Reto: Luces y sombras de medianoche
de Libros.com
[INTRO MÚSICA]
¡Buenas tardes, queridos oyentes de la K973! Hoy empezamos el programa hablando de Kevin Johnston, el niño de tres años que un año después, sigue sin saberse su paradero.
[MÚSICA SUSPENSE]
La última vez que lo vieron, estaba en el Parque Central de la ciudad. Según los informes, el niño se encontraba jugando mientras sus padres conversaban con amigos. Sin embargo, Kevin desapareció sin dejar rastro y
hasta el momento, no se ha encontrado ninguna pista sólida sobre su paradero. Algunos testigos aseguran que vieron una furgoneta blanca conducida por un extraño hombre alrededor del parque.
La familia del pequeño ha apelado a la solidaridad y han organizado una vigilia comunitaria para esta noche, donde amigos, vecinos y voluntarios se reunirán para orar por su pronta aparición y brindar apoyo a la familia.
[MÚSICA EMOTIVA]
Y hasta aquí el boletín especial sobre el pequeño Kevin Johnston. Les recordamos que cualquier información relevante debe ser comunicada a las autoridades.
[SALIDA DE MÚSICA]
Dos años después...
Arthur llevaba una hora andando bajo la luna llena por aquel bosque. Había tenido que dejar su viejo Chrysler en donde acababa el camino de tierra. De pronto, los árboles se fueron espaciando, dejándole ver en la lejanía, una línea de luces rojas equidistantes y fijas. Continuó andando hasta llegar a un claro donde una imponente casa de tres pisos, extraña y aparentemente bien cuidada y acondicionada, se erguía tan lejos de la civilización.
Antes de ponerse a inspeccionar el lugar, Arthur se dispuso a dar el último trago de bourbon de su petaca y a comerse medio sándwich que guardaba en el bolsillo de su americana. Entonces, la puerta de la casa se abrió y salió de ella una niña de unos cuatro años. Iba descalza y vestía un camisón blanco con flores amarillas. Su melena rubia estaba despeinada de haber estado durmiendo.
Detrás de ella salieron dos niñas más, de unos seis y diez años respectivamente.
—¡Anne! ¿Qué haces? sabes que no podemos salir de noche sin el permiso de Padre y Madre —dijo la mayor visiblemente nerviosa.
—Es que me hago pis... Y Padre y Madre no nos dejan en casa si no están.
—Bueno. Vale. Yo también tengo... ¿Tú también tienes ganas, Katie? —le preguntó a la mediana.
—Pues sí, Grace. Me hago pis entera.
Las tres niñas rieron, pero pararon en seco. Se acercaron a un montón de piedras, y contra todo pronóstico para Arthur, las criaturas levantaron sus camisones y se dispusieron a orinar como lo harían unos niños. Jugaban a mojar las piedras con sus chorros de orina. Un juego de lo más inocente, si no fuera por el "pequeño" detalle de que iban vestidas, llevaban el pelo y tenían nombres, como niñas.
Anne, Katie y Grace regresaron a la casa. Arthur vio que allí su móvil tenía cero cobertura. La familia Johnston le había contratado para averiguar algo sobre su hijo Kevin. Los años sin saber nada sobre su paradero eran como la muerte en vida para aquellos padres.
Arthur estaba seguro que la niña llamada Katie, era Kevin en realidad. De hecho, según una foto que tenía del niño. Katie y él tenían la misma deformidad en su brazo izquierdo, debido a un problema en su nacimiento con los fórceps. Y que las otras dos niñas, posiblemente fueran otros niños raptados. Y aquella casa tan enorme, más bien pareciera una especie de extraño internado o institución. El hombre se preguntaba si habría otros niños en aquella casa, engañados y tratados como a niñas, dejando por el país a familias destrozadas por sus desapariciones.
Mientras Arthur divagaba con todo aquello, las luces rojas que rodeaban la casa como si estuvieran flotando, cambiaron a ámbar y luego a verde, como si de un semáforo se tratara.
Un haz de luz verde desde las luces que se habían convertido en sólo una, apuntó justo en la puerta del edificio y tres personas se materializaron en aquel mismo punto.
Un hombre y una mujer de piel irisada y brillante que carecían de orejas porque lo dejaba ver la forma en como les nacía el pelo en sus cabezas, como las crines de los caballos. En medio de ellos, se encontraba un niño de unos dos años, agarrado de sus manos a las de ellos. No lloraba y parecía tranquilo.
—Ya estamos en casa, Lottie —dijo uno de aquellos seres.
—No. Yo, Louis.
—No, amor. Tú eres Lottie. Y nosotros somos Padre y Madre, y vivirás aquí con el resto de tus hermanas...
Entonces, todas las ventanas de la casa se abrieron y un montón de niñas se asomaron. Arthur, escondido en la penumbra, pudo contar unas cincuenta. Entre ellas estaban Katie/Kevin y las otras dos, Anne y Grace. Y las cincuenta niñas empezaron a decir una por una:
¡Hola, Lottie!
¡Hola, Lottie!
¡Hola, Lottie!...
Arthur, perplejo ante las extrañas cosas que estaba presenciando, parecía que la casa era un lugar donde estaban retenidos aquellos niños, transformados y adoctrinados para vivir como si fueran niñas.
Sabía que debía alertar a las autoridades para rescatar a los niños y desenmascarar a aquellos seres que se hacían llamar Padre y Madre. Pero también era consciente de que debía tener pruebas sólidas para respaldar sus acusaciones. Así que se adentró nuevamente en el bosque y se dirigió hacia su automóvil pensando en cómo recopilar evidencias para que las autoridades le tomaran en serio.
Al llegar al coche, encendió el motor para regresar a la civilización y contactar con la policía. Les daría la ubicación exacta de aquella misteriosa casa. También pensó en llamar a algún periodista o investigador con experiencia en casos de trata de personas. No descansaría hasta que los niños fueran liberados.
El coche, entonces fue engullido por un haz de luz roja, dejando sólo el eco del estallido eléctrico...
Mientras, los Johnston permanecían sumidos en la oscuridad, esperando que alguien desentrañara el enigma y pusiera fin a su sufriendo. Y como ellos, otras cincuenta familias más.