Foto de la red
Quizá es que me estoy haciendo vieja o soy una
descreída, últimamente entiendo mejor los silencios
que las palabras, por eso hablo poco
y escribo lo que puedo.
Quienes me conocen con poco que les diga basta,
el resto tendrá mejores cosas en las que
emplear el tiempo.
Los pescadores de perlas se parecen en cierto modo
a los que humildemente escribimos, ellos necesitan
abrir muchas ostras para hallar una perla, que por
su forma y belleza sea única y nosotros necesitamos
juntar infinidad de letras para expresar algo que
merezca la pena.
En cambio los silencios, a poco que sepas
escuchar, si se saben interpretar, lo dicen todo
sin dudas ni erratas.
Hay silencios pesados como losas o volátiles como
el humo, incluso por estos mundos de la tecnología
que nos une, tan teatral y engañoso como el otro
en el que nos movemos a diario, ni más ni menos
(es como pienso).
¡Ay de los crédulos e ilusos! Entre los que me encuentro
que en más de una ocasión sueñan con milagros
ante una pantalla llena de colorido y frases
almibaradas que desaparecen como
pompas de jabón.
Pero el corazón no hace distinciones y se cree
todo, aunque solo sean sueños.
Copyright Fini López Santos