Me despertaba,
pura resaca y frío.
Ella se levantaba
antes de que pudiera ver
su cara verdadera en la mañana
y se perdía en el baño.
Yo hacía café.
Ella salía del agua,
roja y rosada
y se vestía con falso descuido.
De una ostra de acero
sacaba un ave muerta
llena de polvo
que golpeaba en su cara
hasta quedar embalsamada.
Después se pintaba la boca con sangre,
sangre,
y se dibujaba con delineador
las cejas depiladas.
Dormí todo el invierno
con una muñeca
a la que daba cuerda.
Cuando empezó el calor
noté que no la conocía.
Yo sólo era un niño
jugando con escarcha.
Todo se derritió
en la primavera.
pura resaca y frío.
Ella se levantaba
antes de que pudiera ver
su cara verdadera en la mañana
y se perdía en el baño.
Yo hacía café.
Ella salía del agua,
roja y rosada
y se vestía con falso descuido.
De una ostra de acero
sacaba un ave muerta
llena de polvo
que golpeaba en su cara
hasta quedar embalsamada.
Después se pintaba la boca con sangre,
sangre,
y se dibujaba con delineador
las cejas depiladas.
Dormí todo el invierno
con una muñeca
a la que daba cuerda.
Cuando empezó el calor
noté que no la conocía.
Yo sólo era un niño
jugando con escarcha.
Todo se derritió
en la primavera.
gringewald@gmail.com