Al caer la noche mi vecinita subió con unos libros, para cambiarlos y, como siempre, sin llamar. De algún modo he de quitarle esa mala costumbre de adolescente rebelde.
- ¿Interrumpo algo? -No dejaba de ser canallesca su ironía-. Parece que le parejita ha estado ocupada -continuó con algunos juguetes limpios en sus manos. Se sentó en la mesas junto a mis libros y, mirándome fijamente, desafiantes, cruzó las piernas. Jugueteaba con la cuerda y podía ver su sonrisa maliciosamente inocente dibujándose en su boca-. Sabes usar bien las cuerdas, me imagino, pero me pregunto si sabrías soportarlas... Me gustaría atarte para mí...
¡Qué cabrona! Me sonreí mientras mis ojos se centraban en el perfecto cruce de sus piernas que dejaban al aire la lujuria de su sexo.
-Veo que has perdido tu ropa interior -Ella, muy mala, insistió en la propuesta y tuve que contestar-: ¡Claro! -No sé si no me precipité demasiado. Esa niña tenía un don especial para convencerme de casi cualquier cosa-. Tienes llave de mi casa y entras cuando te viene en gana, eres cómplice de mis secretos y cada vez que te apetece me follas -sonreí.
Me vi de rodillas ante ella, con las manos ofrecidas para que hiciera gala de su arte. No dudó un momento en atarme las manos. Conforme iba haciendo, pensé que había tenido la boca demasiado grande, demasiado larga y no estaba sopesando adecuadamente el atrevimiento de la nena.
Su majestad no dejaba de dar órdenes y lo peor, o mejor, era que yo obedecía como un tonto con intenciones menos tontas. Eso sí, me di cuenta de que seguía un riguroso protocolo que había aprendido bastante bien... en alguna parte.
- ¡Nos has espiado!, eres lo peor -dije con una mezcla de morbo y de deseo.
Sus manos atraparon mi cabeza y mi boca se vio apremiada a sorber su sexo, lamerlo con entusiasmo y beber todo su licor varias veces. Obligado, lo aseé por completo.
- Y ahora dime, cuál es más sabroso, esclavo?, ¿el mío o el de tu china?
La noche prometía. Por supuesto no contesté: Todo lo que sucede en mis dominios ocurre porque yo lo permito. Lo que no me esperaba en absoluto, en que su mano se estrellara contra mi cara. Eso me descolocó un poco pero despertó la bestia que duerme en mí. Claramente buscaba un castigo y mi juego con Min lo extendía en ella para sentirse sometida. Mi mente lo estaba valorando peligrosamente.
Me liberé de sus lazos. La besé con lujuria dando a probar sus propios jugos, No habría castigo para quien lo desea tanto, ahora era mi turno.
- Si deseas que conteste a tanta pregunta, salgamos esta noche... -le susurré al oído- y ponte muy sexy, sin ropa interior.
Ella quería sus propias reglas a lo que interrumpí diciendo:
- Sssshhhhh..., niña, este es mi juego así que, como Min, nunca discutas mis deseos. Si no te ves capaz, este juego ha terminado ahora mismo.
Salió hacia su piso, retándome con la mirada. Larga hora después volvió escandalosamente vestida.
- ¿Me invitarás a cenar? Voy a tu gusto o ¿es demasiado para el señor? -preguntó, dándose una vuelta ante mí. Aquel culo bajo la redecilla de las medias sería mío aquella misma noche... y sin rechistar.
Mis demonios empezaban a brotar en estampida y, ante sus colmillos, mi cuerpo reaccionaba a sus retos.
La noche sería perversa...