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04/11/2024

Escondida

Microrreto: El personaje y su entorno
Blog: El Tintero de Oro
VadeReto  de Octubre 2024 (EL ESPACIO)
Blog: Acervo de Letras
Desafío conjunto con Alianzara
Blog: Alianzara

Dance Macabre, Connor Engstrom (2018)



Mi mamá me dijo que me quedara muy quieta y sin hacer ruido.
Mi armario no era muy grande, pero yo tampoco. La ropa me tapaba para que no me vieran. 
​Estaba oscuro y tenía un poco de miedo, pero hice caso a mi mamá para que la gente mala no me viera. 
​Soy una niña grande y no quería llorar. Casi tengo seis años.
​Oía llorar a mi mamá porque unos hombres la estaban gritando. También  ruido de cosas que se rompían. Mi mamá lloraba más fuerte y yo también empecé a llorar.
​Tenía mocos y me limpié la cara con mi manga, pero me quedé abrazando a mi muñeca. Nos mecimos para estar más tranquilas pero los hombres hacían demasiado ruido.
​Me dolía el culo y tenía frío, pero ya no se oía ruido. 
​Cerré los ojos muy fuerte y abracé más a mi muñeca cuando el armario se abrió. 
​Una mujer policía me cogió en brazos diciendo que todo había pasado. Mamá llegó corriendo y me dio muchos besos. Tenía una tirita muy grande en la cabeza. 
Yo lo oía todo aunque no querían que me enterara. Sé que hacía muchos días que mi papá no estaba en casa. Esos hombres malos le buscaban. No sé porqué mi papá conoce a gente mala.
Mi mamá y yo ahora vivimos en una casa muy grande. Allí también viven otros niños con sus mamás y que sus papás no pueden vivir con ellos.

244 palabras

08/10/2024

Eterna Lola

 
CONCURSO DE RELATOS 43ª Ed.
El camino de Miguel Delibes
Blog: El Tintero de Oro


Lola, como buena cordobesa, abandonó el lavadero con la ropa limpia en el cesto, apoyado sobre su cadera, moviéndose con esa naturalidad de quien apenas ha cumplido los diecinueve. En la casa, la madre la esperaba pelando patatas y judías verdes para la cena, con la plancha reposando sobre las brasas, lista para quitarle las arrugas a las sábanas. Las calles empedradas de Puente Genil, con sus casas encaladas y sus ventanas coronadas de geranios rojos, guardaban en su silencio los rumores y secretos que, como el aire, corrían entre los vecinos.


Antonio, un hombre que ya sabía de la vida y tenía veinte años más que ella, había llegado de Sevilla un mes atrás, a cuenta de unas tierras. Forastero, sí, pero en poco tiempo se ganó la confianza de todos con su hablar suave y su manera discreta de estar en el mundo, como si fuera uno más del pueblo. Sin embargo, lo que nadie imaginaba era el secreto que arrastraba consigo, oscuro y profundo, de esos que dicen, si no se ven, no se sienten.


La joven Lola, con sus ojos oscuros y su piel tostada por el sol, llenaba de luz el lugar con su risa fresca, y Antonio, sin decir palabra de su vida en la capital, comenzó a pasear por el pueblo con más frecuencia, buscando, casi sin quererlo, esos encuentros casuales con la muchacha. Al principio fueron solo miradas rápidas, pero pronto se hicieron largas, profundas. Antonio se llevaba la mano al sombrero en un saludo tímido, mientras Lola se colocaba el cabello detrás de la oreja, sintiendo el calor encendiéndole las mejillas.


Entre paseos y charlas junto al río, bajo la sombra del puente de los Ahorcados, que pese a su nombre lúgubre les ofrecía las mejores vistas del Genil, se fueron descubriendo el uno al otro. Las palabras dulces de Antonio, envueltas en dulces promesas, fueron calando en el corazón ingenuo de Lola. Y en las tardes sofocantes de julio, cuando el cielo se teñía de un naranja que casi dolía, y el tañido de las campanas de la iglesia de Santiago flotaba en el aire, sus encuentros se hicieron cada vez más íntimos. Lola creía que aquel amor sería para siempre.


Pero la verdad, como el agua del río, siempre encuentra su cauce. Fue en una tarde cualquiera, cuando Antonio marchó a Córdoba por asuntos, que un hombre llegado desde Sevilla, preguntó por él. Vino a buscarle con urgencia: su mujer, Carmela, le mandaba llamar, pues su hijo pequeño, enfermo de fiebres, no levantaba cabeza. Así fue como Lola descubrió lo que nunca debió saber: Antonio tenía esposa e hijos en Sevilla, una familia que había dejado atrás como si no existiera.


Deshecha por la traición, Lola no pudo contenerse cuando Antonio volvió al pueblo. Se citaron en la plaza del Romeral, bajo los olivos. El aire parecía pesado, inmóvil, mientras la muchacha le arrojaba la verdad a la cara. Antonio no dijo nada, no hizo ademán de negarlo. Y ella, con el alma rota, se alejó. Las lágrimas surcaban su rostro, mojando su cuello, mientras se dirigía a la estación, esa estación donde tantas veces había soñado una nueva vida junto a él. Pero ya no había tren que la llevase a aquel futuro.


Antonio, por su parte, se quedó quieto en la plaza, mirando cómo se desmoronaba todo lo que creía tener. Perdió a Lola, su juventud, su inocencia, y al regresar a Sevilla, supo que también perdería a Carmela, su hogar, el calor de su casa, pues su mentira quedó al descubierto. Y desde entonces, el peso de su traición le acompañó como la sombra de los olivos en las tardes largas del Genil. Incluso cuando Carmela, echando de menos a su marido, le perdonó y permitió que regresara al hogar. Sus hijos, aún pequeños, seguían correteando por los pasillos, pero él ya no sentía el mismo calor en sus risas.


Carmela, con la resignación que sólo otorgan los años, continuó a su lado para volver a las rutinas de siempre. Comían en silencio y las noches evidenciaban aún más una distancia insalvable que les separaba. La sombra de aquella muchacha de Puente Genil, siempre estaba presente como un rumor en el viento, como una herida que no cerraba.


Cuando Antonio se hallaba solo en la penumbra, los recuerdos de Lola volvían a su mente. La veía caminando por el empedrado balanceándose con el cesto de ropa limpia, su cabello al viento, y su risa que, aún resonaba en sus oídos, viva y fresca como el primer día.


No había noche en la que, antes de cerrar los ojos, no se preguntara si ella habría encontrado consuelo en otros brazos o si su corazón aún le guardaba rencor. Nunca lo sabría. Pero lo que sí sabía, con esa certeza amarga que sólo traen los años, era que Lola, jamás saldría de su pensamiento.


Así fue como Antonio se acostumbró a vivir con dos sombras a su esplada: la de su traición, y la de aquella muchacha que una vez le hizo sentir lo que nunca volvería a sentir. Y en los momentos de mayor silencio, cuando Carmela dormía y el murmullo de Sevilla quedaba pagado, era a Lola a quien dirigía sus pensamientos, consciente de que su recuerdo, como las aguas del Genil, seguiría fluyendo en su interior, inmutable y eterno.



894 palabras


9º con 28,89 ptos. ETERNA LOLA, de  DE LA FLOR RUIZ.
Ha sido votado por 7 participantes que le han dado un total de 27 votos distribuidos de la siguiente manera:
7 ptos. (1)
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04/09/2024

La youtuber

Microrreto: Las Redes Sociales


«¡Buenos días chicas y chicos! Como ya sabéis... ¡Cada día, es una nueva alegría! 
​Bueno, bueno. No vais a creer lo que os tengo preparado en el video de hoy pero, antes que nada... ¿eres de los que miran sin suscribirse? Pues dale a la campanita, que a mí me sirve un montón y a ti no te cuesta nada...»

Cuatro de la mañana.
​Ezequiel aún podría dormir dos horas más antes de trabajar, pero su vecina había decidido ponerse a grabar. Increíble. La primera noche en aquel apartamento y tenía pared con pared a una maleducada youtuber. 
​Con ojeras y arrastrando los pies, se plantó en la puerta de al lado para hacerle sentir su descontento a la vecina pero, nadie abrió aunque el jaleo cesó.
​Durante toda la semana, se repitió la misma historia. El sueño de Ezequiel se sacudía de madrugada por la enérgica voz de su vecina y, el resultado era el mismo. Nadie abría y todo volvía a su ser silencioso. 
​Cansado, agotado y sobre todo asqueado por la situación, Ezequiel pudo al fin hablar con el presidente de la comunidad. 
​—Hola, Francisco... ¿Quién vive al lado de mi apartamento? ¿Es una influencer o algo así? No me deja dormir. 
—¿Tú también la oyes? ponte tapones para dormir. Es lo único que podemos hacer. Ahí ya no vive nadie. Lo que escuchamos es al fantasma de Nagore, una youtuber que murió de un ataque al corazón en pleno directo con sus seguidores.



249 palabras

04/06/2024

Conjuntivitis

 
CONCURSO DE RELATOS 42ª Ed.
La metamorfosis de Kafka
Blog: El Tintero de Oro


La llave giró dos veces, se abrió la puerta y volvió a cerrarse con llave. Mario entró en el salón y dejó caer su bolsa de trabajo con gran fastidio porque no le gustaba lo que veía. Su mujer y su hija dormían en el sofá mientras el suelo estaba abarrotado de juguetes y cachivaches de la bebé.

Mario torció el morro. En los dos años que tenía su hija, su mujer se había abandonado y no hacía demasiado en casa. 

—¡Alicia! ¿Te parece que son horas para dormir?

La mujer se despertó sobresaltada y la niña comenzó a llorar. Mario puso cara de asco al ver los ojos de Alicia. 

—¿Otra vez los tienes así? 

—¿Y qué puedo hacer? La niña está siempre pegada a mí. No me deja ni a sol ni a sombra y le gusta besarme en los jitos, como dice ella, y no me libro de la conjuntivitis. 

—No, Alicia. Así no son las cosas. Yo me mato a trabajar y tú sólo debes cuidar de nuestra hija y mantener la casa ordenada. ¿Pido tanto? ¡Que estoy casi diez horas fuera de casa!

—¿Te parece poco poner lavadoras, hacer la comida, las camas, ir a la compra, barrer, limpiar y fregar mientras la cuido? ¡Hasta hago de vientre con ella dentro del baño! ¡No tengo tiempo para mí! Ni dibujos, ni tablet. Nada. Sólo quiere a mamá.

—Eso es. Antes te arreglabas y te ponías guapa. Ahora pareces una chacha, Alicia. 

—Ese es el problema y tú no lo ves. Ya no soy Alicia, sino la mamá de Aitana. 

—¿Y qué quieres ser? ¿Astronauta? No me hagas reír. Mírate. Da angustia verte.


Alicia cogió a su hija y la sentó en el sofá para ir a encerrarse al baño del dormitorio. Echó el pestillo y dejó correr el agua del lavabo para mojarse el sofoco y la rabia. Sus ojos estaban rojos y las pestañas pegadas por legañas amarillentas. Su cabello estaba enmarañado, sin brillo ni forma y, aquel michelín, recuerdo del embarazo, permanecía ahí después de 24 meses.

Antes hubiera roto a llorar, pero ya no le quedaban lágrimas en aquellos ojos enfermos que le devolvía el reflejo. 

La verdad es que Mario tenía razón. Ella daba pena, miedo y asco. Era difícil encontrar a la bella Alicia de antaño bajo aquella apariencia. Su matrimonio estaba muerto, como muerta estaba ella. 

Alicia salió del lavabo para dirigirse al salón y hablar con Mario.


—Si no te importa. Déjame dormir sola en nuestra cama. Tú puedes hacerlo con la niña y así estás con ella. Mañana es sábado sin madrugones para tí. Matamos dos pájaros de un tiro. Tú compartes tiempo con tu hija, y no tienes que estar con esta horrible mujer. 

—Como quieras. Tú siempre tan dramática. Pasemos una noche tranquila y mañana te pones las pilas. ¿Vale? 

Alicia murmuró algo e hizo una mueca que quería parecerse a una sonrisa, sin lograrlo, y se fue a la cama sin cenar. 

Mario y Aitana cenaron, vieron un poco la televisión y se fueron al dormitorio infantil, donde el padre leyó un cuento a la niña hasta que ambos cayeron dormidos. 


Alicia, pasó una noche llena de pesadillas y delirios. Su temperatura corporal la hacía sudar tanto que parecía que acababa de salir de la ducha. Su pelo y su piel estaban empapados, y su camisón pegado al cuerpo. Su corazón andaba tan taquicárdico que le dolía el pecho. Alicia parecía estar adherida a la cama mientras sus ojos no dejaban de excretar una pus espesa y maloliente. Temblaba, y la cabeza le iba de derecha a izquierda mientras esputos de sangre oscura salían por su boca. Sólo con los primeros rayos de sol, dejó de moverse. 


Casi medio día y Alicia no había salido de la habitación. Mario y Aitana se habían despertado un par de horas antes, desayunaron y se fueron al parque para dejar a la madre dormir. Al llegar de la calle, Mario volvió a cabrearse para sus adentros con Alicia. ¿Cuándo iba a despertar de su letargo? ¿Es que no se daba cuenta de que se estaba cargando a la familia? Mujer vaga y egoísta. Tenía una vida por las que muchas suspirarían.

El hombre dejó a Aitana en su parquecito y fue al dormitorio. La persiana estaba subida completamente y la luz era cegadora. El balcón estaba cerrado y Alicia se daba cabezazos contra su puerta. 

—Alicia, ¿qué haces? 

Alicia se giró. Su camisón tenía restos de sudor, pus, sangre, orina y excrementos. La cama y el suelo que iba desde ella hasta el balcón, estaban llenos de aquel mejunje que embadurnaba a la mujer. Estaba lívida y con los ojos cerrados por una insultante cantidad de legañas. Sus ojos, eran costras. 

Estaba ciega pero podía oír. Al escuchar la voz de Mario fue directa hacia él dispuesta a morderle. Por suerte para él, pudo esquivar aquella boca sanguinolenta y nauseabunda, salir, cerrar la puerta y ponerse a salvo junto a su hija…


Poco después, los informativos de todas las cadenas del mundo, hablaban de lo mismo. La extraña infección de conjuntivitis que estaba afectando a mujeres. Generalmente jóvenes y con hijos a su cargo, aunque también podía verse en adolescentes y mujeres mayores, sin importar su condición social. También decían que lo más alarmante era que podría derivarse de depresiones sin diagnosticar ni tratar.



897 palabras

01/05/2024

La manzana

Mujer visigoda, 550  d.C. (Girona) Fuente: My True Ancestry
 Microrreto: A vueltas con el tiempo

Girona.

Año 550 d.C.

Teodosia vio como a un hombre que corría y que casi se la lleva por delante, se le cayó algo. No pudo verle bien, pues iba como una exhalación. Las pocas personas que se encontraban allí se quedaron mirando la escena sin saber qué ocurría. Tres hombres iban persiguiendo a aquel extraño forastero.

La mujer recogió el objeto caído. Algo rectangular y al parecer, roto. Se lo guardó en su bolsa para verlo mejor al llegar a casa.


Año 2005 d.C.

Los trabajos de inhumación en la necrópolis visigoda continuaban sin sobresaltos, aunque unos días antes se habían topado con algo insólito. 

—¿Ya se sabe qué es lo encontrado en la tumba de aquella mujer?

—Sí te soy sincero, Alfredo… Vamos dando palos de ciego. Aunque algo electrónico de  la manzana, es seguro.

—¿Qué manzana ni qué manzano, Rodri? 

—Sí, hombre. Es algún artilugio de Apple.

—Pues a ver si rodarán cabezas por aquí por contaminar los hallazgos.


Año 2023 d.C.

Arnau, aún con las piernas temblando, salió de la máquina. 

—¡Sí que has tardado! —exclamó Abril— Me tenías preocupada. ¿Y qué? ¿Cómo ha ido?

—Por poco me pillan. Menos mal que estoy en buena forma y pude correr el kilómetro que había hasta la cápsula. 

—¿Pudiste grabar algo? ¿O al menos sacar fotos? 

El chico se palpó todos los bolsillos y al no encontrar lo que buscaba, su rostro se desencajó. Había perdido su iPhone 14, comprado unos meses atrás.


248 palabras

01/04/2024

El limonero

CONCURSO DE RELATOS 41ª Ed.
La casa de los espíritus de Isabel Allende


Lo recordaré siempre. Veintidós años después de cerrarse la casa a cal y canto, se abrió de nuevo aquel soleado jueves. 

Una chica de pelo negro y recogido en una trenza, entró la primera. Con ojos curiosos echó una mirada a la casa y al jardín, si bien, algo decepcionada por el estado del lugar, le llamó la atención el limonero. 

—¡Vaya, Pepe! Parece que has tenido unos okupas que se han encargado de hacer limonada— dijo ella riendo. 

—La verdad es que es extraño que este árbol se mantenga en pie, pero no creo que nadie se haya encargado de él porque, ya de paso, podría haber arreglado la casa —contestó Pepe mientras dejaba sobre el suelo su pesada mochila. 

Pepe… ¡Qué cambiado estaba! Ya no era el chico de antes. Aunque seguía siendo muy guapo, sus canas salpicaban su pelo y se le marcaban las líneas de la frente. Yo le conocía demasiado, y pese a querer aparentar que todo iba bien, Pepe tendía a fruncir el ceño. Por lo demás, parecía en forma y, aunque nunca fui buena en matemáticas, tendría ya la friolera edad de cuarenta y dos… La última vez que le miré a los ojos, él tenía veinte años y yo diecinueve.

Los padres de Lucía entraron los últimos. Rosa y Mauricio. Habían sido amigos míos.

—¡Esta casa necesita muchos arreglos! —exclamó Rosa a Lucía. —¿Seguro que podrás ayudar a Pepe con las obras? 

—No te preocupes, mamá. Papá y tú arreglad lo de Madrid, mientras que yo me quedo aquí en Mallorca pasando las vacaciones.

—Bueno, bueno, que sólo va a ser una semana. 

—¡Osti! ¡Que no les he dicho nada a mis amigas! 

Lucía sacó su móvil y se hizo una foto al lado del limonero tras colocar su trenza sobre su hombro, ladear la cabeza mientras sonreía y sacaba la lengua haciendo el signo de la victoria. 

—Ya decía yo que era extraño que no estuviera con el teléfono —exclamó su padre.


Después de dejar las maletas de Pepe y Lucía, de descansar y refrescarse un poco, los padres de ella salieron hacia el aeropuerto para no perder el vuelo a Madrid. 


Por fin podemos estar juntos…, dijo Pepe acercándose a Lucía y rodeándola con sus brazos mientras la besaba por el cuello.


Aquello también me lo hacía a mí. Recordé sus besos y sus grandes manos abrazándome. También recordé cuando empezó a no valorar cualquier cosa que yo hiciera o anhelara hacer. Y a mi etérea mente volvió el recuerdo de mi último día con vida, cuando aquellas manos apretaron mi cuello hasta dejarme sin aliento. 

Yo estaba allí, junto al limonero que tanto cuidé desde que me mudé junto a Pepe. Fallecí un año después, pero me aseguré de que el limonero jamás muriera o dejara de dar limones.


—Llamaré a mi madre antes de cenar para ver si ya han llegado. 

—¿Para qué? Son adultos que pueden cuidarse solitos. Y eso tienes que hacer tú. Ser una adulta y dejar el móvil de una puta vez. 

—Pero, ¿de qué vas, tío? 

Pepe la miró con furia y, antes de que la discusión fuera demasiado lejos, hice que la ventana del comedor se abriera de golpe y pronuncié el nombre de ella. 

Lucía salió al jardín y se sentó junto al limonero. Un pequeño torbellino empezó a levantarse gracias a mí, dejando al descubierto fotos y papeles atados con una cinta. Le susurré que lo cogiera y se lo guardara. Su cara reflejaba estupor mezclado con algo de miedo pero, hizo caso a mis palabras y volvió a la casa. 


—¿Ya se te ha pasado el cabreo, chiquitina? —preguntó Pepe como si no pasara nada.

—Sí. Estoy muy cansada. Voy a darme un baño y a dormir. Mañana será otro día. 

—Vale. Yo me quedaré viendo la tele.


Lucía subió las escaleras de dos en dos, entró en el baño, echó el pestillo y dejó que la bañera se llenara mientras examinaba los papeles. Miró la foto en la que yo sonreía feliz a la cámara. Una joven alemana enamorada de su novio español. Al darle la vuelta vio la dedicatoria:

«Für Pepe von Astrid.

❤️

Para Pepe de Astrid.»


Lucía pasó media hora leyendo los papeles, hojas sueltas que eran lo más parecido a un diario personal de mis últimos días de vida. Escritos en mi desastroso español. 

El vaho del baño facilitó el poder aparecerme frente a la chica. Le señalé el espejo:


«Cuidado. Yo. Astrid. Muerta. Árbol. Pepe. Asesino.»


Me sorprendió lo inteligente que fue Lucía y lo bien que actuó durante aquella semana. Le hacía creer a Pepe que él llevaba la batuta en la relación. Él era el hombre y el más mayor, el que sabía de la vida y lo que sería lo mejor para ella. Él había previsto que ella se mudara pronto con él ya que, siempre según él, sabría cómo convencer a los padres de ella… Pero Pepe no contaba con que al matarme, yo no pudiera descansar en paz.

Durante veintidós años, mi espíritu ha estado en esta casa, siempre cerca de mi corrompido cuerpo bajo el árbol donde está enterrado. Todos creyeron que yo había abandonado a Pepe y vuelto a Alemania. Pero gracias a Lucía y a mi espera sobrenatural, se destapó finalmente al monstruo que siempre fue Pepe.



893 palabras

01/03/2024

Zorra

Microrreto: ¡Música, maestro!


Ya sé que soy sólo una zorra… Zorra, zorra, zorra… 

Paso por delante de la panadería, como cada día, mientras llevo la letra de Nebulossa por bandera desde que ganaran el Benidormfest.

Si voy en chándal, vaya pintas tengo. Si llevo tacones, a dónde voy. Si tengo novio, ¿éste es nuevo? Si no tengo, ¿quién me va a aguantar? Pero sigo caminando con paso firme y sin mirarlas, al ritmo de la canción. 

Si salgo sola soy la zorra.

Si me divierto, la más zorra.

Si alargo y se me hace de día, soy más zorra todavía.

La Carmen, la Teresita y la Eugenia se dan codazos cuando paso. Sé que murmuran sobre mí. Adultas que se comportan como adolescentes abusonas. Pero a estas alturas, chica, me resbala como el tobogán de un parque acuático.

Estoy en un buen momento, sólo era cuestión de tiempo.

Voy a salir a la calle a gritar lo que siento a los cuatro vientos.

Mientras voy rumbo a pilates, escucho como ha llegado a donde están ellas, la Mariló, la líder. La que atiza el avispero.

Las cuatro, en la terraza con sus cafés cargados y sus dulces desde buena mañana tras dejar a los críos en el colegio. Tanta cafeína, azúcar y envidia no son buenas, pero doblo la esquina y a mi boca sólo le sale tararear...

Estoy en un buen momento, reconstruida por dentro, y esa zorra que tanto temías se fue empoderando y ahora es una zorra de postal.


250 palabras

05/01/2024

El color de la vida

Microrreto: Los colores


Tonos rosados, melocotón, y blancos suaves…

He estado flotando en calma y ternura, ingrávida, durante un tiempo, siempre sintiendo el abrazo del útero. Descubriendo un mundo lleno de sonidos líquidos y cálidas luces. Aunque cada vez soy más grande y mi lugar se hace más pequeño. Me di la vuelta y me encajé, sintiendo que dentro de poco algo muy importante va a pasar.

Hay una voz que sobresale de entre todas. Es mamá. La mayor parte de las veces, hablando, y otras, cantando. Cuando me muevo, me habla directamente a mi y, soy capaz de diferenciar cuando se toca la barriga o lo hace también papá. Y no me gusta cuando es esa cosa que le ponen en el vientre para poder verme.

Mientras me encuentro entre tonalidades de rosa y rojo, como sumergida en un sueño tranquilo, nos han dicho que ya salimos de cuentas. Aunque no veo, percibo la luz filtrándose creando sombras suaves que bailan a mi alrededor.

De pronto, rompí algo y el agua en la que flotaba se va. Todo se mueve, se contrae y oscurece, haciéndome avanzar por un estrecho túnel esperándome al final, una luz cegadora y sonidos demasiado fuertes. Tengo frío mientras paso por diferentes manos hasta que ella me coge. Es mamá. Ahora me abraza para que entre en calor y mi cuerpo adquiera el color de la vida. Tonos rosados, melocotón y blancos suaves.


06/12/2023

El Club de los Zombis

Dibujo sacado de la app de SHEIN
CONCURSO DE RELATOS 39ª Ed. HARRY POTTERY LA PIEDRA FILOSOFAL de J. K. Rowling


A mí siempre me han tildado de rarita. Pero a estas alturas de la vida, poco me importa.

Mis queridos (y hippies padres), me habían enviado a la fantástica Everglow Magic School. Una maravillosa escuela en donde según ellos, yo podría hacer florecer mis mil y un dones. Para ellos, su pequeña Maya, era lo mejor del mundo mundial, lo que me hacía muy feliz.  ¡Cuánto les echo de menos! 

Pues eso, que allí estaba yo con mis rizos de colores y Mr. Rainbow, mi cama-camaleón como le decía yo. Y sí. Antes de pregúntame, podíamos tener a nuestra mascota en aquella escuela en la que estaría internada hasta terminar bachillerato.

Pues el primer día, los de mi clase ya me miraron con cara de oler fuertemente a piara y, me llamaron a la cara, y las espaldas, Tuerta Turulata. ¿En serio? ¡Qué originales! Y es que, si os acercáis al dibujo de mi cara súpermegahíperrealista que mi madre me dibujó para que lo tuviese conmigo en Everglow, veréis que mi ojo izquierdo es distinto. Con ese ojo sólo veo de noche, y con el derecho, de día.

Y entonces a la hora del recreo de aquel primer día, sola como yo estaba comiéndome una dulce y deliciosa manzana roja, se me acercaron cuatro criaturas la mar de encantadoras. 

—¡Hola, Maya! Vamos a la misma clase y mi nombre es Matt. Y estos son Serena, Andrew y Rocket. Que van al "B" pero son mis amigos y nos llaman los Zombis porque somos los raros e inadaptados. ¿Quieres unirte a nosotros? —dijo el niño de carrerilla mientras me tendía la mano para saludarme.

—¡Hola, Matt, Serena, Andrew y Rocket! ¡Qué fantásticos sois! ¡Y qué bien que tengo cuatro amigos de golpe! Pero, raros… ¿de qué? Yo os veo la mar de normales. Si es que la normalidad existe, que ya es decir.

—Me encanta lo filosófica que eres, Maya. Pero como podrás ver, llevo dos prótesis para andar porque nací sin piernas — dijo Serena mientras saltaba haciendo ver que corría.

—Yo, Rocket, me llaman así porque siempre he sido un trasto que no para quieto y en una de mis ocurrencias, jugando con un candil, me quemé media cara. De ahí mis cicatrices y que parezca que la mitad de mi rostro se vea como derretido. 

—Andrew no habla. No es sordo ni mudo, porque habla en sueños. Si tiene algo que decir, lo escribe en su cuaderno del que jamás se separa —suspiró Matt. —Y yo, pues albino y zurdo. No puede darme la luz del sol directamente porque se me descama la piel y puedo desarrollar melanomas diez veces más que cualquier persona. Y por eso somos los zombis. ¿Qué te parece? ¿Te asustamos o te molamos?

—¡Me moláis, y quiero ser una de vuestros zombis! ¡Rarezas al poder! Mis padres se van a poner supermegahíperfelices por tener tantos amigos tan geniales y tan pronto. ¡Ajo y agua pa' los siesos!

A la semana de haber empezado el curso, el ambiente de Everglow se volvía más denso. Extraños sucesos mágicos comenzaron a perturbar la tranquilidad de todo el mundo. Hechizos descontrolados, objetos encantados que se volvían inestables y criaturas mágicas que actuaban erráticamente, generando un gran caos. Alguien había robado de su vitrina La Gema de la Discordia. Así que el club de los Zombis nos reunimos para concentrar nuestros poderes y neutralizar la mala vibración de dicha gema.

Serena, con su don de la transformación, se convirtió en una criatura capaz de detectar la emanaciones de la piedra, guiando al grupo hacia donde se hallaba. 

Matt aplicó su magia de velocidad para crear un vórtice de energía alrededor de la gema, ralentizando sus efectos para que los demás actuasen con mayor precisión.

Andrew, utilizó su magia silenciosa para contrarrestar los sonidos discordantes generados por la gema, creando una barrera de calma a su alrededor.

Rocket, con su magia de fuego controlado, purifica la energía negativa, despojando a la joya de su malignidad.

Y yo utilicé mi control sobre la magia de la noche para envolver la gema en sombras, disminuyendo su resplandor para devolverla a la Cámara de las Reliquias.

Al cerrar la vitrina, un papel amarillento cayó a mis pies. Era un antiguo contrato mágico que vinculaba a Ignatius, un profesor despedido por sus malas artes, que murió de un infarto ipso facto

—¡Sacad de nuevo esa gema y devolvédmela!

—¡Ni hablar!

Ante nosotros estaba el mismísimo espectro de Ignatius, pero acabamos con su malvado plan. Yo le deslumbraba con mis sombras nocturnas, mientras Matt y Serena le neutralizaron, Rocket creó a su alrededor una barrera de fuego. Entonces Andrew, en su silenciosa maestría, contrarrestó los conjuros oscuros. 

Ignatius fue entregado al director de la escuela que, encerró al fantasma en un tarro mágico e imposible de abrir o romper. 

La Escuela Mágica de Everglow se transformó en un lugar donde  cada estudiante, independientemente de sus habilidades o peculiaridades, encontraba un espacio para crecer, aprender y prosperar en armonía. Nosotros seguíamos siendo los raritos, El Club de los Zombis, aunque ahora todos querían ser nuestros amigos. 

Y aquí hemos vuelto Matt y yo veinte años después. Acompañando a nuestra hija, Candy, en su primer día en la escuela, con sus rizos de colores y Mr. Rainbow, que es inmortal y nunca envejece. Ha heredado mis ojos y es zurda como Matt. Toda una súpermegahíperbendición.