Foto autoría: Bruno Merighi - Palo Verde
Aquella mañana al abrir el buzón se encontró con una carta
manida y enmohecida con un remite conocido a pesar de los años.
Extrañada y temblorosa por la sorpresa, abrió lentamente
el sobre y saco dos pliegos arrancados de una libreta de hojas
cuadriculadas junto a unos sellos, sus ojos se humedecieron.
Subió las escaleras como ida, cerró la puerta a sus espaldas
y rompió a llorar desconsolada.
Recordó cómo bajaba sus ojos ante la mirada de él escondiendo
el brillo de su enamoramiento, ella sabía que en aquella mirada
estaba todo lo que necesitaba saber y a la que nunca respondió.
Pasaron los años y siguió coleccionando sellos, recuerdos
de aquellos viajes que le hubiese gustado emprender con él
pero que disfrutó a su manera, sin ruido, como ausente, llenando
de paz cada rincón en el que se encontraba.
Nunca juzgo, tan solo guardó su amor a la espera que su
compañero de universidad respondiera al llamado de su corazón.
Jamás volvió a enamorarse.
Y el caprichoso destino, quiso que un alma misteriosa
encontrase aquella carta y la devolviese a su destinatario.
Grabo en su corazón cada letra, se vio en sus ojos y leyó en ellos
el mensaje que tantos años espero, un te quiero que
nunca escuchó de su voz.
Hoy podía reconocer en el mar
los besos que le mandó envueltos en las burbujas del tiempo.
Copyright Fini López Santos.