Que no me coma la envidia,
la peor enfermedad;
que no sepa de venganza
ni aun cumpliéndose en
justicia;
que guardián no sea el odio
de una apagada alegría;
que el rencor no me
empobrezca
a la hora del balance.
Y que todo sea así
no para ganarme el Cielo
sino porque vuele en paz
mi ceniza en el olvido.
Antonio Hernández