Había quedado con Min. Trajo cena china, de esa otra que no se sirve en el restaurante. Estaba nerviosa desde mi propuesta
para que fuese mi sumisa. Sé que eso no se pide, que es un acto voluntario y consensuado en un proceso largo, que nunca sea acaba para ambas partes.
- Desnúdate... -le susurré, acariciando su cuerpo. Pidió ayuda para bajar la cremallera del vertido. Me excité al comprobar, sorprendido, la ausencia de ropa interior. La besé de forma autoritaria y empecé a enumerar lo que íbamos hacer aquella noche, recordando cuándo hacia trabajos extras en aquel salón.
Temía el castigo y me lo hizo saber. No tocaba en ese momento. Un castigo ha de ser para corregir. Y, ahora, estábamos aprendiendo ambos.
- No temas, empezaremos esto como un juego. Poco a poco iremos poniendo los puntos sobre las íes.. Potenciaré tu placer en tus prácticas preferidas y te daré a conocer nuevas, junto a las mías. Te volveré más segura. Te daré amor, tranquilidad y seguridad. Aprenderás a dominar tu cuerpo y a darme todo tu vicio cuando lo pida. Te mostraré las herramientas para que cedas tu control en mí sin ningún tipo de miedo o vergüenza. Conmigo aprenderás a volar estando a mis pies -le argumenté con calma-. Ahora, colócate este corpiño y túmbate sobre la cama.
Su cuerpo, menudo, delgado. Toda una tentación exótica a mi placer... y al suyo. Mi boca se hacía agua y mi mente se confabulaba con mi instinto para un volcán de perversiones. Empecé acariciándola desde la sien, con la yema de los dedos. Y antes de seguir de cintura para abajo, tras un rato, le vendé los ojos.
Su sexo era como una mariposa aleteando para mí, lubricando con cierta ansiedad. Mis dedos se impregnaron de sus jugos. Su boca era una delicia y su cuerpo se iba arqueando, buscándome.
Sus labios, henchidos de deseo, su clítoris prieto y erecto, sus aberturas latiendo. El impulso de mis dedos adentrándose en ella, buscando en lo recóndito de sus espirales, ahí donde lo sagrado podía verse profanado. Ahí me centré. Despacio. El garfio de mi mano penetrándola, por delante, por detrás, al mismo ritmo... in crescendo... mientras me pedía más. Una doble penetración es un desafío que pone a mil los sentidos.
Me sorprendió que pudiera contenerse y que se viniera en mi boca cuando le indiqué. Y luego, como si ya lo hubiese hecho en otras ocasiones o me leyera el pensamiento, se situó de rodillas ante mí y con el tacto de su boca, se aplicó en todo mi sexo, como un ritual que me encantó.
- Estoy complacido, Min.
- Gracias….
- Señor…Gracias, Señor - indiqué para que ella corrigiera correctamente
- Lo importante, querida, es disfrutar de cada momento y sentirse libre de ello y por ello. Y que cada acto sea un motivo más para crecer.