Eran las doce del mediodía del último día del año. Annemarie, estaba ocupadísima, redactando la carta para Los Reyes Magos. Sabía que lo había pospuesto demasiado
. ¡ Pero tenía un deseo especial! Esta iba a ser una carta muy singular. No la llevaría a una de las oficinas de correos. el destino sería otro muy diferente..
Cualquiera que pudiera estar observándola, pensaría que era una vieja loca. A su edad, cercana a los 80 años, lo que la gente opinara sobre ella, la traía sin cuidado. Hoy, se había levantado melancólica, llena de añoranzas. Iba a ser un día diferente.
Durante su vida, ya en la infancia, inició la andadura de escribir la carta dirigida a los Reyes Magos, pidiendo sus propios deseos. Por aquellos tiempos, pedir no era un problema; la dificultad estribaba - le comentaban sus padres- en que sus reales majestades, no podían cargar con todos los regalos y alguno que otro deseo, lo dejaban almacenado en su castillo hasta el próximo año.
Como resultado, durante muchos años, la deseada muñeca Mariquita Pérez se convertía por arte de la Navidad en la muñeca de trapo con dos botones negros a modo de ojos, y una boca de labios rojos , bordados con hilos de algodón, en el bastidor de su madre. Cada año, llegaba a sus brazos, vestida con retales del último vestido a cuadros del último año, ese que ya se había quedado corto y estrecho.
Porque Annemarie creció, y se convirtió en una linda muchacha. Tuvo suerte de poder asistir a la universidad - una privilegiada- , por merecimiento le concedieron una beca-. Recorrió el mundo, como arqueóloga. Se casó con un hombre maravilloso. Continúo disfrutando de su profesión. Tuvo dos hijos. Su orgullo.
Por ello en cada etapa de su vida ya como adulta, en realidad , se dedicó a organizar las cartas para los Reyes Magos de los demás. Sus propios deseos - esos simples, los que más anhelas- los fue posponiendo, dando prioridad a los de los otros.
Este año será otra cosa. Todo los deseos estarían dedicados a ella. Asomándose a la ventana, contempló las calles vestidas por el abrigo blanco tejido con los suaves copos de nieve. Los escasos transeúntes caminaban rápido. Se protegían el cuello, subiendo las solapas de los abrigos, o simplemente abrigándose con la bufanda, y un sombrero bien calado. - Hace frío, pensó- .
Buenas tarde doña Annemarie ¿ irá bien abrigada? , hace un frío del carajo. - de esa manera fue saludada por Balthasar, el portero del edificio- .
Buenas tardes Balthasar, ¿ como están su mujer y sus nietos? . ¿Disfrutaron de una bonita Nochebuena?
Gracias, todos estamos bien de salud y eso es lo principal. y, ¿usted? -
Yo estoy bien y mi familia también. Por cierto tengo un poco de prisa. Tengo que enviar una carta urgente .
¿ Por correo? - preguntó el portero. , Creo que no va a ser posible, doña Annemarie. Tendrá que esperar a que pasen las fiestas.Las oficinas de correos han cerrado al mediodía. Y no volverán a abrir hasta el dos de Enero del nuevo año.
Annemarie, no quería perder el tiempo en dar explicaciones. Intentó sin embargo ser educada:
Con el gracias, e igualmente, - a modo de despedida - , todavía resonando a su espalda, Annemarie, salió a la calle. Llevaba las manos protegidas por guantes de piel. Ella sujetaba la carta con todas las fuerzas. La carta tenía que llegar a su destino. ¡ Fuera como fuera la carta tenía que llegar a su destino- se repetía una y otra vez. En las últimas horas esas palabras se habían convertido en un mantra. Escuchó el sonido del teléfono móvil, pero lo ignoró. Sería su hija, -pensó. ¡ Ahora no hija, ahora no!.¡ Tengo que llegar a tiempo!
Annemarie, atravesó las calles colindantes al edificio en donde vivía. En un piso herencia de su abuelo paterno Gaspar. Un hombre que hizo siempre honor a su nombre, de origen persa, cuyo significado es “ administrador del tesoro”. - Un lugar en el que ella desde el principio de su llegada, - sorprendida- comprobó, como su pituitaria captaba el olor particular de su abuelo, ya fallecido, haciéndola siempre evocar emociones y recuerdos. ¡ Cuánto la quiso, y cuanto le quiso ella ! El tesoro era él,- recordó- , con su sabiduría y cariño la instruyó en todo lo concerniente a historias y leyendas. Y en eso estaba ella, dispuesta a continuar la tradición que su abuelo cada año hacia realidad- ¡ antes de que sea demasiado tarde!- ; una tradición, que Annemarie , si llega a tiempo al lugar hacia donde se dirige,, hará por fin realidad,
Cuando llegó a su destino, ya había oscurecido. El escaparate estaba completamente adornado con guirnaldas de colores, e iluminado con bombillas de varios tamaños. La mercancía expuesta se le antojó a Annemarie , un tesoro. Ella tenía experiencia en encontrar restos arqueológicos, tumbas, pergaminos, esculturas, etc. Pero este escaparate era especial. Pegó su nariz al cristal, sintió volver a su niñez. Allá en el fondo del local, pudo contemplar un árbol de Navidad. Pequeño. Sin demasiados adornos. A ella se le antojó, el árbol de Navidad más hermoso del mundo.
Empujó la puerta de entrada, el movimiento fue acompañado por el sonido armónico de “ ding dong'' de un carillón dorado, colgado en el marco de la puerta. En ese momento al fondo, apareció un anciano, atravesando una puerta semioculta por una cortina roja de terciopelo, A la vez que la saluda con un:
Annemarie, no pronunció ninguna palabra. Sencillamente le entregó el sobre que llevaba , entre sus manos. Melchior la miró con infinita dulzura mientras abría el sobre. Melchior leyó el contenido de la carta:
Llega usted a tiempo, querida dama. Espere un momento por favor- dijo- . mientras se dirigía hacia el lugar por donde había salido. No tardó mucho. Cuando regresó, en donde Annamarie le estaba esperando, iba acompañado de un libro. un ejemplar de tapas doradas e incrustaciones de plata. , como muchos de los que allí se exhibían en las estanterías de la antigua librería.. Así que usted conoce la leyenda. Nunca la vi antes por aquí. Y como dice la leyenda, al atravesar la puerta ¿ pidió usted un deseo?
Sí. Y en el sobre que le he entregado , hay escritos un par de deseos más que tengo pendientes desde hace décadas. Tengo entendido que usted, además, hará llegar la carta a los Reyes Magos.
No lo dude. Lo haré con muchísimo gusto.
No quiero entretenerle más tiempo. Me marcho. Le deseo una feliz Nochevieja.
¡ Espere!- ¡ Tengo algo para usted ! Yo, la estaba esperando.
¿ A mi?.
Sí, a usted. No me pregunte nada. Simplemente acepte este ejemplar de libro. Es mi manera de desearle un Feliz Año Nuevo.
Annemarie, abandonó la antigua librería, llevando el antiguo ejemplar del libro, sujetándolo con cariño y mucha curiosidad. No esperaba eso. De que la conocerá ese señor. Ella no había estado nunca , hasta esa tarde, allí. O quizás sí. Su memoria- ella lo sabía- había iniciado hace tiempo un proceso de desgaste.
Sonaban las doce campanadas por toda la ciudad. Los campanarios proclamaban a los vientos, la salida del Año Viejo, para entrar en el Año Nuevo. Annemarie, había dejado una de las ventanas del salón entreabierta. Deseaba disfrutar del ruido callejero. En esas fechas, el ruido se escuchaba con gusto. A ella le daba vitalidad. Los petardos , los fuegos artificiales. Los cantos de la gente celebrando la noche de San Silvestre. Hacia un par de horas que ya se había puesto en contacto con sus dos hijos y sus nietos. Les deseó lo mejor. No les echaría de menos. Ahora necesitaba estar sola. Con ella misma.
Tras el sonido de la última campanada, Annemarie sujetó la copa de cristal tallada repleta de champán, y alzándola , brindó. Dio las gracias, por la vida tan maravillosa que el destino le había regalado. Abrió, con curiosidad, el libro, el de las tapas doradas , con grabaduras plateadas. E inició su lectura. Transcurridos unos minutos, un sueño reparador la invadió, envuelto en palabras e imágenes, del diario de su vida. Y sucedió:
Se vió caminando, de nuevo, por las calles de la ciudad dando una mano a su abuelo, mientras que en la otra sujetaba una muñeca Mariquita Pérez, Él la iba relatando historias y leyendas. Se sintió muy afortunada, muy feliz. . Su deseo se había hecho realidad. Soñaba el sueño que siempre soñó tener.
Iban caminando a través de las calles, engalanadas por los elegantes comercios, mientras
microscópicas mariposas aleteaban en torno a las farolas; pespunteando sobre el tejido de nieve, las aceras con las huellas de sus pasos.
Huellas que durante muchísimos años se habían difuminado. Cómo si fueran volátiles, algo así como los pensamientos.
Existes, piensas, olvidas, no eres nada.
Pero tu esencia , permanece para siempre.
© Berta Martín de la Parte
¡ FELICES REYES MAGOS , PARA TODOS!
Posdata: Según una leyenda , si el día de San Silvestre traspasas la puerta de una pequeña librería a la vez que formulas un deseo, ese se hará realidad en el Año Nuevo.