Este jueves la convocatoria viene de la mano de Campirela y se trata de escribir algo sobre supersticiones, que hay muchas en este mundo.
Yo elegí dos:
- Los pelirrojos son mufa. (Mufa del lunfardo "que trae mala suerte")
- Que se te cruce un gato negro es de mala suerte.
Jennifer: nombre femenino de origen galés que significa: blanca como la espuma o de espíritu luminoso.
Meredith: guardiana del mar, también de origen galés.
Supersticiones. (Por Patricia F.)
Cuando Jennifer nació era tan blanca como la espuma del mar, una pequeña de espíritu luminoso, por eso recibió ese nombre, Jennifer.
A medida que crecía, su cabello, poseedor del color rojo oscuro como el de su abuela Meredith, lucía largas y gruesas trenzas mientras sus blancas mejillas se poblaban de pecas, muchas pecas y sus ojos azules, profundos e insondables como el mismo océano que la separaba de las lejanas tierras, de donde había llegado su nanni, su adorada abuela.
Cuando Jennifer comenzó la escuela, fue objeto de muchas burlas pues el color de su cabello era sumamente llamativo, muchos niños no querían su amistad pues decían que los pelirrojos son “mufa”.
Muchas veces lo habló con su abuela y ella le decía que no escuchara las tonterías que decían los otros niños, pues ellas descendían de un gran linaje de mujeres mágicas que habitaban los bosques en las tierras de Irlanda, ellas juntos con las hadas y duendes, cubren de magia a esos bosques y allí, todos tienen el cabello rojo, por eso ellas son mágicas.
“Algún día, mi pequeña, harás tu magia y cambiarás los pensamientos de la gente, lograrás cambiar al mundo” …
Así lograba despejar de nubarrones oscuros los pensamientos de Jennifer.
Un día volviendo de la escuela apesadumbrada nuevamente, se cruzó en su camino un pequeño gato negro, venía huyendo de unas personas que no lo querían cerca, pues siempre creyeron que si se te cruzaba un gato negro era un anuncio de mala suerte, Jennifer sintió compasión por el minino y levantándolo en brazos, lo envolvió con su suéter para que no se asustara aún más y lo llevó consigo.
Una vez dentro de la casa, lo liberó y le dio de beber un poco de leche tibia, mientras le decía que no tuviera miedo porque en su casa nada malo le pasaría; al fin de cuentas ambos eran víctimas de supersticiones por el color de su pelo. Ahora ambos se tenían para cuidarse y ser amigos.
Su abuela le permitió tenerlo porque vio en sus ojos la alegría de saber que no era la única en el mundo que era discriminada por gente supersticiosa.
Acuarela de mi autoría, especialmente hecha para el relato.