La niña solo tenía cuatro años. Sus recuerdos,
probablemente, ya se habían desvanecido, y su madre, para concienciarle del
cambio que las esperaría, la llevó a la cerca de alambre de espino; desde allí,
de lejos, le enseñó el tren.
-¿No
estás contenta? Ese tren nos llevará a casa.
-Y
entonces ¿qué pasará?
-Entonces
ya estaremos en casa.
-¿Qué
significa estar en casa? -preguntó la niña.
-El
lugar donde vivíamos antes.
-¿Y
qué hay allí?
-¿Te
acuerdas todavía de tu osito? Quizás encontremos también tus muñecas.
-Mamá,
¿en casa también hay centinelas?
-No,
allí no hay.
-Entonces,
de allá ¿se podrá escapar?