interpretada por Véro Pérez & Jorge Villanueva
traes con el viento
hojarasca de otoño
un sentimiento
Maya caminaba por el campo, aún no había amanecido. A lo lejos, divisó un frondoso bosque, y sin saber porqué, sus pasos le llevaron a adentrarse en él. Maya respiró hondo, agudizando todos sus sentidos.
Al poco rato, le invadió un penetrante aroma a madera y a tierra mojada. Los pájaros, que iban despertando, trinaban sin parar. Maya cerró los ojos para sentir la suave caricia de la brisa en ese instante. Percibió un sabor dulce en su boca, algo así como a bizcocho de mantequilla. Abrió los ojos y vio que el sol ya empezaba a asomar.
Siguió su marcha -bajo sus pies las hojas secas crujían a su paso-, encaminándose hacia un claro con un lago. El sol ya lucía arriba, redondo, brillante; a lo lejos, un abanico de tonalidades rojas anaranjadas.
Maya se sentó a observar esas aguas calmas y claras de ese tan apacible lago, en cuyo centro divisó una hermosa flor de loto blanca que iba abriéndose... Y fue en ese preciso segundo de inmensa serenidad, en el que Maya atisbó sus raíces. Y entendió su mundo: en el que su madre representa la fuerza, la vitalidad, la resistencia; y su padre, la bondad, la honestidad, la lealtad.
♤ ♢
♧ ♡
♤ ♢
♧ ♡