Días en contraseña. (Por Patricia F.)
Saco el celular de la cartera, pensando que necesito pedir un turno médico, como siempre al ingresar a la página, me solicita mail y contraseña, decido esperar a llegar a casa y hacerlo desde la computadora, porque en esa mini pantalla del móvil, podría meter la pata y para mí es un lío recuperar la famosa “contraseña”.
Continúo mi viaje, observando por la ventanilla del transporte público, tengo suerte de sentarme, puesto que no es hora pico y el colectivo va casi vacío. Mis ojos se pasean por la seguidilla de autos, edificios, árboles, transeúntes y semáforos; esa línea hipnótica que te hace mirar sin ver.
Entre tanto, mis pensamientos vuelan y mi mente divaga en que, en estos últimos tiempos, el vivir diario pasa por contraseñas, desde que llegó este virus que nos mantuvo encerrados, la vida comenzó a volverse más tecnológica para todos, cualquier trámite y hasta para divertirte se necesitan claves, contraseñas, y es tan larga la lista que cuando me quiero acordar: ¡¡¡NO ME ACUERDO DE NINGUNA!!!
Opté por usar la misma para todo, pero ¡¡¡OOOOOOOO!!!son dos mails diferentes y otra vez enloquezco, por Yahoo, por Gmail, ¿por cuál era?...
¿A todos les ocurrirá lo mismo que a mí?, no me gusta ir al cajero automático, porque tengo miedo equivocar la clave en un momento de distracción y se trague la tarjeta, y la del teléfono, y la computadora, y.…...¡¡¡UFAAAA!!!
Los últimos días del verano logran incomodarme aún más, sumado al calor húmedo que entra por la ventanilla, me hace desear un helado y olvidándome del tema “contraseñas”, decido que en cuánto llegue a casa me voy a dar una buena ducha reparadora y pediré por delivery un kilogramo de helado, mi objetivo, despatarrarme en el sillón viendo una serie o película.
Al llegar así lo hice, pero como siempre en cada uno de mis actos online de este tiempo, aparece la famosa y molesta “CONTRASEÑA”.