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28 junio 2024

Capítulo XXXII: El viaje hacia el puerto de Haloren

Foto de Bogdan Costin en Unsplash

Los fugitivos que habían salido de los túneles del Monasterio de Sinningen comenzaron su viaje hacia los distintos destinos que habían decidido. El príncipe Erevin se ofreció voluntario para el viaje más corto pero más complicado: el que llevaba desde el Monasterio de Sinningen hasta el puerto de Haloren, uno de los puertos donde radicaba el poderío naval del Imperio. Al principe Erevin se le habían sumado Frey Tinodar, el antiguo hermano vigilante del Monasterio y los dos novicios que parecían gemelos, Arbil y Elios. 

A ellos se les habían sumado tres duendes especialmente elegidos por el jefe duende: el primero de ellos, llamado Milwnor, era un individuo alto para su especie, muy pelirrojo y con los ojos casi grises. Llevaba unos quevedos y parecía más que un hombre de acción, una rata de biblioteca. Pero había hecho aportaciones interesantes sobre mapas y costumbres del mar (parecía tener una biblioteca en la cabeza en esos campos) y consideraron que, aunque, para ser duende era un individuo raro, debía ir en la expedición porque su conocimiento podía serles de utilidad. 

El segundo, de nombre Gutron, era ancho de espaldas, tenía unas tremendas patillas y portaba una especia de maza al hombro de forma permanente. No parecía el individuo más sociable de los duendes, pero sí era lo suficientemente experto en el manejo de esa y otras armas como para que al Príncipe le interesara que les acompañara.

Capítulo XXXI: Los fugitivos salen de los túneles (II)

Aunque Lasánides no había conseguido tranquilizar a Frey Kaistos sobre las consecuencias de sentir la presencia de Awlin, el monje científico parecía un poco más tranquilo, pero no lo estaba del todo. Especialmente, no había ninguna ley científica que permitiera considerar la existencia de entidades incorpóreas. Pero no podía negarse a sí mismo que llevaba sintiendo su presencia desde hacía más de una década y que, de hecho, había sido él quien les había indicado algunos peligros en los últimos días. Sin embargo, su mente analítica no estaba muy conforme con la existencia misma de la entidad y, si era sincero consigo mismo, hubiera tenido una posición muy crítica con cualquiera que le hubiera dicho que sentía la presencia de una entidad como Awlin.

Ahora bien, el reconocimiento por parte de Lasánides, alguien que, desde luego, no era dado a miedos o a consideraciones supersticiosas sobre la realidad, de que también había sentido a Awlin, le había dejado algo más tranquilo. Ya no parecía tan absolutamente lunático el reconocer que podía hablar con la criatura.

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Sin embargo, comprobar que el jefe duende había empezado a detectar que algo más pasaba le había preocupado. Los duendes eran seres divertidos hasta ser cargantes pero si tenían un filón como "el monje que ve fantasmas", las bromas iban a empezar a ser muy pesadas. Salvo que Awlin saliera de su estado miedoso y empezase a hacerles bromas a ellos: ya se sabe que, igual que un cotilla, odia que cotilleen de sus cosas, no hay nada peor para un bromista que le hagan bromas a él.

27 junio 2024

Capítulo XXX: Frey Rilaus llega a la capital

El viaje a través de la Estepa del Viento del Este de Frey Rilaus, en compañía del Chambelán Astano y su guardia, estaba llegando a su fin. Había sido una semana muy dura por aquella vasta extensión de tierra, piedras, algún cactus y temperaturas extremas. Los soles por el día hacían que la temperatura se elevase y ni siquiera los chaparrones que caían en determinados momentos suavizaban la temperatura porque esa mayor humedad unida al calor hacían que viajar por aquella extensión fuera sofocante. Por eso, sólo podían viajar de noche, pero las lunas, que aportaban algo de luz al interminable paisaje inhóspito, no daban calor y las temperaturas bajaban bastante. Era ese contraste lo que hacía que los viajes fueran tan peligrosos por aquella zona, que tampoco era muy grande en extensión.

Foto de Christian Lue en Unsplash

Era cierto que habían podido bajar hasta el Bosque de los Ranfredos, pero eso hubiera supuesto una vuelta demasiado grande si su objetivo era ir a la capital. El camino más corto era, sin duda, el que eludía las cataratas de Naras y se dirigía directo hacia el puente de Ko-Or-Natu que daba directamente a la calzada por la que se llegaba directamente a la capital. Aquello suponía que iban a pasar por un puente que designaba también a la ciudad costera y al puerto más importante de aquella zona, aunque fuera puerto fluvial.

25 junio 2024

Capítulo XXIX: La decisión de Andrasio

Andrasio se despertó con un gran dolor en el cuello. No había dormido bien. Sabía que había oído una conversación que le concernía pero se le había olvidado la mayoría de ella. Se dio un masaje con la mano derecha en el cuello, porque, aunque ya no le dolía prácticamente en ningún momento su brazo izquierdo, prefería no usarlo mucho. Su aspecto general también había cambiado: el pelo le había crecido y ahora tenía barba y bigote abundantes. Había pasado más de un mes y, aunque echaba de menos llevar el pelo con el corte reglamentario e ir sin barba ni bigote, tenía que aceptar que así era muchísimo más difícil que alguien de su vida anterior le reconociese.

Lo que le había quedado meridianamente claro es que le habían declarado culpable de un delito que no había cometido, lo que le decía dos cosas: era más que probable que el gobernador de la Gran Fortaleza de Tandras estuviera vivo (¡ese traidor!) y, además, era muy probable que, aunque se presentase a defender su inocencia, fuera condenado porque dudaba que quedase vivo alguien cuyo testimonio le pudiera favorecer. Al fin y al cabo, él había visto que el ataque no había tenido nada normal y que el Gobernador había asesinado al jefe de la Guardia, el Capitán que había osado enfrentarle porque no quería rendir la fortaleza sin luchar y, mucho menos, sin perder la batalla.

Foto de Jamie Morrison en Unsplash
Miró por la escotilla de su camarote y vio el mar en calma y un precioso amanecer, aunque estuviera nublado, y respiró hondo. Aquella imagen le volvía a la vida, con aquellas luces penetrando entre las nubes; y le hacía querer olvidar todo lo que había pasado, aunque supiera que era imposible y que aquello lo iba a tener presente, cualquiera que fuese lo que le aguardase en el futuro. Porque ahora sabía que muchos habían traicionado, no sólo a él, que no dejaba de ser un arquero más (quizás mejor que otros, pero otro más), sino que habían traicionado lo más sagrado que tenía cualquier soldado: su juramento al Emperador, al Imperio y a los ciudadanos que habían prometido por lo más sagrado defender.

Decidió que estaba hambriento y se decidió a ir a cubierta a ver si podía tomar algo a aquellas tempranas horas de la mañana. Se puso un capote fino que le había dejado el capitán y salió del camarote. El barco aún estaba en silencio pero arriba en la cubierta empezaba a haber algo de movimiento. Vio al capitán pero no estaba solo. Junto a él había un hombre extraño, pero no por su apariencia que era normal, sino por la profundidad de su mirada. Conforme se fue acercando, ellos se callaron, pero pudo oírle la voz y la reconoció al instante: era el que tuvo la conversación con el capitán que no podía recordar en ese momento.

24 junio 2024

Capítulo XXVIII: Los poderes de Malaban

Habían pasado unas 10 horas, desde que habían entrado en el árbol Nragar, Daval y Malaban. El duende Grendoar se aproximó a Nragar, que llevaba varias horas fuera de las habitaciones, al lado del lago interior.

- Señor, los lobos os han seguido.

- ¿Cómo? 

- Sí, hay unas criaturas muy grandes con forma de lobos que están fuera del tronco olisqueando. Llevan así un tiempo y en algún momento ventean pero parecen no saber a dónde ir a partir de este punto. Me figuro que los habéis visto antes pero que no los habéis despistado del todo. Espero que sepáis cómo hacerlo.

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- Sí, no hace falta preocuparse, Grendoar. Hay alguien que confundirá nuestro rastro. Venía detrás nuestro y, si no podemos hacer nada nosotros, les llevará al río del Dragón Alado

- Pues espero que sea fuerte y rápido.

- Oh, lo es. Es el más fuerte y rápido de nuestro grupo. Y dudo que ellos vuelen - dijo Nragar con su sonrisa enigmática.

Grendoar sonrió.

- Ah, entonces bien. Pero vamos a tener que hacer algo para que esas bestias olviden que este sitio existe y podamos seguir cuidando a los viajeros que precisen ayuda.

- Pídeselo a Malaban. Vamos a ver qué puede hacer.

A Grendoar le extrañó: le había parecido un hombre que se ahogaba en un vaso de agua. Nragar le miró divertido.

- Pero ¿no lo sabéis aún?

23 junio 2024

Capítulo XXVII: Los fugitivos salen de los túneles (1)

Foto de Linus Sandvide en Unsplash
Lasánides había decidido no enfrentarse al hombre de la voz plateada y a la serpiente Slissas, que era lo que quería el Príncipe Erevin. Tenía sus razones, pero no era momento de explicárselas y mucho menos al Príncipe: sabía que era valiente, pero era aún joven y esa combinación a veces no daba buenos resultados. El buen militar no sólo sabía cuándo atacar, sino también cuándo no hacerlo: sólo si se tenía una elevada probabilidad de ganar, aplastando al adversario, era posible el ataque. Si no, un enemigo normal cogería prisionero al valiente pero poco razonable atacante y lo torturaría para sacarle información hasta incluso matarlo. Pero el hombre de la voz plateada no era desde luego un "enemigo normal". Si el Príncipe Erevin no se había dado aún cuenta, tendría que abrirle él los ojos pero tendría que hacerlo una vez que tuvieran un lugar pudiera ser defendido lo más fácilmente posible. Esto es, donde pudieran darse explicaciones con la tranquilidad necesaria para que pudiera entender y asimilar lo que se le decía.

Continuaron por los túneles en el silencio que una comitiva así podía mantener. Esa comitiva cada vez era mayor: a las personas del Monasterio que había salvado Lasánides, había que añadir el Príncipe Erevin y la Orante, que seguía siendo "el embozado" para todos los demás, Frey Kaistos, Frey Tinodar, el hermano Jaryon, el comerciante Arturiano, los novicios Arbil y Elios, los perros molosos Uzi y Uzo y el búho mensajero. Y ahora también se les habían unido los duendes del vergel subterráneo. Un poco más adelante los túneles se unían y después volvían a separarse, dejando un área un poco más ancha, que aprovechó Lasánides para dar el alto a toda la comitiva:

- No hemos andado mucho pero sabemos que no nos persiguen por el momento. Falta poco ya para salir fuera y somos muchos, así que debemos esperar aquí a la noche para poder salir sin que nos detecten los guardias del chambelán y cosas peores que sé que han venido. Vamos a hacer tres grupos, cada uno de los cuáles tendrá una misión diferente

22 junio 2024

Capítulo XXVI: La locura de Frey Sabelior

Foto de Kevin Martin Jose en Unsplash
Cuando el chambelán Astano había partido del Monasterio de Sinningen con Frey Rilaus hacia la capital imperial, como el ser de la voz plateada había eliminado al Abad, necesitaban a alguien que se quedara a cargo del Monasterio: el elegido había sido Frey Sabelior. El hermano bibliotecario se mostró encantado de ocupar el puesto del Abad, aunque realmente no iba a tener esa dignidad porque no era un nombramiento oficial. Eso lo deberían determinar una vez que se decidiera qué pasaba con el Monasterio.

Aquello, sin embargo, le interesaba muchísimo porque iba a lograr su verdadero sueño: rebuscar en el laboratorio de Frey Kaistos y llevarse todos los libros que allí había encontrase, sin supervisión de nadie. Para ello, encargó a tres novicios que fueran con él y  trasladaran todos los que encontrasen a la biblioteca del monasterio. Una vez que comprobó que los habían sacado todos, sonrió, miró por la ventana y se sintió triunfador en una guerra en la que sólo él había participado. La diferencia entre ambos era clara: a Frey Kaistos sólo le interesaban los libros por el saber que contenían; Frey Sabelior los codiciaba por el poder de  decidir quién los leía y quién no, de forma que al final decidía quién podía saber qué y quién no. 

Así que ahora que, ni el Abad ni Frey Kaistos estaban ya allí para censurarle, él podía disfrutar con el poder de prohibir o no leer aquellos libros, siempre con el permiso de su Majestad Imperial, por supuesto. Pero le parecía que iba a estar poco interesada ya en aquel Monasterio, por lo que pensaba que iba a poder disfrutar de aquel poder durante el tiempo suficiente para satisfacer todas sus ansias.

18 junio 2024

Capítulo XXV: Andrasio, fugitivo

La travesía de Andrasio en el Perla Dorada del Sur continuaba con aires favorables. El arquero había ido siguiendo el itinerario en el mapa: las dos últimas semanas habían avanzado hasta situarse más o menos a la mitad del territorio del Imperio sin incidencias. El buen clima y el buen ambiente en el barco así como los cuidados del Doctor hicieron que el estado de su brazo mejorara cualitativamente. Apenas le dolía y la herida llevaba cerrada totalmente más de una semana. La costra estaba dura y de un color cada vez más pardo: quedaba poco para que se le cayera, aunque por precaución, seguía llevando el brazo vendado. Sin embargo, había vuelto a entrenar, aunque ligeramente, para no perder la práctica.

El capitán, cuando se cumplían ya trece días desde que Andrasio se montó en el barco, se sentó a su lado mientras el chico miraba hacia el horizonte en cubierta.

- Hola chico, ya me han dicho todo lo que has mejorado.

El chico, con la mirada fija en el horizonte, le contestó:

Imagen de holgerheinze0 en Pixabay

- Sí, estoy prácticamente bien. No me duele ya casi nada el brazo. Creo que la semana que viene voy a poder volver a practicar con el arco.

16 junio 2024

Capítulo XXIV: El pueblo en el tronco del árbol

Malaban, Daval y Nragar habían salido indemnes, a pesar de haber estado a pocos metros de Slissas y de los lobos y osos del Señor de los Nigromantes. Nragar les había conducido a través del bosque en penumbra durante un kilómetro y, amparados por la espesura, les ordenó pararse y escuchó atentamente.

- No, no viene nadie siguiéndonos, pero debemos continuar siendo muy cuidadosos porque sobre todo Slissas, tiene un sexto sentido para detectar dónde estamos y siempre encuentra a quién mandar para comunicarlo.

- Lo sé. Y a mí me tiene un especial cariño desde que le pisoteé, -dijo Daval, con media sonrisa.

- ¿Hacia dónde nos dirigimos? -preguntó Malaban susurrando. Daval y Nragar lo miraron fijamente.

- Tenemos que ir hacia el oeste y luego subir por el Gran Río sin ser vistos. Para ello tenemos una barca de pescadores esperándonos.

- Debemos darnos prisa -dijo Daval.

- Tranquilo - dijo Nragar-. Es de noche y hay muy poco ruido: por eso, tenemos que ser lo más sigilosos posible, porque hay muchos ojos hostiles aquí. Y otros que no lo son pero no son partidarios de nadie, este enfrentamiento no les concierne y, por tanto, tampoco nos van a ayudar llegado el caso. Pero creo que vamos a llegar bien a nuestro destino esta noche...

Nragar encaminó la expedición, en medio iba Malaban y al final iba Daval. Nragar desenvainó la espada gigantesca que llevaba a la espalda por si acaso y fue olisqueando el aire. Siguieron andando a la luz de la luna sin oír un solo ruido durante toda la noche. Estaban cerca del final del bosque ya y Nragar simplemente se aproximó a un árbol, tocó el tronco y una puerta se abrió y les dejó pasar.

Un viejo roble. Imagen de RegalShave en Pixabay

13 junio 2024

Capítulo XXIII: Hacia la capital del Imperio

A frey Rilaus no le sentaba nada bien viajar a horcajadas sobre aquel bruto: hubiera preferido hacerlo en carruaje o, mejor aún, en litera. Si era reclamado por la Emperatriz en la capital, era lo mínimo. Pero el chambelán, sonriendo de una manera condescendiente, le había mirado de arriba abajo y le había dicho:

- Lo siento, Frey, debemos ir deprisa: no sabemos a quién nos podemos encontrar y, además, los caminos hoy no son ya muy seguros.

Así que le habían hecho montarse en aquel alazán pesado y anchote. Una vez en ruta había estado a punto de decir varias veces que no iban muy deprisa, a pesar de ir a caballo, pero las miradas que recibió de la comitiva del chambelán, le disuadieron de ello.

Frey Rilaus con su vino...

Sí, se había unido a aquel cambio, porque creía que se merecía mucho más que estar en aquel monasterio de provincias, sujeto a la voluntad de personas tan despreciables como aquel monje científico. Ja, científico: el calificativo que se merecía era derrochador y él, después, tenía que cuadrar las cuentas. Es cierto: eso le beneficiaba porque así siempre podía encargar algunas botellas más de aquel vino añejo que venía de las excelentes vides del golfo de Esdáloren, para su bodega particular. Pero, aparte de aquella pequeña ventaja, junto con otras igual de menores, se merecía no estar más allí e irse a otro lugar mucho más representativo: él estaba hecho de otra pasta. Mientras pensaba eso, se pasó ambas manos por los lados de su prominente barriga. Llevaban varias horas montando a caballo y no habían parado a comer. Y lo peor: no parecían tener ningún interés en hacerlo.

12 junio 2024

Capítulo XXII: El veneno del huevo de serpiente


Este capítulo está escrito especialmente para el concurso de El Tintero de Oro 42ª edición: La Metamorfosis de Kafka:

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Tunadros el herrero llevaba desorientado varios días. Incansablemente el hermano Gondrias, aquel esmirriado de la enfermería, le había dado el ungüento aquel que hacía que le picara todo el cuerpo y que le subiera la fiebre. Había gritado y, a duras penas, recordaba que le habían sujetado porque casi había partido la cama con sus movimientos. Sin embargo, lo que nadie había visto era la angustia que sentía: a veces, durante los últimos dos días, había tenido pensamientos extraños, que le habían hecho plantearse incluso si seguía siendo humano.

Al día y medio de estar en la enfermería, se miró las manos y empezó a ver que no eran ya humanas, cubiertas por la misma capa de pelos duros que tenía por todo el cuerpo y con una visión cada vez más nítida en la oscuridad.

Cuando se dio cuenta, había ordenado a aquel inútil de enfermero que fuera a llamar a Frey Kaistos, pero había vuelto corriendo para decirle que, con otras personas, había huido del complejo. Aquello sólo podía significar que algo muy grave había pasado en el monasterio. Conforme pasaban las horas cada vez oía y veía mejor, pero la deformidad que percibía en todo su cuerpo lo estaba volviendo loco. Y lo peor era que sabía que aquello no había terminado.

10 junio 2024

Capítulo XXI: En el bosque de los Ranfredos

Daval aceleró de nuevo y como una exhalación entró en el bosque, obligó a Malaban a desmontar y se sacudió el agua que le caía por las crines.

Imagen de Tomasz Proszek en Pixabay

Sólo entonces Malaban se dio cuenta de que no estaban solos. Un hombre alto, fuerte y esbelto estaba apoyado en un ranfredo gigantesco. Tan grande era el árbol que su copa se perdía en lo alto del bosque. Si todos los demás impedían el paso del agua, siendo magníficos paraguas, aquél árbol podía haber sido la casa de una familia numerosa.

Pero si el árbol era inquietante, aún más lo era aquel hombre. Su pelo tenía mechones amarillos y negros, algo poco habitual, casi se podía decir imposible en un hombre normal. Observó especialmente que tenía un pecho especialmente ancho, caderas estrechas y fuertes brazos y piernas, además de una altura muy superior a la media. Aparte, el pomo de una gigantesca espada le salía por detrás del hombro derecho. Los ojos les miraban fijamente y, aunque no podía asegurarlo totalmente, parecía reírse. Debían tener una pinta espantosa mientras él estaba ahí seco, esperándoles.

09 junio 2024

Capítulo XX: La persecución por los túneles

Imagen de Stefan Keller en Pixabay

 

Lasánides condujo a todas las personas que lo seguían a través de los túneles que conocía tan bien después de tantos años viviendo en aquel lugar. En sus ratos libres, le había gustado explorar los túneles para saber dónde estaba y conocer a quienes estuvieran en los alrededores: la vida le había enseñado que nunca se sabía cuándo y cómo se iban a necesitar unos a otros. Hasta ese momento, nunca había pedido nada a los hombrecillos que vivían en aquel vergel que había encontrado en los túneles: es más, les había ayudado a mejorar su pequeño poblado y les había hablado de sus inquietudes. Sabían que no hablaba en vano, así que le habían creído y habían tomado determinadas medidas, por si aquello que el hombre grandullón temía, algún día se producía. Sabían que le gustaba ayudarles y había ido más allá de los estereotipos que consideraban a los duendes unos alborotadores sin sentido. Sí, es cierto que les gustaba armar bulla pero sabían ser serios, al menos los que vivían en este pequeño poblado, cuando debían serlo.

Pero después de lo sucedido, Lasánides consideraba que iban a necesitarse para salir de allí, si es que al final se decidían a ir con ellos,  y también para protegerse entonces y en el futuro. Estaba seguro de que también habría duendes aliados del ser de la voz plateada.

El príncipe Erevin le sacó de su ensimismamiento cuando dijo:

- Llevamos dos días andando y no hemos vuelto a ver ninguno de esos huevos ni crías.

- Es cierto -dijo Frey Kaistos-, es posible que no hayan bajado tanto si lo que querían atacar consideraban que estaba en el monasterio - pero no pareció muy convencido tampoco.

03 junio 2024

Capítulo XIX: La adivina en el Perla Dorada del Sur


Imagen de kalhh en Pixabay

Andrasio se sentó en cubierta. La herida del brazo le dolía muchísimo y tenía el vendaje con sangre. Parecía que la herida se había vuelto a abrir. El esfuerzo que había hecho disparando las flechas de brea le había impedido darse cuenta de ello hasta ahora.

El cielo, aunque la lluvia había cesado, seguía embotado, amenazando tormenta otra vez: aquel color oscuro, casi negro, era lo que presagiaba. "Pero no se desencadenaría aún, ha refrescado bastante". Sin embargo, bien sabía él, como isleño, que en el mar las condiciones climáticas podían variar sin muchos prolegómenos.

31 mayo 2024

Capítulo XVIII: Malaban y los cambiaformas

Cuando Malaban, montado en Daval, miró hacia atrás no se podía creer lo que estaba viendo. De hecho, cuando vio lo que le perseguía, casi se desmaya:  cuatro lobos negros gigantes corrían hacia ellos. A pesar de la lluvia y del miedo que sentía, sólo había algo que le quedó claro desde que los vio: aquellos lobos no eran normales.

Buscó en su macuto pero estaba temblando. ¿Por qué le habían elegido a él? Él sólo quería ser eremita. Un escalofrío le recorrió el cuerpo: sintió algo por dentro pero no era frío, sino miedo. Pensó que no sabía en dónde se estaba metiendo: él sólo había querido ayudar a un pobre anciano que estaba en un lado del camino.

Pero entonces se acordó de lo que le había dicho Elandiar y entendió que era posible que hubiera algo que sí podía hacer. Abrió de nuevo su macuto mientras Daval corría como una exhalación entre los árboles camino de la cascada del Olvido, en el llamado paso de Gardas, porque allí con la caída del agua podrían despistar, aunque fuera por un poco de tiempo, a los terribles lobos.

Malaban vio entonces que allí había algo que no estaba antes: un arco y varias flechas habían aparecido en su macuto y vio también que el colgante era ahora color rojo sangre y suspiró. Al menos se podría defender y comprendió que el color rojo en aquel colgante era sinónimo de peligro. Sin embargo, no era momento de contemplaciones, así que cogió el arco y puso la primera flecha. No sabía cómo iba a dispararlas con Daval corriendo como una exhalación pero se acordó de sus tiempos de juventud y del instructor de los soldados en la ciudad costera de Lioron que les gritaba:

22 mayo 2024

Capítulo XVI: La escaramuza bajo la tormenta

 


En este caso, el relato forma parte de la historia, que constituye el principal objeto de este blog y, además, va a participar en la convocatoria "un jueves, un relato", que esta semana propone el blog "La Trastienda del Pecado" con dos condiciones: la historia tiene que explorar fenómenos atmosféricos y no puede tener más de 350 palabras. Pues allá vamos.

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Cuando el oteador, subido al palo mayor, distinguió entre la lluvia y la tormenta al barco pirata que les seguía y avisó, estaba aún lo suficientemente lejos para poder tomar algunas medidas. Sin embargo, la mar picada impedía andar normalmente por cubierta, porque el movimiento del barco era excesivo. Al fin y al cabo, La Perla Dorada del Sur no era más que un barco mercante, con gran capacidad para el momento y el lugar, pero seguía siendo un barco mercante.

Capítulo XV: Daval

Cuando Malaban oyó que tenía que salir de nuevo fuera, sin descansar y sin entender realmente lo que estaba pasando, sólo pudo pensar en que sólo era un eremita. No, no estaba siendo sincero. Eso no era correcto: el que en ese momento sólo fuera un eremita, no era lo mismo que el que siempre lo hubiera sido. Pero había rechazado su vida anterior y precisamente por eso se había hecho eremita. Ahora, sin embargo, le estaban exigiendo que volviera a recordar... Y eso era lo que no quería.

El Gran Dragón lo miró y sonrió:

- No te preocupes, te encontrarás con unos buenos y fieles compañeros. Los irás encontrando a partir de que salgas de aquí, quizás de forma accidentada. Coge ese colgante que hay encima de ese atril y póntelo. Irás aprendiendo todos sus poderes que te serán muy útiles en tu lucha contra los Nigromantes y los que tienen poder sobre ellos.

Malaban se dirigió al atril y vio una piedra transparente que colgaba de una cadena de iridionen (1). Levantó la vista y miró a Elandiar.

- Eres tú quien he visto en sueños. - Le pareció que el dragón sonreía otra vez; desde luego, sus ojos le miraban, divertidos.

20 mayo 2024

Capítulo XIV: Los traidores, al mando del Monasterio de Sinningen

Lasánides se iba sintiendo mejor: había desayunado y había vuelto a su pequeño departamento a la entrada de los túneles. Allí estaba todo calmado: al ser un miembro menor y que buscaba estar apartado, no le habían llamado a la reunión con el chambelán. Además, al no estar bien del todo, Frey Kaistos había considerado que tampoco tenía que estar en la reunión con el Abad. Viendo que no tenía nada que hacer hasta la noche siguiente y que aún estaba cansado de la noche anterior, se quitó las botas y se tumbó en el camastro después de dejarlo arreglado correctamente y de entornar las hojas del balconete que servía de ventilación a su cuarto.

En cuanto se tumbó, se dio cuenta de lo realmente cansado que estaba. No se dio cuenta de lo pronto que se quedó dormido. 

Pero su despertar no tuvo nada que ver con la tranquilidad con la que se había dormido. Se vio zarandeado a un lado y a otro por dos pares de manos grandes y cuando abrió los ojos se dio cuenta de que eran los dos novicios, Arbil y Eilos, los ayudantes principales del hermano Jaryon el portero. 

18 mayo 2024

Capítulo XIII: El castillo en llamas


El joven arquero, aún con el brazo izquierdo dolorido y vendado por él mismo, vio irse al búho mensajero hacia el continente, sin estar muy seguro de si llegaría bien o si nunca llegaría su mensaje. Miró hacia abajo: no acertaba a entender realmente qué estaba pasando. Era cierto que la luz del atardecer hacía que las sombras aumentasen y, por tanto, que su vista, tan precisa por el día, no lo fuera tanto por la noche, pero, tal y como había sido ejecutado aquel ataque, no se podía decir que el estratega fuera un genio. También podía ser que no tuviesen información precisa sobre las defensas del castillo, pero aún así era muy raro todo. La caballería pesada había atacado por un trozo de muralla que era prácticamente inexpugnable, mientras que se habían concentrado los arqueros en una de las puertas, cuando desde donde estaban tirando no podían alcanzar a los defensores. 
 
Sin embargo, se oían gritos aquí y allí de retirada, cuando ni siquiera habían penetrado el circulo exterior de las defensas construidas primero por los primeros señores del lugar, los Duques de Tandras o, al menos, eran los primeros de los que se tenía noticias. Después,  una vez incorporado el Ducado al Imperio, y tras varios ataques de los Señores del Viento -unos piratas con un nombre increíblemente rimbombante-, habían decidido que las murallas ya existentes no eran suficientes y había que construir otro anillo defensivo interior. Entre ambos había unos doscientos cincuenta metros, por lo que a un ejército atacante le iba a resultar muy difícil sortear ambos.
 

13 mayo 2024

Capítulo XII: El caminante en la gruta del anciano


Pensando en los bandidos, el caminante sólo oyó el quejido cuando ya estaba muy cerca. Cuando cuidadosamente se acercó, intentando no ser visto, encontró a un viejo cansado y herido en un socavón que había escarbado en el suelo un gigantesco tombyl (1). Parecía malherido, como si tuviese un hueso dañado después de una mala caída. Lo examinó y quedó complacido de que no tuviera, al menos, ninguna herida visible, aunque después aún se preocupó más porque eso no excluía que el venerable anciano tuviera alguna que no lo fuera. Sin embargo, se fijó entonces en los ojos del anciano que le miraban fijamente y se dio cuenta que le estaba sonriendo con beatitud. Aquello le sorprendió: tenía unos ojos raros, casi dorados y con una forma que le recordaba a algo pero, si se lo hubieran preguntado, no hubiera podido decir a qué.

Así que lo cogió en brazos y lo llevó a una cueva que había visto desde lejos que le parecía un buen lugar para que el anciano descansara y, si podía, hacerlo él también. Entró en la cueva y sonrió a pesar de llevar al anciano a cuestas: como a unos 5 metros del acceso a la cueva, había una apertura en la piedra por la que entraba de forma directa la luz que iluminaba un lago interior de tamaño medio y le permitió ver que al otro lado había otra apertura en la piedra que parecía prometedora. Cuando alcanzó la apertura, vio que no era el primero que había tenido esa idea: dentro había una habitación espartana pero con todo lo necesario, desde una cama hasta un baúl debajo de una ventana escarbada en la piedra. Tuvo un pequeño momento de duda por si venía el dueño de aquella cueva pero lo desechó pensando en que estaba lejos de todo y que era poco probable que en pleno día alguien más fuera a meterse en la misma cueva por muy acogedora que fuera por dentro.

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