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sábado, 5 de diciembre de 2015

Te seguiré buscando

Texto del que desconozco el autor



Busco a alguien que me llame cari, amor, o catira
de ojos marrones, o que no me llame… mejor que me
busque con la mirada…alguien que cuando enferme
y llegue a casa, sea capaz de prepararme una
infusión… alguien que cosa disfraces a mis días malos 
y los convierta en buenos… alguien que si se pone animal, 
sea solo en la cama, y me mate a besos por la 
mañana… alguien que no se enfade si no me 
entiende… alguien que se pierda conmigo para después 
rescatarme de laberintos sin sentidos… alguien que me 
saque la lengua cuando me ponga tonta y me haga 
enmudecer… alguien que antes de hacer
el amor se meta conmigo en la bañera… alguien que no 
dé por hecho que siempre voy a estar ahí, pero que 
tampoco lo dude… alguien que no me haga sufrir 
porque sí, pero que no me venda amor eterno… alguien 
que pueda caminar conmigo por la calle…. alguien que 
no me compre con regalos pero que tenga mil 
detalles… alguien que no le guste verme llorar 
y me haga reír hasta cuando no tengo 
ganas… alguien que de vez en cuando decida 
perseguirme y conocerme otra vez… alguien que me 
mire y le mire sintiendo mariposas en el estómago 
y me tiemblen las piernas sin remedio… alguien que 
esté loco por mí, y no se le olvide decírmelo… alguien 
que no se acostumbre a mí y no deje de inventar nombres 
nuevos para despertarme… alguien que si mira a otra, 
luego me guiñe un ojo, y se ría de mis celos de 
hojalata… alguien que saque las uñas y me defienda 
de víboras y pirañas…y sobre todo que no tenga que 
perderme para darse cuenta de que me 
ha encontrado…



Foto de la red






lunes, 12 de agosto de 2013

La isla Cascabel


Nuestro amigo Pon-Pon era un hombre gentil, amable y bonachón que trabajaba día 
y noche, pero era tan pobre, tan pobre, que tan solo le quedaban los sueños.
Se levantaba por las mañanas muy triste y apesadumbrado pues su trabajo era 
aburrido y solitario.
¿Sabéis en que trabajaba Pon-Pon? Recogía cartones por toda la ciudad que luego 
vendía para ganar unas monedas y así poder comer.
Un día, cuando empujaba su carro vio a dos niños sentados en la acera, miraban 
pasar la gente de acá para allá y asombrado ante aquel echo, pues los niños suelen 
ser inquietos y traviesos, se acerco a preguntarles el motivo de aquella quietud.
-¿Qué os pasa chavales que tenéis esas caras tan largas?
-¿Habéis perdido algo?
-Hemos perdido la alegría señor, mi hermano y yo intentamos encontrarla, le 
contestaron Susana y Luis que así se llamaban.
Pon-Pon asombrado, pues no sabía el motivo de aquella grave perdida, se sentó junto 
a ellos y se unió a la búsqueda.
Después de un buen rato Pon-pon le dijo a los niños: aquí no la hallaremos nunca, 
nuestra amiga está bien escondida,
-Nos ayudaras a buscarla? -Le propuso Luis- y cuando la encontremos, la 
repartiremos entre todo el mundo, así desaparecerá la tristeza.
-De acuerdo -contestó Pon-Pon- nos pondremos en marcha esta misma tarde, 
necesitaremos calzado cómodo, una mochila con alimentos y paciencia, mucha 
paciencia.
Pon-Pon, Susana y Luis emprendieron su aventura, cruzaron campos, bosques, 
pueblos y ciudades, desiertos, cordilleras y mares, pero nada, no encontraban 
mas que guerras, odio, pena y lágrimas... mucha tristeza.
Agotados de tanto caminar, llegaron a una aldea perdida entre montañas, 
preguntaron a la gente que iban encontrando por el camino:
¿Sabéis donde podemos encontrar la alegría?
¡Nadie la conocía! Que pena….llego la noche y la mañana y de nuevo 
oscureció, buscaban aquí y allá, pero nada, la alegría seguía escondida, pero 
cuando estaban apunto de desfallecer y el desaliento empezaba a anidar en 
sus corazones encontraron una playa y decidieron darse un baño, parecían
carboneros ¡qué sucios estaban!
Chapotearon hasta cansarse, ¡qué horror! Parecían zombies.
De pronto, asomaron unas palmeras gigantes en medio del agua, ¡qué extraño! 
Antes no estaban ¿qué será?


Cual no sería la sorpresa que de pronto, el agua se separó en dos y flotó una isla 
preciosa, verde y frondosa y decidieron acercarse, tomaron unas tablas y 
pusieron rumbo a la isla a pesar del cansancio. Cuando arribaron se pusieron a 
explorar, no había nada raro, eso sí, una gran paz les envolvió, en el pecho de 
Pon-Pon, Susana y Luis, sonaba un Tilín-Tilín parecido a un cascabel. 
El camino fue toda una aventura y a cada paso que daban se encontraban 
una campanilla y luego un cascabel y otra campanilla, y como el que no 
quiere la cosa, Susana sin darse cuenta se fue alejando del grupo. 
El sendero estaba cubierto por estos diminutos instrumentos, cuando la niña se 
agacho a cogerlos una voz le dijo: no hagas eso. Asustada, quiso correr y tropezó 
con tanto acierto que al momento sonó una dulce melodía. 
-No te asustes, soy tu amigo- le dijo un enanito todo vestido de rojo, no has de 
tocar mis instrumentos, son muy delicados y se podrían romper. 
Perdóname ¡qué tonto soy! No me presenté y con una reverencia al estilo 
principesco tomo la mano de la niña y deslizando sus labios en un dulce beso 
le dijo: 
Me llamo cascabel, soy el encargado de esta isla encantada, con mi 
música atraigo la tristeza y la transformo en sueños y alegría. 
La niña al escuchar aquello gritó entusiasmada: 
-Entonces ¿tú conoces la alegría? 
-Claro que sí, ¿me tomas por tonto? Dijo el enano muy ofendido. 
-Dime ¿Dónde está? Mis amigos y yo andamos buscándola. 
-¡Cuidado que sois torpes! Ella esta en todos vosotros, pero tenéis que 
buscarla en vuestro corazón. 
-Estas burlándote de mí, dijo la niña muy triste. 
-Escucha esta música, ¿qué sientes? 
-Ummm...…mucha alegría, ganas de saltar y bailar! 
-Pues no la oprimas y déjate llevar por sus compases como si de un vals se tratase. 
Y Susana como un títere comenzó a bailar y a reír, una gran felicidad se reflejo 
en sus ojos, estaba como loca, por fin había encontrado la alegría. 
Se despidió de su amigo y cuando llego al lado de su hermano y amigo les colgó 
a cada uno un cascabel, regalo de su amigo el enanito rojo y pusieron rumbo 
a la ciudad, pero cuando Susana levantó la mano en señal de despedida, la isla 
había desaparecido por arte de magia igual que apareció. 
Pero ellos sabían que fue real, que existía, llevaban un presente para cada niño 
que viesen triste y así volvería a ser el mundo alegre y feliz. 
Erase que se era, un adulto con un sueño, un niño, una niña y un mundo loco. 
Copyright Fini López Santos


Dibujos de mi autoría.

viernes, 9 de agosto de 2013

En el país de las flores



Había una vez, hace ya muchos años un hermoso país, tan bello como quiera tu 
fantasía imaginar; lleno de plantas y flores como únicos habitantes del lugar, 
Gardenia, que así se llamaba su reina era bellisima; y su perfume, embriagador. 
Quería y admiraba tanto la belleza, qué encargó el cuidado de su gran y preciado 
reino a los mejores jardineros del mundo: Los hermanos Colibrí. 
En él todo era paz y armonía, cada flor desprendía su personal aroma; y era tan 
increíble el colorido de sus pétalos, que, a vista de pájaro, parecía que jugaban 
entre ellos un sinfín de arco-iris. 
Sus tallos y hojas de un verde intenso y brillante, eran el placer de sus cuidadores. 
Un día, sin saber como sucedió, creció frente a una hermosa Rosa, un elegante 
Cardo, orgullo de su especie. Fue a nacer, por un error de la madre naturaleza, 
en una zona del jardín prohibida para el. El jardinero no le dio importancia al 
hecho, ignorándolo por completo, creciendo la Rosa y el Cardo a un tiempo. 
Desde sus primeros balbuceos, ¡Porque las flores también hablan!, se fueron 
conociendo. Pasó el tiempo sin que ellos lo apreciaran y cuando fueron adultos 
¡el desastre! Se enamoro él de su princesa, como Romeo de la bella Julieta. 
Las demás compañeras llenas de envidia, entre sí, murmuraban: 
-¿Qué tendrá ese humilde Cardo? Para que nuestra hermana, haya perdido 
sus pétalos por él. Es vulgar, arrogante y feo, ¡Debieran quitarle de en medio!

Esto llegó a oídos de la Reina y muy 
enfadada por no haber sido informada 
de tal evento, hizo llamar a sus jardineros. 
Los pobres, temblorosos, pues ya 
conocían el carácter de su patrona, 
acudieron a la cita sin demora alguna. 
Fue tan grande la reprimenda, que el 
eco de sus gritos se escuchó en todo 
el país. Su Majestad ordenó que al 
ponerse el sol, fuese el Cardo 
transportado a un rincón apartado 
del jardín, donde el entorno del mismo 
no se rompiese por su fealdad y 
austera vestimenta. 
¡Que injusticia más grande! 
Los enamorados defendían con 
destreza el amor que les unía, pero 
todo intento fue imposible. Uno de 
los jardineros con habilidad, fue 
separando hoja por hoja a los tristes amantes que parecían fundirse en un estrecho 
abrazo, lloró la Rosa al sentirse impotente por la discriminación con la que había 
sido tratada.

Sin importarle a nadie el gran dolor y la amargura que sentía, viendo cómo alejaban
a su amado, dobló su tallo hasta lo imposible para intentar de nuevo abrazarlo, 
¡Pero todo fue inútil! El Cardo, viendo el sufrimiento del que era preso su amor, con 
voz cálida y melodiosa, así le cantó: 
-No llores mi princesa, pronto estaremos juntos, besaré tus pétalos de fresa y tú talle 
fino como el junco. No habrá tierra que nos separe, ni manos que arranque nuestro 
corazón, bajo cielo y lluvia te amaré, mira si es grande mi amor. 

Y mientras cantaba fue arrastrado como vulgar ratero acusado de robar la mejor 
joya de aquel jardín prohibido, la cándida y hermosa Rosa. Fueron los días 
pasando y la Rosa llena de tristeza, fue perdiendo su color, sus pétalos se 
tornaron pálidos y su tallo perdiendo fue su esbeltez. En el ambiente se respiraba, 
que la muerte merodeaba cerca. 

Sus estiradas compañeras que no tenían sentimientos, pues vivían para sí mismas, 
criticaban su postura con acritud y muy pocos miramientos: 
-¡Como fuiste a caer tan bajo! ¿No sabes que eres muy hermosa y tu estirpe es 
de sangre azul, como vas a emparentar con tan humilde y pobre lacayo? 
¡Ni tan siquiera es de este país! 
Espabila, que no se hizo el manjar para la boca del asno. 
Al escuchar tan duras y crueles palabras, la Rosa, sin fuerza para entrar en discusión, 
dejó rodar una lágrima y plegando sus pétalos al cielo, lloró por sus hermanas 
pidiendo al cielo perdón. 
-No les hagas caso mi buen Dios, ellas tienen la desgracia de no saber querer 
al prójimo. 

Cuando amaneció los pétalos de tan linda flor, estaban esparcidos por la tierra 
unidos en forma de corazón y su tallo lánguido y sin vida, había caído con tal 
precisión, que parecía una flecha atravesando por el centro dicho corazón. 
Su Majestad la Reina como cada mañana, salió de paseo envuelta en su 
arrogancia, cuando fue avisada de tan triste y penosa noticia y llena de furia 
marcho en busca del Cardo traidor, para terminar con su vida. 
¡Pero otra gran sorpresa les aguardaba a todos aquella mañana! 
Al llegar a la humilde morada del Cardo, no podían dar crédito a lo que sus 
ojos veían y la Reina muda por el asombro, retrocedió sobre sus pasos 
gritando enloquecida: 
-¡No puede ser, no puede ser!

-¿Podéis imaginaros acaso lo que había sucedido? 
Se encontraba el Cardo en todo el esplendor de su hermosura como un clavel 
reventón y la Rosa enlazada a su talle llena de candor y lozanía, pero no termina 
hay la cosa, pues estaban los enamorados, rodeados de varios capullos en flor, 
especie única en el mundo y más lindos que cualquier sueño de amor jamás 
inventado. Este fue el milagro con el que Dios les premió. 

No les importó la estirpe, la raza, el llanto, ni el dolor, había en ellos mucha 
nobleza, libertad y mucho amor. Puede uno ser feo o hermoso en 
apariencia, pero no importa cuando se tienen sentimientos tan grandes como 
el sol, pues la hermosura y la belleza se llevan en el corazón. 

Cuando veáis una flor qué no sea de vuestro agrado, ¡No la matéis, dejadla vivir! 
Quién os dice que no habrá mañana otra flor hermosa suspirando por su amor. 
Hay flores que les pasa como a las orugas, muchas de ellas al llegar su madurez, 
se transforman en bellas mariposas. 
Igual nos pasa a las personas, se nos discrimina por el color de nuestra piel, 
nuestro nivel intelectual, nuestro estatus social, por ser extranjeros 
o condición sexual. 
¡Acaso ante Dios no somos iguales! 
Aprendamos de este cuento, con humildad y con amor.

Copyright Fini López Santos 


Dibujos de mi autoría.




martes, 16 de julio de 2013

Los duendes perversos



Había una vez, en un pequeño pueblo, una casa aislada qué por su estructura,
más bien parecía abandonada, pero cual fue mi sorpresa un día al descubrir 
qué aquella, era una casa de libertad. Había payasos qué hacían reír olvidando 
las penas, locutores, niños, poetas y una hormiga amarilla. 
¡Qué maravilla, qué maravilla!
Más bien parecía un mundo de locos, locos cuerdos, qué tan solo quieren 
hacer felices a los demás por encima de todo. Allí, todo se hacía en conjunto 
las risas, los llantos, nunca antes, viví tanto amor junto. Conocí gente extraña,
gente maravillosa, tímidos y atrevidos y muchos, muchos niños, pero todos 
juntos por una lucha en común, la felicidad.
Tanto amor emana de sus corazones, qué los duendes qué habitaban cerca, 
ocultos en la oscuridad, se sentían incómodos, eran duendes malignos, 
oscuros. Su energía la tomaban de todo lo negativo qué hay en el mundo. 
Hoy, entiendo porqué su color preferido era el negro. 
Aprovechaban cualquier problema de sus habitantes para ser felices, y como 
eran tantos, siempre conseguían algún objetivo para engordar y engordar de 
una manera vulgar y deforme.
Una noche, todos los habitantes de aquella casa, preocupados y cabizbajos, 
agudizaron los sentidos y empezaron a investigar el por qué, últimamente 
siempre estaban irritados, de mal humor, discutiendo.Un día tras otro, una 
noche y muchas más, en las que hacían guardia mientras los más adultos se 
reunían en asambleas para definir alguna estrategia a seguir.Y al fin, 
descubrieron una pequeña colonia de duendes que disfrutaban con la maldad 
y puestos a defender la felicidad, agruparon a todos los qué tenían el alma y 
el corazón limpio y todos unidos de las manos formaron un enorme círculo, 
lanzando energía positiva contra los duendes malignos.
Era tanto el amor qué había en sus corazones y la felicidad qué brillaba en 
sus ojos, qué fueron venciendo a los impostores quedando cada vez menos, 
y cuando ya estábamos todos algo cansados, con síntomas de agotamiento, 
apareció un niño duende, con una sonrisa angelical qué les dijo bajito: 
No abandonar vuestra lucha, porque algún día seréis recompensados.
No dejéis que este mundo se quede sin amor y sin alegría y entusiasmo. 
Y dirigiéndose a los niños así les dijo: Qué vuestra inocencia, no se torne 
maldad y vuestro corazón, siempre sepa de amor porque esta historia a un 
queriendo, no tiene final.

Copyright Fini López Santos


Dibujos de mi autoría.

domingo, 29 de julio de 2012

Pepón, Carmelita y Trotón



Quiero contaros una historia real o no,
que sucedió en un país llamado Ilusión.
Había dos hermanos, que lo tenían todo
y más juguetes que dedos en sus manos.
Quiero decir, que tenían, muchos, muchos, muchos.
Jugaban y jugaban y cuando de ellos se cansaban,
en un rincón de la casa sin cariño los olvidaban.
Su mamá, les propuso un día, que fuesen colocados
en grandes estanterías y en el oscuro 
sótano fueron olvidados.
¡Qué pena de juguetes abandonados!



Allí fueron a parar, el payaso Colorín
que hacia piruetas con su viejo patín,
una cajita de música y una lamparilla,
un trapecista en bicicleta y un coche de madera,
al que le faltaba una rueda,
soldaditos, enanos, un tambor y un pequeño piano.
Habían ¡como no! un caballo blanco como el algodón
que se llamaba Trotón, y una muñeca de porcelana
con una mirada tan dulce, que parecía que hablaba.
Carmelita, que así se llamaba, era preciosa,                                                
tenía el pelo rubio como el sol y una blusa marinera
que alguien le bordó.
¡Había en su cara tanta alegría! que parecía tener vida.
Una noche que estaba yo revisando las calderas,
pude ver con asombro una luz que salía
por debajo de la puerta, y, curiosa por ver
lo que allí pasaba,  me asome por el ojo de la cerradura
mirando incrédula;
Estaba encendida la lamparilla, sin cable y con bombilla,
y la cajita de música  habría despacio su tapa para que sonara.



Los juguetes del sueño despertaron y con gran energía
de las estanterías saltaron, cantaron bailaron,
hasta que se agotaron y cuando la luz del día asomaba,
cada uno en la estantería estaba.
Aquella mañana bajaron a Pepón, el nuevo muñeco,
era rechoncho y gracioso, llevaba pantalón azul
y zapatos de cuero, y sin buscar donde colocarlo
en un rincón lo dejaron aislado.
Como cada noche, acudí a mi cita para ver tal maravilla
se encendió la luz y, sonó la música.
De nuevo estaban las estanterías vacías
Pepón, medio dormido todavía, cuando vio a Carmelita,
tan hermosa, tan bella, le dijo:
“Quién te tuviera en sus brazos mi preciosa catira”
Ella, al escuchar tan bonitas palabras
dejó caer su pañuelo para que el se acercara,
y mirando de frente sus ojos,
de un azul transparente como el mar,
se enamoró la niña, como el sol de la mañana.
Ya no estaba solo Pepón, y paseaba por la estancia
de la mano de su amor.




El presagio de una noche triste me encogía el alma,
mi corazón no me engañaba.
La dueña de la casa, regaló los juguetes más antiguos
a un centro de acogida, con tan mala suerte,
que Carmelita, al fondo de una caja fue a parar
y al separarla de su amor, por sus mejillas apagadas,
una lágrima le vi rodar.
Todo estaba en silencio aquella noche,
solo la luz de lamparilla me era familiar y Pepón, lloraba
desconsolado porque a su amada no podía besar,
enfermó gravemente el pobre de tanto y tanto pensar.
El caballo Trotón, le vio tan mal, que le propuso, ir en busca
de su amada, y a lomos de su amigo subió
notando en los costados nacer dos alas.




Muchas noches pasaron sin volverse a ver a los enamorados, 
y cuando la ilusión tenía perdida, aparecieron a lomos del caballo 
halado, Pepón y la dulce catira, y, de nuevo en la estancia 
triste y oscura, renació la alegría. 
Vosotros mis niños, tenéis que averiguar la verdad, 
si sois capaces de jugar con la ilusión, 
buscareis más allá de la realidad, para encontrar la fantasía 
que nos hace soñar. 
Si lo conseguís, mandar una carta al país de la ilusión 
y tendréis noticias de Trotón, Carmelita y Pepón. 
No dejéis amigos míos 
Que se pierdan los sueños, y, cuando seáis mayores, 
contaréis vuestros propios cuentos, porque la imaginación 
también tiene su reino. 
Fini López Santos
(Derechos reservados)

Dibujos de Fini López Santos




martes, 24 de julio de 2012

Historia de una paloma



Había una vez en un pequeño bosque perdido
entre las montañas, una paloma blanca
que había perdido su casa.
Era grande, pero muy débil...nadie la alimentaba.
Volaba de rama en rama pidiendo a sus vecinos
unas migajas para llevarse al pico
pero nadie la escuchaba.
Cuando nació, sus papas no sabían como llamarla
y una anciana del lugar, con voz dulce y suave dijo:
-¿Porqué no la llamamos Libertad?-
aquél, fue un día grande en el bosque, la paloma
ya tenía nombre, ya estaba bautizada.
¡Pobrecita, no sabía lo que la esperaba!
Muchas gentes del lugar, esperaban cada mañana
verla levantar el vuelo y con gran júbilo decían:
-¡Esta Libertad es algo nuestro!-


Como una niña traviesa, jugaba y jugaba, 
unas veces al escondite y otras a las chapas, 
tan bella, era que en vez de paloma parecía un hada. 
Una mañana, vino un ruiseñor en su busca y al 
oído le dijo: 
-Libertad, ten cuidado y no salgas del bosque, hay 
merodeando cazadores que a las palomas 
blancas quieren matarlas-. 
Ella, que no entendía como algunos podían ser 
tan crueles, hizo caso omiso del consejo recibido 
y siguió volando de rama en rama explorando 
los alrededores sin pensar que la buscaban.






Muchos cazadores expertos con sus rifles apuntando 
y sus perros atentos, se pasaban las horas enteras 
escuchando cualquier ruido. 
¡Mal presagio para aquellos tiempos! 
Libertad que era muy valiente, en un día de frío 
invierno fue en busca de laurel para hacer su nido, 
¡con tan mala suerte! Que una de sus alas se 
enganchó en un alambre y los cazadores al verla 
apuntaron con sus rifles, una, dos, y hasta tres 
veces dispararon... 
Allá la dejaron a la pobre paloma, 
(que milagrosamente solo sangraba por un ala) 
sola...muy sola. 





Tan triste y enferma estaba, que levantando el pico 
al cielo dijo: 
-“Señor, si yo nací del amor de un pueblo y mi nombre 
es Libertad”... 
-¿Qué mal hice yo, para que quieran cortarme el vuelo? 
Ayudemos a ésta pobre paloma, que sin familia ni 
amigos, está caída en el suelo por falta de amor, 
decencia y entendimiento. 
Qué no puedan decir nunca, sus papás y sus abuelos 
que dejaron a Libertad en nuestras manos y no 
supimos ayudarla a levantar el vuelo. 
Que podamos decir con alegría y orgullo. 
-“Yo, ayudé a salvar a mi paloma Libertad” 
que no tenía nido y estaba heladita de frío. 

Copyright Fini López Santos
Dibujos de mi autoría





viernes, 20 de julio de 2012

Cuchiripa


Erase qué se era,
una niña tan pequeña                                                            
como una brizna de hierba.
Sus padres para verla,
tenían qué mirar
con lupa de veinte aumentos
y aun así...la veían pequeña.
Nació en un día
de templada primavera
saliendo de una rosa azul turquesa.
Al igual qué una mota de polvo,
se posó en el hombro de su mamá
para qué su dulce voz,
pudiera escuchar.
Su mamá, creyó volverse loca
y temió qué todo fuese la imaginación.
Cuchiripa qué así se llamaba la niña,
le dio instrucciones a su mamá
para qué pudiese conocerla.
“Qué complicado tenía qué ser
tener una hija tan pequeña”
¿Cómo iba a cuidarla?
¿Cómo podría besarla?
¿Y jugar con ella y hacerle cosquillas?
si cuando coger quería a su niña,
entre los dedos temía perderla
Un día, su mamá 
lavando estaba con 
abundante jabón, cuando... 
de pronto “qué horror” 
Cuchiripa salto sobre una pompa 
y como una trapecista 
daba volteretas como una loca, 
pero la pompa echó a volar 
con la niña detrás. 
Gritaba y gritaba la pobre 
pero su mamá no podía escucharla. 
Se posó la pompa de jabón sobre 
un perro San Bernardo y 
creyendo este qué era una pulga, 
se rascaba y rascaba 
sin poder encontrarla.
Porque no olvidemos qué                                          
Cuchiripa era tan pequeña
como una miguita de pan,                                                                      
cuando la niña con habilidad
consiguió llegar a la oreja del can,
le hablo a nuestro amigo
el San Bernardo para qué
la llevase de vuelta a casa.
“Teníais qué ver la cara del 
pobre animal”
Primero levanto sus orejas
y también alzó el hocico
después...sus ojos giraban como 
locos y su boca hacía gestos 
inexplicables, parecía qué tenia 
un ataque de rabia.
Pobrecito, qué susto se llevo 
Cuchiripa, le explicó su problema y juntos salieron
en busca del hogar perdido, tan difícil era, como encontrar una 
aguja en un pajar, porque ella solo recordaba la rosa donde nació, 
y la cara de sus papás.


Muchos días y meses estuvieron recorriendo casa por casa y la niña seguía tan 
pequeña como aquel primer día. Por fin después de mucho cansancio pasaron 
por un mercado y encontraron la rosa qué buscaban en una maceta a la venta, 
y al preguntar por sus verdaderos dueños, les dijeron: 
-Los padres tan tristes estaban al de no poder encontrar a su hija, qué 
vendieron la flor para no recordarla. 
La niña tan triste se puso qué una lagrima resbaló por su cara y deseó ser 
normal para darle a sus padres todo el cariño qué en ella, casi sin verla, 
depositaran. 
Lo pidió con tanto fervor, qué el hada de las flores le dijo: 
-Serás como una niña más pero seguirás siendo especial y no olvidaras 
nunca a tu amigo el can, qué solo estaba, sin amigos ni amo, y lo querrás 
igual qué aun hermano.



Cuando llegaron a su casa fue tanta la alegría,
qué sus papás se abrazaron llorando, dando gracias
por encontrar de nuevo a su hija,
y al ir a coger la lupa su mamá,
Cuchirupa por arte de magia creció y se convirtió
en una hermosa niña de cara angelical y
yo, la vi después de algunos años y seguía siendo igual.
No creáis mis niños qué os miento en este cuento,
todo aquel qué ama a los animales y no pierde su ilusión
puede ver a Cuchiripa sentada en su sillón.
-Cerrar conmigo los ojos-
-dejar libre la imaginación-
y veréis a Cuchiripa
salir de su flor.
Colorin, colorete,
qué la imaginación
te haga ver
lo qué tu corazón siente.

Copyright Fini López Santos
Dibujos de mi autoría





martes, 28 de febrero de 2012

El búho Rosendo


En aquel pequeño bosque donde parecía que nada
cambiaba, vivía una familia de búhos muy peculiares…
Rosendo era el mayor de los hermanos y no se parecía
en nada a los demás.
¡Era un tanto raro este búho!
Sus plumas eran de color rosa ya ¡veis! Y el contorno
de sus ojos azul como sus orejas…que junto al negro
azabache de sus ojos, daban un aspecto un tanto
burlesco a su cara.
Era tan buen estudiante, que pronto fue un búho
prodigio y fue destacando en el colegio
por su nobleza y amabilidad.
Vivía en un árbol frondoso y centenario…allí
acudían la gente del lugar y alrededores en
busca de algún consejo para sus problemas
jamás dejo a nadie sin escuchar…era muy querido.
Un día llego la policía para hacer un registro
en su casa que el gustoso accedió, con tan
mala suerte...que encontraron un collar de
brillantes escondido en un cajón y al pobre
Rosendo lo acusaron de ladrón.
El juraba y perjuraba que era inocente…pero
nadie lo escuchó…y todos le gritaban…
¡Miente! ¡Miente!
Sus verdugos lo encerraron en una jaula y sabéis
qué hicieron? lo llevaron en mitad de la plaza para
que todo el pueblo lo viese y pudiese insultarlo.
El pobre Rosendo que no entendía nada, lloraba
y lloraba ¡soy inocente, soy inocente! Murmuraba…
El pueblo entero comenzó a injuriar y con desprecio
decían: ya lo sabía yo, no podía ser de otra forma.
De pronto, apareció ante sus ojos su amigo Filomeno,
un valiente lince y gran investigador de la verdad.
Filomeno era pequeño (cosa rara en su especie)
pero grande, muy grande de corazón, después de
abrazar a su amigo entre las rejas, le dijo: cuenta
conmigo, yo estaré aquí…ahora y siempre,
Rosendo a pesar de su tristeza, supo que no estaría
solo en aquella lucha por mostrar su inocencia.
Pero como el bueno siempre gana aunque solo sea
en los cuentos, detuvieron al verdadero ladrón…una
pequeña urraca que envidiaba mucho a Rosendo
y para hacerle daño ante la gente, mancillando
su honor, le había tendido una trampa.
Las mentiras como sabéis, tienen las patas muy
cortas…arrepentida de su acción,
fue a la policía y confeso su delito.
Rosendo ya libre, se marcho a casa y al día siguiente
como si nada hubiese ocurrido se marcho al trabajo
para seguir ayudando a los demás.
¿Pero sabéis una cosa?
El siempre recordara lo ocurrido y a los amigos
que no le volvieron la espalda y fueron leales
como su gran amigo Filomeno.
La mentira es cosa fea y pone enfermo el corazón.

© Fini López Santos.

martes, 20 de diciembre de 2011

Vi llorar a la luna


Antesala de un sueño
Había una vez, una niña muy
linda, tan linda, como una puesta 
de sol, tenía unos ojos grandes y 
hermosos del color del cielo, en 
los días mas claros iluminaban
su cara y le daban alegría a su 
mirada. Su cabello abundante y 
sedoso, se tendía como una fresca 
cascada sobre sus frágiles hombros.
Aquella niña se llamaba Lupita.
Como cada mañana al despertar, 
Lupita daba gracias a Dios por el 
nuevo día, y contenta con sus 
libros bajo el brazo, recorría el trayecto 
de su casa a la escuela, saltando y bailando al igual que una mariposa. 
Era estudiosa, amable y soñadora, tenía una gran virtud la niña…su enorme 
y bondadoso corazón. Sus compañeras de clase la querían mucho, tanto, 
que siempre escuchaban boquiabiertas sus bonitos sueños y las aventuras, 
que escuchaban sin parpadear transportándolas a países lejanos y desconocidos.
Aquella mañana, como tantas otras compartiendo el tiempo de recreo…Lupita, 
comenzó a narrar con entusiasmo desbordado su último viaje, tan lleno de 
sorpresas, que aun estando despierta, no podía evitar el recordar con asombro. 
Estando Lupita rezando sus oraciones, comenzó a sentirse angustiada, 
a curiosidad la llevó a su ventana…y mirando a través del cristal, pudo 
observar el resplandor de la luna.
¡Vio llorar a la luna! Y la niña ni parpadear.
Las otras niñas comentaron al unísono ¡no puede ser! La luna llorando.
Si, creerme que no miento y al mirar de nuevo la niña, la vio tan triste…
tan triste, que se iba encogiendo poquito a poco como queriendo sin 
ser vista desaparecer.
Iba menguando y menguando ¡qué penita le dio!


¿Qué le pasaba a la luna de la niña?
que no podía lucir su plateada luz,
¿qué pesar la aquejaba? la niña se 
preguntaba…al no poder soportar 
anta tristeza quiso ayudarla 
¡si podía! 
Y le pidió a su buena estrella la
llevase a su lado para poder 
hablar con ella…
Su estrella la cubrió de luz y fueron 
ascendiendo hasta ella como un 
barco surca los mares y llegando 

hasta luna vio sus ojos inundados de lágrimas, pobrecita…como temblaba de pena.
Ay Lupita mi niña... ¡se me acaba los polvos de amor! sin ellos no pueden maquillarme 
y en las noches oscuras no puedo lucir resplandor ¡qué será de mí!
Seré un punto oscuro en el firmamento, no podrán seguir mi luz las cometas y luceros…
¿cómo podía ella ayudarla en su desdicha? ¡Y es que la luna tiene un secreto!
La luna es luna y a veces sol…
Cuando el sol enferma, la tierra no puede estar a oscuras y la luna gustosa lo sustituye.
Por las mañanas muy temprano, las nubes sacan brillo a su cara y la dejan reluciente 
como el oro, de ese modo poco a poco va asomándose tras el horizonte para iluminar 
la tierra con la luz que desprende se hace el día.
Durante las horas en que se transforma en sol, las estrellas sin ser vistas, bajan a la 
tierra y se mezclan con los humanos y van llenando sus cestas hechas de trocitos de 
algodón, con el amor que los niños le regalan… 
¿Hermoso verdad? Recordar ¡esto es un secreto!


Los luceros se encargan 
con su grandes molinos 
de lluvia, de convertir 
el amor regalado en 
polvos blancos y 
brillantes como copos 
de nieve.
Mas tarde, las cometas, 
transportan en sus largas 
colas, las cestas llenas 
de polvo, ante el niño 
Dios y él con su sonrisa los convierte en polvos de amor.
En el universo es mucho el trabajo, aunque parezca inmóvil el cielo.
Con esos polvos, las estrellas maquillan la cara de su luna y resurge iluminada 
en la noche para velar los sueños de los niños.
Pero la luna esta muy triste, el mundo se ha vuelto egoísta, guerrero…
nadie se pone de acuerdo.
Las guerras son cada vez más numerosas y el rencor y el odio anida 
en el corazón de los hombres formando una gran telaraña que impide 
el paso a todo lo hermoso y bello; farsas y mentiras, llevan el
desconcierto al corazón de los niños y si no lo remediamos, tal vez 
dentro de poco no habrá trabajo para las estrellas, os luceros y las 
cometas…
Mi cara no podrá ser maquillada, le contaba la luna a la niña …
Las noches serán tenebrosas…oscuras y todos los perversos 
del universo, aprovecharán la oscuridad para robar los sueños 
de los niños. Lupita se puso tan triste al escuchar a Luna, que le 
prometió llevar su mensaje a todos los niños del mundo, para que 
sus corazones sigan limpios y en ellos no exista
nunca el desamor y el odio.


Lupita con inmenso amor, enjugó 
las lágrimas de su lunita y cuando 
despertó creyó haber soñado
todo aquel dolor.
Para su asombro, encontró junto 
a ella una diminuta bolsita llena de
polvos de amor.
Vertió sobre las cabezas de aquellas 
niñas que tan atentamente la 
escuchaban ¡nada más y nada menos! 
Que los mágicos polvos con que se 
maquillaba la luna.

Recordad el sueño de Lupita y las 
palabras de Luna, cuando estéis 
tristes o tengáis alguna duda… 
si sois humildes y amorosos, 
tendréis siempre a vuestro lado 
allá donde vayáis una estela de polvos luminosos alrededor de vuestro gran corazón.
¡No lo olvidéis jamás! Ni tan siquiera cuando seáis mayores, en nuestro corazón…
siempre…siempre…ha de haber un niño.

Copyright Fini López Santos
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