Aunque Lasánides no había conseguido tranquilizar a Frey Kaistos sobre las consecuencias de sentir la presencia de Awlin, el monje científico parecía un poco más tranquilo, pero no lo estaba del todo. Especialmente, no había ninguna ley científica que permitiera considerar la existencia de entidades incorpóreas. Pero no podía negarse a sí mismo que llevaba sintiendo su presencia desde hacía más de una década y que, de hecho, había sido él quien les había indicado algunos peligros en los últimos días. Sin embargo, su mente analítica no estaba muy conforme con la existencia misma de la entidad y, si era sincero consigo mismo, hubiera tenido una posición muy crítica con cualquiera que le hubiera dicho que sentía la presencia de una entidad como Awlin.
Ahora bien, el reconocimiento por parte de Lasánides, alguien que, desde luego, no era dado a miedos o a consideraciones supersticiosas sobre la realidad, de que también había sentido a Awlin, le había dejado algo más tranquilo. Ya no parecía tan absolutamente lunático el reconocer que podía hablar con la criatura.
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Mientras el Príncipe Erevin estaba concentrado con un mapa, que sostenían entre él, Lasánides, la Orante y Arbil, el pseudogemelo de este último, Elios, iba apuntando en un paliondrado distintas cosas que necesitaban recordar. Estaban próximos a la salida de los túneles a través de unas cuevas que acababan muy cerca del río Iridio, uno de los dos en que se dividía el Gran Río tras las cataratas de Naras. Pero aún no sabían en qué estado iba a encontrarse esa salida ni si había guardias o exploradores en las inmediaciones.
Al final, se decidió que la Orante y dos duendes salieran esa misma noche por la entrada de las cuevas y exploraran cada uno una dirección. Deberían volver antes de una hora con una respuesta sobre el estado de la salida y los alrededores. Aunque faltaban algunas horas para la noche, era necesario tomar esa precaución, porque si les estaban esperando fuera, les iban a detectar mucho más fácilmente si salían todos a la vez, que si salía una persona embozada. A los duendes no los iban a ver, porque seguro que eran demasiado pequeños para detectarlos en la distancia.
Así que se decidieron a pasar de la mejor manera el tiempo que mediaba hasta la noche. Los duendes, ruidosos normalmente, estaban callados e hicieron pocas bromas: todo lo que había ocurrido les había dejado un poco bajos de ánimo. La única excepción era su jefe que parecía divertirse mucho con la evidente incomodidad de Frey Kaistos.
Sin embargo, todo cambió cuando de repente vieron que su expresión cambiaba de la evidente risita segura y divertida a, primero, una de sorpresa a, poco después, otra de miedo e incomodidad. Frey Kaistos comprendió que Awlin había entrado en acción, molesto por la actitud del duende, que no era malo pero sí un poquito prepotente.
Después, Awlin volvió, muerto de risa (si eso se puede decir del espíritu de un hombre muerto), a donde estaba Frey Kaistos y se volvió a colocar en su hombro derecho. Le dijo lo que había hecho: le había dicho al duende que sabía que llevaba unas monedas muy raras en su bolsa de la cintura y que as contaba durante la noche. En conclusión, si dudaba de su existencia, le iban a desaparecer cualquier noche de estas. Aquello hizo que Frey Kaistos se empezara a reír a carcajadas, lo que hizo que casi toda la cueva se volviera: aquel monje se estaba volviendo loco.
En breve, la Orante y los dos duendes comprobaron que se había hecho de noche y avanzaron por el túnel hacia la entrada de las cuevas. Ahora sólo quedaba esperar. Lasánides seguía hablando con el príncipe y los dos pseudogemelos, a los que se había unido Arturiano, que, había dejado de jugar con todos los duendecillos, juego y distracción que habían agradecido sus progenitores. Echaba de menos a sus hijos y aquello hizo que los pequeños estuvieran entretenidos y que él dejara un poco de lado la nostalgia de su casa.
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Siguen los capítulos de pausa y preparación para la acción, Mercedes.
ResponderEliminarUn fuerte abrazo :-)
No, simplemente tienen que ir a ver qué está pasando en otros sitios de los que aún no tienen noticia. Por ejemplo, saben que Tandras ha caído y que hay problemas en Haloren, aunque no saben de qué índole. Pero no saben qué pasa en la capital y tampoco saben qué ha pasado con el Gran Monasterio de Os. Tienen que organizarse para que no les pillen al salir de los túneles y saber qué camino va a coger cada grupo.
EliminarOtro abrazo.