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lunes, 2 de septiembre de 2019

EL CUMPLEAÑOS DE BETINA de Aurora VENTURINI (fragmento de "LAS PRIMAS")

José había preparado el fuego en la parrilla y en el fondo era un ir y venir de gente de la familia de siempre  a  la  que se  sumaban tía Ingrazia y tío Danielito que vieron a Petra, la hija de ambos cuando llegó con los paquetes y bultos y desparramó sobre la mesada las carnes que ustedes ya saben y de una caja sacó botellas de vino blanco y tinto y algunas bebidas sin alcohol y pan y de todo, lo que me hizo razonar relampagueando que habría trabajado bastante porque lo traído no era barato sino exquisito y las frutas para hacer sangrías parecían pinturas de naturalezas muertas, especialmente las uvas y las manzanas. José, luego de quitar ciertas adherencias a la pata de cordero, la colocó en la parrilla rodeada de morcillas chorizos tripa gorda y chinchulines, él conocía el oficio de asador y mientras faenaba bebía vino para entonarse y los asistentes iban poniendo la gran mesa con las tablitas sobre las que se acostumbra degustar esas carnes y los tenedores y cuchillos y fuentes en una expresión, toda la vajilla de mamá salió a brillar a la luz de las bombitas, que se prendieron todas, y de algunas velas gruesas para adornar y también flotaban los globos de todos colores y a mí me pareció fiesta de Navidad pero no era sino sólo el cumpleaños de Betina que dormía en su cunita a pesar de cumplir esa noche dieciocho años contantes y sonantes. Pero en mi casa todo era diferente porque lo éramos nosotros cada uno en su extensión, dimensión y jerarquía y sonaba música de la radio de Petra que cantaba en ese momento Ortiz Tirado y decía bésame... bésame mucho... como si fuera esta noche la última vez... y ya no me acuerdo cómo seguía pero yo seguía porque el cerebro cansado creo estará como los sesos de la parrilla chisporroteando, mi pobre cerebro al que le exijo demasiado y ya tengo más ganas de acostarme que de participar en la fiesta y se lo dije a Petra que se enojó porque dijo que yo no tenía derecho a escapar por un poco de fatiga cuando ella sí que estaba cansada después de ejercer el oficio antiguo y que en vez de cuatro los clientes que atendió fueron cinco y para colmo de males el último bastante joven que la dejó de cama y tuvo ganas de quedarse en la cama de trabajo pero decidió cumplir y fue al mercado.
Descanso.

Buen descanso debí tomarme porque a los afanes de Petra sumé mi apresuramiento por terminar el cuadro y bañarme y acicalarme y le pregunté a Petra si ella se bañaría y acicalaría porque volvió muy desgreñada y dijo que lo haría por ella misma porque sentía lástima de ella misma y yo me  entristecí y le di un beso en la carita ridícula de coloretes corridos y baboseados. Petra me abrazó fuerte y exclamó para qué habremos nacido... y yo le contesté que nacimos porque a la pareja le vino ganas y no usó preservativos y ella me dijo que siempre los usaría para no traer hijos degenerados a este mundo también degenerado y amargo y abrazadas lloramos un océano de lágrimas como nunca lo hubiéramos pensado yo en cuclillas porque de otra manera nunca podría haberse concretado el único abrazo y lagrimeo que apretó y humedeció el crecido crepúsculo y nos hizo bien a las dos.

La radio cantaba con la voz romántica de Ortiz Tirado otra melodía de la última noche que pasé contigo y me lavé la cara jurando no llorar ya mientras Petra se desnudaba y metía en la bañera y vi los moretones que oscurecían la piel de su miserable cuerpecito y algún mordisco y arañazo o algo así pero no comenté nada y casi me echo a lloriquear pero aguanté.

Los moretones y demás llagas de aquella minucia de mujercita me inspiraron algunos motivos dolientes que esa noche no podría pintar pero que al día siguiente sí lo haría y no sé por qué bautizaría Las Magdalenas aunque no figurara mujer alguna en la temática pero resolví que tanto el cartón como la tela sollozaran igual que nosotras lo hicimos abrazadas y que la gente que viera esos trabajos también se estremeciera y sin saber por qué.

Fui al fondo y a la lumbre del fuego de la encendida parrilla el profesor o José como a ustedes más les guste designarlo esgrimiendo el hierro puntiagudo en forma de tenedor para acomodar las carnes me impresionó y estaba transpirado porque ya hacía calor y el sudor le  corría por el torso desnudo porque se había quitado la camisa y le vi los pelos del pecho y debajo de los brazos también y me dije ojalá que no me venga el vómito porque arruinaría la fiesta de Betina que ya estaba sentadita a la cabecera de la mesa y golpeaba con un cuchillito y un tenedorcito la mesita adosada a su silla porque tenía hambre y aunque traté de hacer oídos sordos sentí los cuetes que se le escapaban y vi a Petra y decidimos sentarnos al final del grupo por cualquier accidente no deseado o que se nos escapara risa o carcajada o vaya a saber qué pudiera ponernos en el tapete de la reunión y no deseábamos ser las arpías del momento festivo.

José dijo que había invitado a otro profesor de matemáticas que estaba viudo y solo aunque tenía un hijo y una hija que no vivían con él. Yo conocía de vista al profesor de matemáticas aunque nunca hablé con él y era sonriente como la caladura de una sandía, siempre sonriente y en Bellas Artes enseñaba dibujo y nunca aplazaba a ningún alumno o alumna. Acaso viniera con la novia, dijo José que era una chica preciosa de ojos verdes y muy elegante aunque el profesor no lo era pero nos iba a gustar por su simpatía y buenos modos y a mí me sonó a campana de palo meter ajenos al grupo que ya bastaba con José y no sé por qué lo advertí ajeno cuando hasta entonces no ocurrió de tal manera y ya estaba mamá y los dos tíos y nadie faltaba cuando llegaron los invitados de José y Petra me susurró al oído que el profesor era un atrevido por  meter en nuestra familia gente de su conocimiento. Pero las cosas venían así y las aceptaríamos hasta el borde de la copa y naturalmente terminarían cuando la copa rebasara.

Y empezaron a circular las tablitas que se llenaban y las copas que también se llenaban y yo miraba a Betina que aunque esgrimía tenedorcito y cuchillito requería de ayuda para comer porque había que cortarle los alimentos y acercárselos a la boca llena de dientes de ogresa.
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