Volvimos a casa. Yo más cabreado que una mona con mi vecinita por haber provocado de aquella manera a mi coreana. Ponerse sus braguitas fue ya mucho.
Le pedí que se quitase todo y así lo hizo frente al espejo de mi habitación. La visión me volvió salvaje otra vez. La sangre ya no la tenía encendida, simplemente, ardía, rebullía. La libido disparada. Ya no es aquella jovencita por definir. Es una mujer perfecta pero igual de insolente y rebelde. Cuando me lanzó las bragas a la cara, mi mano atrapó su cuello.
La besé con deseo, de una manera perversa. Mordí su labio superior. Lamí sus labios mientras mi dedo pulgar jugaba con su boca y mi lengua se mezclaba entre todo ello.
La tumbé boca arriba y mi lengua araba su centro una y otra vez, abriendo el camino. Seguidos mis labios entre abiertos, ávidos de sorber. La volteé varias veces. Tapaba su boca con mi mano para acallarla hasta que se dirigió a mi cabello, sujetándolo, y, entonces, sentí su estallido en mi cara y en mi boca.
Dos nalgadas en ese hermoso culo y la puse a cuatro patas. Me encanta ese trasero prieto y aparentemente virginal. Estaba tan excitada, tan mojada, que los mismos fluidos me facilitaron la tarea, ruda, de penetrar su oquedad. Bajaba y subía por su espalda. Solo dios o el diablo saben por dónde penetró mi lengua. La monté como un caballo en celo a su yeguada hasta morir en su espalda. Estaba enloquecida. Había llegado a ese punto donde la cordura pierde su nombre. Mientras la azotaba con fuerza le recordé que no volviese a provocarme con Min. Y su nueva e impresionante corrida dejo buena señal sobre las sábanas.
Volvió a mirarse en el mismo espejo que empezó todo y viendo su trasero color brasas candentes, se giró y me llamo salvaje.. Sí, soy bruto pero me quiero y me quieren así. Me levanté con decisión a por ella pero apenas fue un ademán. Escapó al baño como una presa asustadiza.
Salió altiva diciendo algo sobre sus bragas. La sujeté junto a mi cuerpo:
– Ese culito no debería taparse nunca con ninguna braga. Es perfecto. -Y volví a darle una sonora palmada en él.
La noche fue larga. Solo de madrugada, cuando el sosiego nos venció, se escuchó su voz preguntando por su sabor.
-Tu sabor es incomparable a cualquier otro. Es miel -contesté y, acurrucándose en forma de cucharita en mi cuerpo, se durmió como una niña buena e inocente.
También dejé una señal con mensaje para provocar a su medio novio, pero no, no fue por WhatsApp. En su precioso culo lo estampé.