(Autor: ©Dulce)
El mito había
permanecido por años en la memoria del pueblo, aquel que contaba de presencias
que habitaban en lo profundo y que cada noche de brujas emergen desde la tierra
en la hora más oscura para reclamar un alma.
Camila había llegado hasta allí con el propósito de desentrañar ese misterio, había hablado
con los lugareños que se mostraron herméticos y hasta hostiles ante su
curiosidad. Tras varios días, eso le hizo desistir de continuar su
investigación. Ya había decidido que se iría a primera hora de la mañana y se
disponía a dormir cuando un golpeteo en la ventana llamó su atención. Al
aproximarse vio un rostro pálido y cadavérico que la llamaba desde el otro lado
del cristal, pensó que eran travesuras
mentales producto del cansancio. No obstante, una fuerza más allá de su
voluntad la empujó a abrirla.
La presencia flotó entrando en la habitación y se abalanzó
sobre ella que intentó gritar, pero era en vano, su voz se ahogaba al mismo
tiempo que la fantasmal figura absorbía su alma a través de su boca.
Luego de un momento se desplomó sobre el piso y no abrió los
ojos hasta que el Sol de la mañana la despertó. Qué fue aquello de anoche? se
preguntaba, pensó en una pesadilla, pero el miedo que la invadía era más fuerte
que encontrar una explicación a todo lo sucedido. Inmediatamente hizo su
equipaje y cogió el coche para abandonar el pueblo, cuando llegó a los límites
de este se detuvo, no podía avanzar más allá, sentía que algo de ella se
quedaba en ese tétrico sitio. No había salida, no podía marcharse, su alma
ahora pertenecía a Ghost Town.
(Relato perteneciente a la propuesta de Variétés: “Mosaico”)