Ahora, soy yo la que disfruto de este momento solitario en mi cocina, mezclando ingredientes, eligiendo la forma de los moldes que me gustan y quizás añadiendo un poquito más de canela, jengibre o gotas de chocolate que antes.
Cada cual en su cajita para no mezclar sabores. Aunque, la verdad en la despensa se huele una variopinta mezcla de agradables aromas.
Y no sé que ocurre, pero las galletas vuelan y cuando me doy cuenta, la caja de galletas está vacía.