El carnicero…
Carnicero de
profesión, cirujano por devoción. Trabajaba de noche en un hospital privado
tres veces por semana, de cirujano jefe.
La
noche que no trabajaba, le gustaba pasear por el parque Wodeham Garden que había cerca de su casa, y calles
adyacentes como Old Montange.
Sentado
en un banco del parque esperaba tranquilamente viendo como la gente paseaba,
parejas de novios, abuelos con nietos, matrimonios que iban al teatro.
Bien
entrada la noche, cuando ya no quedaba gente de bien por la calle, al amparo de
las pocas farolas que aún quedaban encendidas, era cuando él más disfrutaba, su
cuerpo se agitaba, se excitaba, su respiración era entrecortada y entraba en un
estado de posesión demoníaca, su boca se le secaba, sus pupilas se dilataban.
En su cara se dibujaba una sonrisa burlona y terrorífica.
No muy lejos de la calle Hambury encontró
una bella Damisela, algo indispuesta y con claros signos de embriaguez, no
atinaba a abrir la puerta de su casa.
Cuando
el hombre se ofreció ayudarla, está con una sonrisa, le entrego sus llaves y lo
invito a una copa.
— ¡Adelante, Mademoiselle! Le dijo el hombre.
Entraron
en la casa y se fueron directos al dormitorio, él le ofreció un último trago de
su petaca de Brandy.
A
los pocos segundos cayó sumida en un profundo sueño, la desnudo, de uno de los
bolsillos de su capa saco un bisturí muy afilado.
Cuando
una voz en su mente — le dijo
— ¿Qué vas a
hacer, por dónde vas a cortar? ¿Las piernas tal vez?
¿Los brazos como
hiciste con la última chica?
A
lo que el hombre le contesto.
—No vayas tan
rápido Jack… “Vayamos por partes”
Fin…
Besos de vuestra amiga Flor.