(Autora: ©Lulita)
Sonrisa, siempre sonrisa, una y otra vez, madre me lo repetía
—Has de ser una buena señorita, atenta a tus modales, dulce y
complaciente.
Lo intentaba, no solo por madre, sino porque su requerimiento
coincidía con el papel que la sociedad otorgaba a la mujer.
—¡No seas salvaje, te comportas como un chico!
No acababa de entender el problema, pero veía al resto de mis
amigas, que se amoldaban en mayor o menor medida al estereotipo marcado y yo
quería ser como el resto.
Así que claudiqué, como lo hicieron generaciones de mujeres
que me precedieron, como lo hacían mis coetáneas y como lo harían las
generaciones venideras.
Mientras me adaptaba a esa vida femenina, al saber estar, la
fragilidad y la búsqueda del amor que mi sexo determinaba, una y otra vez cual
eco me resonaban:
Mujer nací mas no quise
en cautiva me volví,
del varón la envidia vi,
ya que vida dar ansiaba.
A dar el fruto renuncio
y mis cadenas libero,
por un sueño venidero
que el miedo ya no traba.
A pesar de mi melodioso subconsciente, viví la vida que se
esperaba.
Me casé y tuve hijos y me dediqué a ellos, replegué mis alas
y volé al cobijo de las de mi compañero.
Tuve momentos felices, desdichas, amor y desamor, tantos como
la vida decide darnos.
Y en determinados momentos, en que el floral paisaje se
resquebrajaba y esos versos volvían a sonar, surgía con rabia mi verdadero
sentir ante lo impuesto y lo aceptado. Hasta que era retornada a la
complacencia social por el devenir diario.
Los años pasan y la sociedad cambia, ahora hay movimientos
feministas en auge, se hablan de cupos, de igualdad, como siempre hay voces
discordantes, algunas apelan a la misma lógica del feminismo y desde aquí les
lanzo mi reflexión:
No creo en la innata bondad de la mujer, ni en la maldad del
hombre, pero sí en que existe el dominio del fuerte sobre el débil y en la
dualidad de la naturaleza humana, en lo difícil que es cambiar una cultura
machista, tanto en hombre como mujer, que como padres tu desvelo cuando tus
hijos salen es doble si es mujer, en que incluso en una época de progreso,
seguimos definidas por estereotipos cuando oigo que ser mujer es que te guste
llevar falda, que tenemos que elegir muchas veces entre ser madre o tener
carrera profesional cuando esa elección, casi siempre cae en el mismo lado y
que dar vida, es un regalo que nos han dado con hermosas ataduras.
Desde la sabiduría que otorga el último tramo de la vida,
deseo un verdadero cambio para mis nietos aun sabiendo la improbabilidad de
ello, pues soy conocedora de nuestra naturaleza y que difícilmente aceptaremos
en igualdad al diferente, ya sea en sexo, etnia o pensamiento.
(Relato perteneciente a la propuesta de Variétés: “Collage”)