Octubre llega a su fin, mi mes preferido termina con un hondo pesar, sólo quiero refugiarme en casa, me arropo leyendo poesía, y una infusión caliente tiempla mi pensamiento.
No, hoy no tengo ganas de salir a pasear, miro por la ventana como el viento mece las amarillentas hojas de los árboles, y la luz de afuera se va extinguiendo. Yo estoy en casa...
Aquí todo está bien, allí NO. El leve aroma de la canela se derrama por la habitación y eleva, de nuevo, mi pensamiento a modo de oración.
Me siento, leo un poema de Wislawa y de nuevo acude el pensamiento que trato de apaciguar con un sorbo de té. Estoy en casa, otros... NO.
Ayer me porté mal en el cosmos.
Viví todo el día sin preguntar por nada,
sin sorprenderme de nada.
Realicé acciones cotidianas,
como si fuera lo único que tenía que hacer.
Aspirar, espirar, un paso tras otro, obligaciones,
pero sin pensamientos que fueran más allá
de salir de casa y volver a casa.
El mundo podría ser tenido por un mundo loco
y yo lo tuve para mi propio y trivial uso.
Ningún cómo, ningún por qué,
o de dónde ha salido éste,
o para qué quiere tantos impacientes detalles.
Fui como un clavo superficialmente clavado a la pared,
o
(aquí una comparación que no se me ha ocurrido).
Uno tras otro se fueron sucediendo cambios
incluso en el limitado campo de un abrir y cerrar de ojos.
En la mesa más joven, con una mano un día más joven
había pan de ayer cortado de forma distinta.
Las nubes como nunca y la lluvia como nunca,
porque era con otras gotas que llovía.
La Tierra giraba sobre su eje
pero en un espacio abandonado para siempre.
Duró sus buenas 24 horas.
1.440 minutos de ocasiones.
86.400 segundos que mirar.
El cósmico savoir-vivre
aunque calla sobre nuestro asunto,
exige, sin embargo, algo de nosotros:
una cierta atención, un par de frases de Pascal
y una sorprendente participación en este juego
de reglas desconocidas.
Wislawa Szymborska (poema Falta de Atención. Poesía completa)
¡Valencia en mi corazón!