Ilustración @Berta Martin de la Parte
En esta ocasión , con el permiso de la autora Esther Hirsch, publico esta reflexión la cual me ha parecido muy interesante.
"¿De verdad Hollywood cree que Antonio Banderas es negro?"
Recuerdo la primera vez que tuve que buscar habitación o piso compartido en Heidelberg - mi primer año me ofrecieron su casa unos amigos que hoy son, dicho sea de paso, como familia- pues bien, no fue fácil encontrar una vivienda siendo extrajera morena, menudita, posiblemente de nariz sospechosa y además sin muchos recursos que es, en cualquier caso, una de las categorías más excluyentes.
En una de las visitas-casting, allí nos encontrábamos, en la habitación para alquilar, un buen grupo de chicas jóvenes, todas expectantes y deseosas de ser la candidata feliz. La casera llegó y nada más entrar por la puerta bastó un vistazo para que esta señora, sin mediar saludo, se dirigiera a una chica de aspecto asiático y a mí señalándonos con el dedo al mismo tiempo que decía: "¡tú y tú, fuera!; no tengo nada contra vosotras pero no alquilo a extrajeras".
Aquella no fue la única ocasión en la que me despacharon simplemente por mi aspecto, por mi "raza" o por mi procedencia. Siempre pensé que el concepto de raza es falso y obsoleto pero mira por donde "las razas siguen existiendo", y al vocabulario político, y al de la calle, les es, tanto para la discriminación positiva como negativa, un concepto muy útil. Tengo que decir, que a pesar de mi raza y de esta fama que tenemos las españolas por culpa de la Carmen de Mérimée y un anuncio de cava español en el que una fémina de raza ibérica tira en un ataque temperamento y de celos la televisión por la ventana, al final siempre encontré un hogar donde vivir y personas, como mis amigos, excelentes, que nos se conformaron con los estereotipos y yo tampoco -los alemanes no son nazis- de lo contrario, estoy segura, no viviera ya aquí más de media vida; Heidelberg es mi casa de elección y en esta sociedad he aprendido muchísimo. Construimos y nos construyen.
Por cierto que si alguien viniera por aquí y le ocurriera algo parecido a aquello que me pasó a mí que sepa que hoy en día puede defenderse y denunciar; este tipo de discriminación está penalizada por la ley.
Hace algún tiempo que, muy interesada por el tema de la discriminación y la xenofobia, estuve yendo a todas las conferencias, reuniones y demás eventos informativos que, sobre este tema, se me presentaron, y sigo haciéndolo siempre que puedo. Además, creé y encarné, en colaboración con SYNthesis el grupo de teatro del que soy socia, el personaje de Dolores, una enfermera española racista y prepotente con un miedo patógeno a las mujeres con velo. Recuerdo en una de las funciones como un grupito de mujeres en las primeras filas empatizaba con mi enfermera de a pie, con sus miedos y prejuicios, y la aplaudían, sintiéndose probablemente reconocidas. Esto no era lo que realmente se pretendía con el personaje pero así es el teatro, que siendo espejo, la ilusión que provoca puede ser muy real.
También me ocurrió, creo que como a casi todos los que hacen de "malos", que en la vida real, alguna persona que otra, me confundiera con mi Dolores, un estereotipo social adoptado por cada vez más personas, y me mirara con reconocido asco. Así me lo contó, al final de una función, avergonzado, un chico que vino a vernos por segunda vez y que unos días antes al verme por la calle de mí misma me confundiera con mi Dolores. Sé de personas, amigos de mis colegas, que aún sabiendo que Dolores era solo un personaje les preguntaran con temor y dudas sobre mi persona. En fin, yo desde luego lo tengo claro porque me lo he trabajado muchísimo y me lo sigo trabajando a diario. Ni soy Dolores ni tampoco María Pepita la fantástica, aunque algunas personas, por mi ilusión y carácter, se lo parezca.
Reflexionando todo esto y muchas más cosas que surgieron en referencia a este tema en los últimos tres, cuatro años pero que no es este lugar para comentarlas, he llegado a la conclusión -reconozco que nada tiene de nuevo, todo está dicho ya, pero por experiencia propia, mi conclusión es más que teoría, es carne de mi carne- lo dicho, que todos nosotros, y casi me atrevería decir, sin excepción, hacemos teatro, sí, y el papel que jugamos es uno que no tenemos que ensayar demasiado porque actúa en nosotros de modo automático y nos viene impuesto socialmente prácticamente desde la cuna. También es verdad que si nos concienciamos de esto y nos abrimos al dolor que nos puede suponer confrontarnos con nuestros "Dolores", podemos llegar también a aprender de ellos y desarrollar otros roles quizás más amables con nosotros mismos y con los demás.
Racismo, sexismo, xenofobia, todo tipo de prejuicios y falsedades, los errores del pasado, o el miedo y la violencia en general y en particular, todo esto que nos habla y nos conduce en colectivo, que nos hace sentir en individual, o no, son prácticas aprendidas, también, sin lugar a dudas, todo lo positivo y bueno que hay en nosotros y es ahí donde pongo mi esperanza y mi ganas de diálogo, y todas mis ganas de seguir aprendiendo en este teatro de la vida.
Y todo esto por qué, pues porque se me ocurrió a razón de la polémica que se ha levantado con Antonio Banderas y su "blanquitud". Me molesta mucho.
Decía James Baldiwin que "los blancos deben buscar en sus corazones la razón por la cual era necesario tener un negro. No soy un negro, soy un hombre. Pero si piensas que soy un negro, significa que lo necesitas... Si no soy un negro, tú, los blancos, lo inventaron. Ahora debes descubrir por qué”.
En una de las visitas-casting, allí nos encontrábamos, en la habitación para alquilar, un buen grupo de chicas jóvenes, todas expectantes y deseosas de ser la candidata feliz. La casera llegó y nada más entrar por la puerta bastó un vistazo para que esta señora, sin mediar saludo, se dirigiera a una chica de aspecto asiático y a mí señalándonos con el dedo al mismo tiempo que decía: "¡tú y tú, fuera!; no tengo nada contra vosotras pero no alquilo a extrajeras".
Aquella no fue la única ocasión en la que me despacharon simplemente por mi aspecto, por mi "raza" o por mi procedencia. Siempre pensé que el concepto de raza es falso y obsoleto pero mira por donde "las razas siguen existiendo", y al vocabulario político, y al de la calle, les es, tanto para la discriminación positiva como negativa, un concepto muy útil. Tengo que decir, que a pesar de mi raza y de esta fama que tenemos las españolas por culpa de la Carmen de Mérimée y un anuncio de cava español en el que una fémina de raza ibérica tira en un ataque temperamento y de celos la televisión por la ventana, al final siempre encontré un hogar donde vivir y personas, como mis amigos, excelentes, que nos se conformaron con los estereotipos y yo tampoco -los alemanes no son nazis- de lo contrario, estoy segura, no viviera ya aquí más de media vida; Heidelberg es mi casa de elección y en esta sociedad he aprendido muchísimo. Construimos y nos construyen.
Por cierto que si alguien viniera por aquí y le ocurriera algo parecido a aquello que me pasó a mí que sepa que hoy en día puede defenderse y denunciar; este tipo de discriminación está penalizada por la ley.
Hace algún tiempo que, muy interesada por el tema de la discriminación y la xenofobia, estuve yendo a todas las conferencias, reuniones y demás eventos informativos que, sobre este tema, se me presentaron, y sigo haciéndolo siempre que puedo. Además, creé y encarné, en colaboración con SYNthesis el grupo de teatro del que soy socia, el personaje de Dolores, una enfermera española racista y prepotente con un miedo patógeno a las mujeres con velo. Recuerdo en una de las funciones como un grupito de mujeres en las primeras filas empatizaba con mi enfermera de a pie, con sus miedos y prejuicios, y la aplaudían, sintiéndose probablemente reconocidas. Esto no era lo que realmente se pretendía con el personaje pero así es el teatro, que siendo espejo, la ilusión que provoca puede ser muy real.
También me ocurrió, creo que como a casi todos los que hacen de "malos", que en la vida real, alguna persona que otra, me confundiera con mi Dolores, un estereotipo social adoptado por cada vez más personas, y me mirara con reconocido asco. Así me lo contó, al final de una función, avergonzado, un chico que vino a vernos por segunda vez y que unos días antes al verme por la calle de mí misma me confundiera con mi Dolores. Sé de personas, amigos de mis colegas, que aún sabiendo que Dolores era solo un personaje les preguntaran con temor y dudas sobre mi persona. En fin, yo desde luego lo tengo claro porque me lo he trabajado muchísimo y me lo sigo trabajando a diario. Ni soy Dolores ni tampoco María Pepita la fantástica, aunque algunas personas, por mi ilusión y carácter, se lo parezca.
Reflexionando todo esto y muchas más cosas que surgieron en referencia a este tema en los últimos tres, cuatro años pero que no es este lugar para comentarlas, he llegado a la conclusión -reconozco que nada tiene de nuevo, todo está dicho ya, pero por experiencia propia, mi conclusión es más que teoría, es carne de mi carne- lo dicho, que todos nosotros, y casi me atrevería decir, sin excepción, hacemos teatro, sí, y el papel que jugamos es uno que no tenemos que ensayar demasiado porque actúa en nosotros de modo automático y nos viene impuesto socialmente prácticamente desde la cuna. También es verdad que si nos concienciamos de esto y nos abrimos al dolor que nos puede suponer confrontarnos con nuestros "Dolores", podemos llegar también a aprender de ellos y desarrollar otros roles quizás más amables con nosotros mismos y con los demás.
Racismo, sexismo, xenofobia, todo tipo de prejuicios y falsedades, los errores del pasado, o el miedo y la violencia en general y en particular, todo esto que nos habla y nos conduce en colectivo, que nos hace sentir en individual, o no, son prácticas aprendidas, también, sin lugar a dudas, todo lo positivo y bueno que hay en nosotros y es ahí donde pongo mi esperanza y mi ganas de diálogo, y todas mis ganas de seguir aprendiendo en este teatro de la vida.
Y todo esto por qué, pues porque se me ocurrió a razón de la polémica que se ha levantado con Antonio Banderas y su "blanquitud". Me molesta mucho.
Decía James Baldiwin que "los blancos deben buscar en sus corazones la razón por la cual era necesario tener un negro. No soy un negro, soy un hombre. Pero si piensas que soy un negro, significa que lo necesitas... Si no soy un negro, tú, los blancos, lo inventaron. Ahora debes descubrir por qué”.
Derechos de Autor: @ Esther Hirsch