(Gracias cariño , por estar ahí, siempre que te necesito)
Thor-Quelátigo...
Después de salir del aquel monasterio de monjes herejes viciosos y pervertidos, levanto su puño al cielo, e hizo un juramento.
_ ¡No descansaré hasta que la justicia divina no se haya impartido en todo el mundo en defensa de los inocentes e indefensos, y si para ello tengo que perder mi vida que así sea!
Qué Dios me perdone.
Como un renegado salió del monasterio, con su petate a lomos de su caballo negro de nombre Leviatán, encendió un cigarrillo tirando la cerilla, en un pequeño montón de arena negra, del cual salían unas chispeantes teas de fuego en una hilera larga hasta lo más profundo del monasterio.
Sesenta segundos más tarde, una gran explosión sé hoyo en la lejanía.
Thor-Quelátigo, se giró y con una media sonrisa se dijo para sí
_ ¡Estos son los primeros, que tendrán que ajustar cuentas con Él todopoderoso!
Salió al galope, camino a la ciudad, una vez que hubo llegado paro a las puertas de una gran ciudad, no muy lejos había un monasterio, se acercó hasta el gran portón, donde rezaba una placa con el nombre del monasterio.
Monasterio de los Monjes de la Santa orden de la Coronilla.
Tocó al portón y unos segundos más tarde, le abrió la puerta un monje.
_ ¡Quién va! —Dijo el monje — ¿Qué desea?
—Soy el monje, Thor-Quelátigo, vengo del monasterio de los hermanos perdidos, de la Santa orden de los herejes.
_ Quisiera, pedir alojamiento durante unos días, para mí y mi caballo.
El monje Celestino, que así se llamaba, le dijo que no había problema.
Una vez instalado en su cuarto, sacó las pocas pertenecías que llevaba en su petate, y bajo a cenar a la orden de llamada de la campana de la torre.
Durante la cena cenaron en silencio, una vez término la cena le pregunto a Celestino que si mañana por la mañana después de rezar los maitines podía ir a dar una vuelta por la ciudad, puesto que tenía unos asuntos que atender.
Celestino no puso ninguna objeción, una vez terminada la conversación cada cual se fue a sus cuartos o celdas.
A las 9 de la mañana, salió Thor-Quelátigo dando un paseo hasta que llego a una gran avenida llena de casas, tabernas, algún mesón y una hospedería donde se alojaban los turistas que llegaban de otros lugares.
También había varias cuadras para guardar a los caballos, varios y discretos lupanares.
En medio de una gran plaza había una especie de edificio con dos majestuosos leones guardando la entrada.
Un grupo de gente protestaba con pancartas sobre llamado cambio climático.
Eran unos desarrapados, disfrazados de ecologistas pagados por grandes magnates multimillonarios.
Unos metros más allá, había otro grupo de gente jaleando y protestando porque no tenían para comer, ya que el precio de la cesta de la compra estaba por los cielos, y no les llegaba para pagar la luz, el agua y todos los impuestos que les imponía el señor feudal.
Un señor prepotente que se creía que era el ombligo del mundo, y en realidad era un traje vacío, todo en él era buena presencia y don de gentes, pero en verdad era un embustero, charlatán y tunante.
Una vez, que averiguó todo lo que tenía que saber, se fue caminando a una carpintería, y encargo un cadalso con tres palos para las sogas, esto tendría que estar listo a lo sumo antes de dos días, una vez pagado el encargo se marchó.
Dos días más tarde, un sereno fue pregonando las buenas nuevas.
En la lista nombro al señor feudal, la corte suprema celestial lo acusaba de ladrón, mentiroso y decir que su país era ateo o laico.
En la lista también había varias mujeres, que pregonaban la libertad de la mujer y de cómo disfrutar su sexualidad.
Una vez que termino el sereno de leer las nuevas órdenes, también condenaron a ladrones, violadores, asesinos, y pedófilos, zoofílicos, y los que practicaban la necrofilia.
En la hora 12 del mediodía, en el centro de la plaza, un cadalso lucía hermoso.
Toda la gente se preguntaba ¿Quiénes eran los que habían puesto aquello en medio de la plaza y para qué? Un corro de gente se preguntó ¿A quién iban a ajusticiar?
El sereno fue nombrando uno por uno, y estos temerosos y asustados fueron subiendo al cadalso, se les puso la soga en el cuello a los tres primeros.
Y les dieron un minuto para decir sus últimas palabras, pasado ese tiempo el verdugo activaba una palanca y el suelo se abría bajo los pies de los condenados, y estos se quedaban colgando del cuello hasta morir.
Una vez que todos los culpables, incluido el señor feudal, pasaron a mejor vida, les toco a las mujeres, aquí el verdugo tubo un poco de compasión y no les puso la soga al cuello, les perdono la vida a cambio de no seguir con sus propagandas libertinas y obscenas, con unas largas tenazas les coto la lengua.
Y las dejo mudas para toda la vida.
Una vez terminada su misión Thor-Quelátigo, se despidió de los monjes de la orden de la Santa Coronilla.
Poniendo rumbo a otros lugares donde la justicia humana no llegaba.
(Pasaje del libro de ruego y mazo dando, Inédito)
Fin.