Mi bella Cora
El cielo estaba lleno de brillantes y candentes estrellas, unas brillan eternamente y otras se apagan con el ocaso de un nuevo día.
En una noche de verano, tendido en el claro de un valle, mirando al infinito cielo estrellado, vi las típicas lágrimas de San Lorenzo, cuando de pronto vi como una pequeña estrella.
Cruzo el cielo, posándose delicadamente, no muy lejos de donde yo me encontraba, era tal la curiosidad que tenía de ver donde había caído esa estrella que me fui en su busca.
Anduve durante un buen rato, pero no di con ella cansado, decidí irme a casa, cuando de pronto un hermoso ser alado salió de entre unos árboles, este antes de presentarse ante mí me aviso de que no tuviese miedo, ya que era un ser celestial.
Era un Ángel caído, con la luz blanca de la luna pude distinguir la figura de una mujer.
Era una mujer bella, de una estatura normal, sus cabellos eran negros como sus grandes y seductores ojos, le pregunte si se había perdido, puesto que a esas horas no era normal que fuese una mujer sola por aquel lugar.
“No me he perdido, he venido a buscarte y llevarte conmigo”
Ella, me dijo de mi gran soledad y tristeza que sufría desde que Lisa desapareció y jamás volvió.
Ella se rebeló contra los mandatos Sagrados, y en rebeldía le quitaron sus alas blancas, la condenaron a ser un ángel caído, sus alas nunca volvieron a ser blancas, tendrá que ser perdonada por el ser superior, para que volviese al paraíso de los ángeles.
Nos fuimos caminando hasta mi coche y nos fuimos a mi casa.
Prepare la cena para los dos, la velada fue encantadora.
Le preparé el cuarto donde dormiría esa noche y ella accedió encantada, nos despedimos hasta el día siguiente.
Las semanas, fueron pasando y ella formó parte de mi vida más íntima y cercana, tanto que llegue a pedirle matrimonio.
En vista que ella era ahora más terrenal y yo estaba superenamorado de ella, porque en verdad ella era mi otra mitad.
Era mi alma gemela, ella era dulce, cariñosa, sensual y divertida y con una pizca de malicia, eso era lo que más me gustaba de ella, los besos furtivos que le robaba cuando ella estaba ocupada escribiendo o leyendo, el brillo que tenían sus ojos cuando nos mirábamos.
Fue el mejor regalo que recibí de las estrellas aquella noche de verano.
Han pasado 50 años de feliz matrimonio, somos abuelos de 3 nietos y biznietos.
Desde que viera aquella noche las lágrimas de San Lorenzo, seamos tan felices mi bella Cora y yo.
Fin.
Pd; Este cuento se lo quiero dedicar a mi buena amiga Cora que es una persona excepcional , amiga de sus amigos , dulce y cariñosa poetisa.
Espero que sea de tú agrado ya que esta escrito con todo mi cariño y aprecio, espero que lo disfruten y que les guste.
Besos de flor.