vendía, pero que eran hierbas antiquísimas que no
todo el mundo podía tomar.
Aquello me llamó la
atención, como que no eran actas para todo el mundo y yo, por qué sí, lo era.
—Usted es el elegido.
—Perdón, no logro entender lo que me
quieres decir.
—Usted tiene una mente
abierta y habrá observado que sus sueños son tan
reales que lo recuerda todo al despertar.
—Eso es cierto, ¿pero por qué lo sabe usted?
—Usted ha sido
observado durante mucho tiempo, y era el mejor ejemplo para nuestros planes en
este mundo terrenal.
Y no nos hemos
equivocado, su eficacia es el resultado de años de investigación, con usted hemos ampliado nuestros estudios. Hemos
encontrado algo natural donde las personas puedan encontrar un mundo diferente,
donde sus deseos del bienestar no sean materiales, donde la paz del individuo
sea realidad, y lo mejor de todo no es dañino y adictivo, solo en momentos puntales pueden ir a ese mundo irreal.
Les facilitará que su
mundo normal, sus mentes estén más ligeras de peso para resolver los posibles
problemas, con mayor eficacia.
Como ve, esto no puede
ser algo que se mande a la ligera a todas las personas.
—No sé qué decir, solo sé que todas estas noches viví en un mundo mejor, más natural, donde cada especie sabía el lugar que
ocupaba.
Salí de ese lugar
convencido de que los ángeles existen y que en aquel herbolario había uno.
Mis hierbas son la
prueba que hay mundos paralelos en los que poder vivir en sueños, pero para poderlos
llevar a cabo en este, en el que la carne y el alma aún se pueden corromper.
(Relato perteneciente
a la propuesta de Variétés: “Un nuevo mundo”)
Pues yo también creo que existan mundos paralelos.
ResponderEliminarPrecioso relato Campi que me mantuvo pegada a la pantalla!
Besitos
Lo había leído, y es un texto esperanzado. Pareciera que hay quienes quieren regalarnos un mundo idílico como debió de ser en un principio. La excusa del estudiante parece muy veraz.
ResponderEliminarUn abrazo ambas
Gracias, chicas sois especiales.
ResponderEliminarUn besazo y como siempre Ginebra, las palabras se me quedan cortas, asi que no digo nada jaja. Muakkkkkkkkkkkk
No son necesarias, mi querida Campi; tu bonita compañía dice más que toda palabra 😊🙏
Eliminar¡¡Abrazos y cariños enormes!! 😘🤗💙
Hola Campi, siempre he tenido la sensación de que el mundo onírico vive paralelo al nuestro. Precioso texto. Un abrazo
ResponderEliminarFascinante, mi niña. Ojalá existiera en la realidad ese mundo donde cada uno sabe el lugar que ocupa y todo es mucho más sencillo y pacífico. Gracias, preciosa.
ResponderEliminarMil besitos y mi cariño para ti ♥