A mí siempre me han tildado de rarita. Pero a estas alturas de la vida, poco me importa.
Mis queridos (y hippies padres), me habían enviado a la fantástica Everglow Magic School. Una maravillosa escuela en donde según ellos, yo podría hacer florecer mis mil y un dones. Para ellos, su pequeña Maya, era lo mejor del mundo mundial, lo que me hacía muy feliz. ¡Cuánto les echo de menos!
Pues eso, que allí estaba yo con mis rizos de colores y Mr. Rainbow, mi cama-camaleón como le decía yo. Y sí. Antes de pregúntame, podíamos tener a nuestra mascota en aquella escuela en la que estaría internada hasta terminar bachillerato.
Pues el primer día, los de mi clase ya me miraron con cara de oler fuertemente a piara y, me llamaron a la cara, y las espaldas, Tuerta Turulata. ¿En serio? ¡Qué originales! Y es que, si os acercáis al dibujo de mi cara súpermegahíperrealista que mi madre me dibujó para que lo tuviese conmigo en Everglow, veréis que mi ojo izquierdo es distinto. Con ese ojo sólo veo de noche, y con el derecho, de día.
Y entonces a la hora del recreo de aquel primer día, sola como yo estaba comiéndome una dulce y deliciosa manzana roja, se me acercaron cuatro criaturas la mar de encantadoras.
—¡Hola, Maya! Vamos a la misma clase y mi nombre es Matt. Y estos son Serena, Andrew y Rocket. Que van al "B" pero son mis amigos y nos llaman los Zombis porque somos los raros e inadaptados. ¿Quieres unirte a nosotros? —dijo el niño de carrerilla mientras me tendía la mano para saludarme.
—¡Hola, Matt, Serena, Andrew y Rocket! ¡Qué fantásticos sois! ¡Y qué bien que tengo cuatro amigos de golpe! Pero, raros… ¿de qué? Yo os veo la mar de normales. Si es que la normalidad existe, que ya es decir.
—Me encanta lo filosófica que eres, Maya. Pero como podrás ver, llevo dos prótesis para andar porque nací sin piernas — dijo Serena mientras saltaba haciendo ver que corría.
—Yo, Rocket, me llaman así porque siempre he sido un trasto que no para quieto y en una de mis ocurrencias, jugando con un candil, me quemé media cara. De ahí mis cicatrices y que parezca que la mitad de mi rostro se vea como derretido.
—Andrew no habla. No es sordo ni mudo, porque habla en sueños. Si tiene algo que decir, lo escribe en su cuaderno del que jamás se separa —suspiró Matt. —Y yo, pues albino y zurdo. No puede darme la luz del sol directamente porque se me descama la piel y puedo desarrollar melanomas diez veces más que cualquier persona. Y por eso somos los zombis. ¿Qué te parece? ¿Te asustamos o te molamos?
—¡Me moláis, y quiero ser una de vuestros zombis! ¡Rarezas al poder! Mis padres se van a poner supermegahíperfelices por tener tantos amigos tan geniales y tan pronto. ¡Ajo y agua pa' los siesos!
A la semana de haber empezado el curso, el ambiente de Everglow se volvía más denso. Extraños sucesos mágicos comenzaron a perturbar la tranquilidad de todo el mundo. Hechizos descontrolados, objetos encantados que se volvían inestables y criaturas mágicas que actuaban erráticamente, generando un gran caos. Alguien había robado de su vitrina La Gema de la Discordia. Así que el club de los Zombis nos reunimos para concentrar nuestros poderes y neutralizar la mala vibración de dicha gema.
Serena, con su don de la transformación, se convirtió en una criatura capaz de detectar la emanaciones de la piedra, guiando al grupo hacia donde se hallaba.
Matt aplicó su magia de velocidad para crear un vórtice de energía alrededor de la gema, ralentizando sus efectos para que los demás actuasen con mayor precisión.
Andrew, utilizó su magia silenciosa para contrarrestar los sonidos discordantes generados por la gema, creando una barrera de calma a su alrededor.
Rocket, con su magia de fuego controlado, purifica la energía negativa, despojando a la joya de su malignidad.
Y yo utilicé mi control sobre la magia de la noche para envolver la gema en sombras, disminuyendo su resplandor para devolverla a la Cámara de las Reliquias.
Al cerrar la vitrina, un papel amarillento cayó a mis pies. Era un antiguo contrato mágico que vinculaba a Ignatius, un profesor despedido por sus malas artes, que murió de un infarto ipso facto.
—¡Sacad de nuevo esa gema y devolvédmela!
—¡Ni hablar!
Ante nosotros estaba el mismísimo espectro de Ignatius, pero acabamos con su malvado plan. Yo le deslumbraba con mis sombras nocturnas, mientras Matt y Serena le neutralizaron, Rocket creó a su alrededor una barrera de fuego. Entonces Andrew, en su silenciosa maestría, contrarrestó los conjuros oscuros.
Ignatius fue entregado al director de la escuela que, encerró al fantasma en un tarro mágico e imposible de abrir o romper.
La Escuela Mágica de Everglow se transformó en un lugar donde cada estudiante, independientemente de sus habilidades o peculiaridades, encontraba un espacio para crecer, aprender y prosperar en armonía. Nosotros seguíamos siendo los raritos, El Club de los Zombis, aunque ahora todos querían ser nuestros amigos.
Y aquí hemos vuelto Matt y yo veinte años después. Acompañando a nuestra hija, Candy, en su primer día en la escuela, con sus rizos de colores y Mr. Rainbow, que es inmortal y nunca envejece. Ha heredado mis ojos y es zurda como Matt. Toda una súpermegahíperbendición.