Imagen/Collage/PINTEREST/ Berta M.dlP
¡ Como pasa el tiempo! A veces me quedo adormilado por días, por meses, por años. Entonces me despierto, de repente, desconozco el motivo ni las causas , y regreso a la realidad. Vuelvo a situarme, en el lugar en donde me abandonaron. Me he convertido en un cachivache más. Una vez más los rayos del sol de la mañana introduciéndose a través de , la única fuente de luz, un ventanuco, permiten hacer visibles las partículas volátiles del polvo acumulado a través de los años, sobre los trastos inmóviles que me rodean.
La estancia es tan pequeña que parece imposible que haya tantos objetos acumulados.
Entre ellos, una cómoda antigua de madera noble, de nogal, con tres cajones y tiradores de plata, en total seis, antaño bruñidos por paños tejidos con la lana de las ovejas las cuales pastaban , afuera , en los pastos; apoyada como manteniendo un equilibrio acrobático sobre las tres únicas patas de apoyo que parecen haberse salvado del abandono. Las paredes están desconchadas y tapizadas por multitud de telas de arañas las cuales se balancean de derecha a izquierda al ritmo del aire impregnado por la humedad, acariciando los mohos que han invadido el lugar. Veo archivadores, e intuyo , desde siempre, deben de estar repletos de documentos y legajos todos amontonados, sin orden ni concierto. Trastos tumbados o de pie. Dos bicicletas sin cadenas. Una lámpara de pie cuya tulipa se ve resquebrajada , como si la pena y la tristeza se hubieran ensañado con ella. Y allí a mi izquierda como surgiendo de la nada, le vuelvo a ver. El marco de fotos, arrogante, sin haber perdido ni un ápice de su elegancia. Entonces me entra una emoción intensísima. Allí en la fotografía enmarcada, te veo cada vez más difuminado, resistiéndote, como teniendo miedo a perderte en la irrealidad del concepto tiempo. Mi jinete.. Mi amigo. Con el que tantas veces cabalgamos juntos, a través de los campos alfombrados de tupido césped; o por los espacios siderales saludando a la luna , cantando al ritmo del trote , susurrándome tú a mis orejas:
¡ Cabalga rápido mi bonito caballito!
Y yo cabalgaba llevándote en mi grupa. Cuidándote. Mimándote. Tus risas me hacían feliz. Y precipitadamente, inesperadamente, sin desearlo, transcurrió el tiempo.
¡ De pronto te hiciste mayor!
¡Me olvidaste!
Fin
Derechos reservados de autor: Berta Martín de la Parte.