Nuestro amigo Pon-Pon era un hombre gentil, amable y bonachón que trabajaba día
y noche, pero era tan pobre, tan pobre, que tan solo le quedaban los sueños.
Se levantaba por las mañanas muy triste y apesadumbrado pues su trabajo era
aburrido y solitario.
¿Sabéis en que trabajaba Pon-Pon? Recogía cartones por toda la ciudad que luego
vendía para ganar unas monedas y así poder comer.
Un día, cuando empujaba su carro vio a dos niños sentados en la acera, miraban
pasar la gente de acá para allá y asombrado ante aquel echo, pues los niños suelen
ser inquietos y traviesos, se acerco a preguntarles el motivo de aquella quietud.
-¿Qué os pasa chavales que tenéis esas caras tan largas?
-¿Habéis perdido algo?
-Hemos perdido la alegría señor, mi hermano y yo intentamos encontrarla, le
contestaron Susana y Luis que así se llamaban.
Pon-Pon asombrado, pues no sabía el motivo de aquella grave perdida, se sentó junto
a ellos y se unió a la búsqueda.
Después de un buen rato Pon-pon le dijo a los niños: aquí no la hallaremos nunca,
nuestra amiga está bien escondida,
-Nos ayudaras a buscarla? -Le propuso Luis- y cuando la encontremos, la
repartiremos entre todo el mundo, así desaparecerá la tristeza.
-De acuerdo -contestó Pon-Pon- nos pondremos en marcha esta misma tarde,
necesitaremos calzado cómodo, una mochila con alimentos y paciencia, mucha
paciencia.
Pon-Pon, Susana y Luis emprendieron su aventura, cruzaron campos, bosques,
pueblos y ciudades, desiertos, cordilleras y mares, pero nada, no encontraban
mas que guerras, odio, pena y lágrimas... mucha tristeza.
Agotados de tanto caminar, llegaron a una aldea perdida entre montañas,
preguntaron a la gente que iban encontrando por el camino:
¿Sabéis donde podemos encontrar la alegría?
¡Nadie la conocía! Que pena….llego la noche y la mañana y de nuevo
oscureció, buscaban aquí y allá, pero nada, la alegría seguía escondida, pero
cuando estaban apunto de desfallecer y el desaliento empezaba a anidar en
sus corazones encontraron una playa y decidieron darse un baño, parecían
carboneros ¡qué sucios estaban!
Chapotearon hasta cansarse, ¡qué horror! Parecían zombies.
De pronto, asomaron unas palmeras gigantes en medio del agua, ¡qué extraño!
Antes no estaban ¿qué será?
Cual no sería la sorpresa que de pronto, el agua se separó en dos y flotó una isla
preciosa, verde y frondosa y decidieron acercarse, tomaron unas tablas y
pusieron rumbo a la isla a pesar del cansancio. Cuando arribaron se pusieron a
explorar, no había nada raro, eso sí, una gran paz les envolvió, en el pecho de
Pon-Pon, Susana y Luis, sonaba un Tilín-Tilín parecido a un cascabel.
El camino fue toda una aventura y a cada paso que daban se encontraban
una campanilla y luego un cascabel y otra campanilla, y como el que no
quiere la cosa, Susana sin darse cuenta se fue alejando del grupo.
El sendero estaba cubierto por estos diminutos instrumentos, cuando la niña se
agacho a cogerlos una voz le dijo: no hagas eso. Asustada, quiso correr y tropezó
con tanto acierto que al momento sonó una dulce melodía.
-No te asustes, soy tu amigo- le dijo un enanito todo vestido de rojo, no has de
tocar mis instrumentos, son muy delicados y se podrían romper.
Perdóname ¡qué tonto soy! No me presenté y con una reverencia al estilo
principesco tomo la mano de la niña y deslizando sus labios en un dulce beso
le dijo:
Me llamo cascabel, soy el encargado de esta isla encantada, con mi
música atraigo la tristeza y la transformo en sueños y alegría.
La niña al escuchar aquello gritó entusiasmada:
-Entonces ¿tú conoces la alegría?
-Claro que sí, ¿me tomas por tonto? Dijo el enano muy ofendido.
-Dime ¿Dónde está? Mis amigos y yo andamos buscándola.
-¡Cuidado que sois torpes! Ella esta en todos vosotros, pero tenéis que
buscarla en vuestro corazón.
-Estas burlándote de mí, dijo la niña muy triste.
-Escucha esta música, ¿qué sientes?
-Ummm...…mucha alegría, ganas de saltar y bailar!
-Pues no la oprimas y déjate llevar por sus compases como si de un vals se tratase.
Y Susana como un títere comenzó a bailar y a reír, una gran felicidad se reflejo
en sus ojos, estaba como loca, por fin había encontrado la alegría.
Se despidió de su amigo y cuando llego al lado de su hermano y amigo les colgó
a cada uno un cascabel, regalo de su amigo el enanito rojo y pusieron rumbo
a la ciudad, pero cuando Susana levantó la mano en señal de despedida, la isla
había desaparecido por arte de magia igual que apareció.
Pero ellos sabían que fue real, que existía, llevaban un presente para cada niño
que viesen triste y así volvería a ser el mundo alegre y feliz.
Erase que se era, un adulto con un sueño, un niño, una niña y un mundo loco.
Copyright Fini López Santos
Dibujos de mi autoría.