Mostrando entradas con la etiqueta Libros.Com. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Libros.Com. Mostrar todas las entradas

08/03/2024

En mi propia habitación

Virginia Woolf (1882 - 1941)
Reto: Cartas a Virginia
de Libros.com


Hoy es una mañana cualquiera de 1930.

No soy tonta, pienso mientras termino mi desayuno. 

Soy mujer, y eso no debería hacerme de menos ante un hombre. 

Pienso. Siempre pienso. A veces lo hago hasta agotarme de tanto pensar. De preocuparme por todo. 

No todas las veces encuentro cómo poder plasmar mis pensamientos en papel pero mi amiga Virginia, me animó a tener mi habitación propia, como de la que habla en su último libro, para poder hacerlo. Pero aún así, procuro encontrar mis momentos de escape delante de este escritorio. Sobre todo por la mañana temprano o a la relajante hora de la siesta.

Me gusta el olor del cuaderno y de la tinta. Me relaja el sonido que la pluma hace al deslizarse formando las palabras y las frases de mis escritos. 

Mi marido prefiere pescar en el río. Mi hija es feliz con sus pinturas al carboncillo y mi hijo, que aún es demasiado pequeño, se entretiene con su caballito de madera. La verdad es que ellos, aunque me den trabajo en casa, me lo ponen bastante fácil. 

Soy consciente de ser una mujer privilegiada. Desde niña nunca me fue denegado el acceso a la biblioteca de mi familia, pudiendo leer obras que a otras les fueron prohibidas. Nacer en una familia desahogada económicamente y mantener ese estatus al formar la mía propia, es una suerte que la mayoría no tienen. 

Mi marido jamás me ha cortado las alas. Él quiere estar con una mujer feliz e inteligente. Amar a una compañera de vida que tenga sus propias creencias y que no se dedique a ser un mueble más de la casa. 

Sé que el mundo está cambiando y que muchos más cambios están por venir aunque todavía no se vean, y así educaré a mis hijos, a respetar a las personas, sean hombres o mujeres. A mí hija le enseñaré a no minusvalorarse por el hecho de ser mujer que, en muchos casos, tendrá que verse en un mundo de hombres. A mí hijo, a respetar a las mujeres, pues viene de ellas. Yo, su madre, pero también de sus abuelas y de todas las que nos precedieron. 

¿Y tú? ¿Has encontrado una habitación propia? ¿Has encontrado tu lugar en el mundo?

11/02/2024

La memoria que va y viene

Reto: Voces de Ramón J. Sender
de Libros.com



—¿Cómo estás esta mañana, Aquilino? Hoy hay tu comida favorita: sopa de estrellitas y tortilla de patatas —dijo Víctor, el sonriente enfermero. 

—¿Con cebolla? 

—Siempre con cebolla para ti. 

—¿Aún te acuerdas de cuando comíamos patatas pero no así, Rafael? Hasta las mondas nos parecían buenas cuando éramos unos zagales. 

—Aquilino, yo no... 

—Ya sé que no nos hemos visto en veinte años. ¡Estás hecho un buen mozo! ¿Te has casado? ¿Tienes críos? Pobrecita tu madre, que en gloria esté. Me lo dijo Antoñita el año pasado. 

—Aquilino... De verdad. Yo no... 

—Tranquilo. Coge esa silla y siéntate. Tengo un poco de neumonía y por eso estoy en este hospital. A ver si viene mi Candela y la conoces. 


Aquilino se había olvidado por completo de su realidad. La que le situaba en los años veinte del siglo XXI, a pocos días de soplar noventa y dos velas. Nacido en 1932, la Guerra Civil le pilló siendo un niño. 


—Amigo mío —siguió. Me apenó mucho el no haber sabido casi nada de tu vida durante estos años. Yo me casé con Candela, la hija del boticario. No tenemos familia y, me temo que no tendremos, pues no le aguantan los críos en el vientre. La pobre llora cuando cree que no la escucho, pero yo no sé qué decirla. No es culpa suya...

Nos hemos venido aquí a Madrid porque me salió un trabajo de chófer. Me saqué el carné haciendo el servicio militar. Me gusta tanto estar al volante que no me lo pensé. A ver si en dos días me dan el alta y vuelvo a las calles. ¿Y tú qué? —Suspiró Aquilino antes de continuar—. Me enteré por mis suegros que tu madre y tú os habíais marchado del pueblo por los rumores. Que en Barcelona tu madre servía en casa de unos señores ricos. Si bien es cierto que tú y otros zagales del pueblo no teníais padre porque vuestras madres quedaron embarazadas sin estar casadas, o tan siquiera ennoviadas. Entonces nos cambiaron de párroco. A don Agustín se lo llevaron y dicen que lo fusilaron. Y que tu madre y otras cinco mozas germinaron seis criaturas del padre pecador. Pero a mi eso no me importa, Rafael. Siempre fuimos amigos. Y aunque yo siempre tuve padre y madre, soy el séptimo hijo del cura. Mi madre conoció a mi padre estando embarazada de dos meses. Se lo contó al poco aun con miedo a que la dejase por ello. Pero él la quería tanto, que le juró que cuidaría de ella y de mí como si fuese de su propia sangre. De esto me enteré hace poco, cuando mi padre murió. Así que, Rafael, además de mi amigo, eres mi medio hermano.


Aquilino, después de soltar aquello en uno de sus recuerdos no borrados por el Alzheimer, cerró los ojos y exhaló el aire de sus pulmones. Perplejo por lo que le había contado, Víctor sólo pudo certificar la muerte del residente.

17/09/2023

Lady Eleanor

Foto modificada por FaceApp
Foto modificada por FaceApp
Reto: Equienoccio de otoño
de Libros.com


Lady Eleanor era una dama que había sido educada para seguir las estrictas normas de la alta sociedad victoriana. Su compromiso con Lord Harrington, un hombre tan respetable como poco carismático, era una cuestión de conveniencia. Sin embargo, la vida de Eleanor dio un giro inesperado durante el baile anual en la mansión de los Wellington, llena de leyendas y misterios.

Mientras se deslizaba elegantemente por la pista de baile, su mirada se encontró con la de un misterioso forastero, el cual le resultaba tan atractivo como familiar. Su traje de corte extraño y sus profundos ojos destacaban entre la multitud, y Eleanor sintió una súbita e inexplicable atracción hacia él, una sensación de déjà vu que la dejó aturdida.

El misterioso extranjero se acercó a Eleanor con una sonrisa enigmática y la invitó a bailar. Mientras bailaban, él habló en voz baja, revelando su conocimiento sobre los secretos de la mansión y sus misteriosas leyendas. Eleanor estaba cada vez más cautivada por su conversación, sintiendo que compartían un vínculo más allá de lo que podía entender en un principio. 

Fue entonces cuando el forastero reveló su mayor secreto a Eleanor: era un descendiente directo suyo, venido del futuro. Concretamente, era su tataranieto, Kilian Harrington. Explicó que su conexión, esa atracción inexplicable, se debía a un antiguo ritual del equinoccio que había transmitido a través de las generaciones. La mansión, en ese momento, estaba imbuida de una extraña energía que solo se manifestaba durante aquella época.

Eleanor, sorprendida pero intrigada, decidió seguir al misterioso forastero más allá de la mansión, a un rincón secreto en el jardín donde el antiguo ritual debía llevarse a cabo. Allí, bajo la luz de la luna, se unieron en un acto que trascendía el tiempo y el espacio, reforzando su conexión a lo largo de las eras.

A medida que el sol salía en el horizonte, Kilian le prometió a Eleanor que volverían a encontrarse en su tiempo, y que su relación estaba destinada a cumplir un propósito mayor que ni él ni Eleanor comprendían por completo. Con suma delicadeza, el hombre tomó la mano de Eleanor y la besó, tras lo cual, desapareció en un destello de luz, dejando a Eleanor en su época victoriana pero con un nuevo propósito en su vida.

Desde aquel día, Lady Eleanor vivió con la esperanza de volver a encontrarse con su descendiente, sabiendo que su relación estaba destinada a desempeñar un papel crucial en el tejido del tiempo y el destino de su familia.

Lady Eleanor, atrapada en una vida de protocolos y conveniencia, había experimentado una noche que cambió su forma de ver la vida y todo lo que la rodeaba. Empezó a mirar con otros ojos a su prometido, dándose cuenta que  Lord Harrington, era un hombre tímido pero excepcional. Aquel descendiente suyo venido del futuro, había abierto las puertas a un mundo de enigmas y maravillas que ni ella misma podía comprender por completo.

En los años que siguieron a ese mágico encuentro con Kilian, Eleanor se convirtió en una figura respetada en la sociedad victoriana, que anhelaba secretamente la reunión con su tataranieto. Estudió los rituales del equinoccio y las historias de la mansión con una pasión que nadie sospechaba.

Finalmente, después de algo más de ocho décadas, llegó el día en que una anciana Eleanor, recibió una llamada de su nieto, que había sido abuelo. 

Eleanor y Daniel Harrington tuvieron un hijo y dos hijas. Y su primer nieto, hijo de su hijo, también fue un niño. Y también su bisnieto. Y ahora también, su tataranieto. 

Siempre con ayuda y rodeada de su familia, fue a la clínica donde la mujer de su bisnieto había dado a luz a Kilian Harrington, un bebé de casi cuatro kilos y cincuenta y un centímetros de largo. 

Con lágrimas en los ojos, Eleanor cogió a su descendiente cuando se lo pusieron en sus brazos y le agradeció por mantener viva la llama de su conexión a lo largo de las generaciones, y en aquel preciso instante, el bebé sonrió. 

Al final de su encuentro, el descendiente del futuro le reveló a Eleanor que su reunión tenía un propósito mayor: debían trabajar juntos para preservar el legado de la mansión y proteger los secretos que encerraba. Eleanor, ahora con un nuevo propósito en su vida, aceptó con determinación esta misión.

Poco después de ese emotivo encuentro, Lady Eleanor Harrington cerró los ojos por última vez. Pero su legado y su conexión con Kilian y la mansión, vivirían para siempre.

Kilian Harrington creció con el recuerdo de una joven Eleanor y el misterioso encuentro en el baile. Eternamente agradecido a que ella se casara con Daniel, haciendo así posible su propio nacimiento. 

03/09/2023

Black Annie

Reto: Equinoccio de otoño
de Libros.com


«¡Corre, insensato! Que el sol ha empezado a ponerse ya. Coge a tu niña y ponla a dormir bien cubierta y calentita bajo su edredón, y no te olvides de cerrar las ventanas y las puertas con todos sus cerrojos y pestillos echados. Que tampoco se te escape el detalle de dejar un círculo de sal rodeando su cama para que yo no pueda acercarme a ella. A esa preciosa niñita de cabellos dorados. 
¡JA! Me río en tu estúpida cara. ¿Tú sabías que yo no voy a venir hoy? ¿De verdad que no? ¿Estás sorprendido? Pues verás, monigote. no puedo venir porque simplemente, SIEMPRE he estado aquí. Al acecho.
Esperando a que se despierte porque tiene ganas de hacer pipí, o puede que quiera bajar a la cocina a por un vaso de agua. O a lo mejor, se aventure a adentrarse en la lúgubre oscuridad del largo pasillo hasta llegar a ti y a su madre porque ha tenido un mal sueño, buscando el refugio y protección de sus papás. Pero yo la agarraré y la llevaré a mi cueva en Dane Hills, continuando con la propagación de mi propia leyenda por todo Leicestershire.
Me llevaré a esa tierna criatura que tienes durmiendo en el piso de arriba tan plácidamente para beberme su sangre, comerme su tierna carne y hacerme finalmente con su piel, una nueva falda para mi guardarropa...»

Simon se despertó sobresaltado por aquel terrible mal sueño. Su primer pensamiento fue para su pequeña Margot, así que se dirigió al piso de arriba y fue directo a la habitación de la niña, pero su cama se encontraba vacía. Entonces, atravesó el pasillo para ir a su propio dormitorio. Se tranquilizó. Margot y su madre dormían plácidamente. Madeleine rodeaba a su hija en un protector abrazo...
¡Un momento! —pensó entonces Simon—. Esa no es mi Madeleine... ¡Saca tus negras zarpas y aleja tus podridos dientes de mi precioso ángel!
Simon, cegado y atormentado por la visión de Black Annis queriendo arrebatarle lo más preciado que poseía en la vida, se dirigió al armario empotrado que había en el mismo pasillo de fuera. Cogió el hacha de cortar leña, y sin mediar palabra, la blandió una, otra y otra vez, hasta que por fin dio muerte a la inefable bruja, quedando cubierto de pies a cabeza por la espesa sangre de aquel monstruoso ser. Tremendamente agotado, Simon cayó dormido de nuevo.
Eran las diez de la mañana cuando Matilda Mulligan entró a la casa ante la falta de respuesta por parte de los señores Sheran. Habían acordado que aquel día se llevaría a la niña a casa de su sobrina Elise para que pudiera jugar con ella, pues las dos tenían cuatro años y los niños no abundaban por aquella zona.
Matilda abrió la puerta con su propia llave al ver que los Sheran no respondían al timbre. Esperaba que no se hubieran olvidado de lo acordado. Habían pasado todo el verano allí y septiembre ya había llegado. Y por lo que Simon le había comentado personalmente, no tenían previsto dejar la casa hasta pasada Navidad.
Margot, parada en medio de las escaleras de roble, tenía su camisón ensangrentado e iba descalza, aferrándose a su conejito de peluche, aturdida y llorosa. La mujer corrió hacia ella y abrazó con ternura, tratando de calmarla y protegerla de lo que hubiera ocurrido.
Al avanzar por el pasillo y llegar hacia la habitación de los padres de Margot, Matilda se detuvo en seco al descubrir a Simon y a Madeleine, muertos. Madeleine había sido brutalmente asesinada a hachazos. La cama estaba cubierta de sangre y el hacha yacía cerca del cuerpo de Simon. Los ojos del hombre reflejaban el terror que había experimentado. Cosas terribles que sólo él pudo sufrir en su mente.
La niña fue llevada a una institución de Londres donde pronto encontró una familia de adopción, y pareció olvidar lo acontecido aquella aciaga noche, precisamente por su corta edad.
El pequeño pueblo quedó conmocionado por tan trágica historia y los rumores empezaron a correr como la pólvora. Todos creían que lo que les ocurrió a los Sheran tenía una conexión siniestra con la obra en la que Simon estaba trabajando. Su obsesión por escribir un antiguo diario que relataba rituales oscuros y entidades que despertaban durante una fecha concreta, había desencadenado todo aquello.
Lo que Simon no sabía era que al profundizar sobre aquellas entidades malignas, había abierto sin querer, una puerta a lo desconocido. La investigación que siguió a todo el trágico suceso, reveló la inquietante relación entre la escritura de Simon y la pesadilla que había invadido su vida.
El pueblo ahora se enfrentaba a un oscuro y aterrador misterio, donde todo escapaba de la razón y la lógica.
Por su parte, Matilda Mulligan, cerró la casa a cal y canto. Incluso mandó tapiar puertas y ventanas para que no pudiera ser ocupada y jamás volvió a alquilarla. Ni tan siquiera se atrevió a venderla, por mucho que aquello pudiera ocasionarle alguna pérdida de dinero.

01/08/2023

Puntos y rayas

Reto: Luces y sombras de medianoche
de Libros.com


La noche caía sin tregua en la ciudad y un aire frío y espeso se colaba por sus calles. En una de ellas, más concretamente un callejón sin salida, un edificio abandonado se levantaba al fondo con sus ventanas rotas, cubiertas de polvo y telarañas. Pese a su ruinoso estado, una de aquellas ventanas destacaba en especial en medio de la negrura, pues emitía una luz roja de forma intermitente.

Aquello sólo era el comienzo. Lo que pocos sabían, es que al llegar la medianoche, cuando las manecillas del reloj se alineaban y la mayoría del mundo dormía, el edificio cobraba vida.

Brad Redford, un joven investigador centrado en los enigmas históricos, había oído las historias que corrían sobre aquel lugar. Rumores que aún seguían después de tantas décadas. Intrigado, decidió descubrir qué había tras la luz de la ventana aproximándose con sigilo y su linterna en la mano. Fijó su mirada en la ventana y pudo observar que el resplandor seguía alguna especie de pauta, como un código. Unos destellos largos y cortos, en patrones repetitivos que formaban una secuencia. El corazón del hombre se aceleró al saber de qué se trataba. Él sabía descifrar el código morse. Utilizado especialmente en la Segunda Guerra Mundial para transmitir información encriptada.

Nervioso por la emoción de estar ante un verdadero enigma al fin, comenzó a desentrañar el mensaje que se escondía en aquellos destellos rojos. Las palabras comenzaron a tomar forma en su mente y las transcribió en una libreta con su vieja pluma, regalo que su padre le hizo por su decimoquinto cumpleaños. Aquel edificio había sido una vez, base de operaciones clandestinas durante la guerra y guardaba un recuerdo de un oscuro y peligroso pasado.

El mensaje morse, con sus pausas y repeticiones, desenterraba una red de espionaje, informantes encubiertos y operaciones encargadas de cambiar el curso de la guerra. Aquella ventana solitaria había sido testigo de encuentros secretos, transmisiones codificadas y estrategias que podrían haber cambiado el destino del mundo entero.

Brad, tan metido y absorto en la tarea de saber la verdad, no se percató de que no se encontraba solo en aquel lugar. Una sombra se alzaba detrás de él, silenciosa y amenazante. Al girarse, sus ojos se encontraron con los de un anciano vestido con un traje desgastado y con una mirada intensa y llena de determinación.

Hans Schultz, el anciano, había sido un agente encubierto de la guerra, guardaba celosamente aquellos secretos que aún quedaban por desvelar. Sabía que el investigador podía poner en peligro todo lo que había permanecido oculto hasta aquel momento. Entonces, la calma de la noche se disipó del lugar.

Empujado a huir por su vida, Brad corría frenéticamente por el laberinto oscuro que formaba el edificio, con largos pasillos abandonados y habitaciones vacías en una especie de juego del 'Gato y el Ratón'. El viejo Hans le perseguía sin tregua con su Luger P08.

Cansado de huir de aquel viejo, todo le parecía absurdo y loco. Su determinación creció y se vio fuerte para enfrentarse a aquel guardián de secretos nazis. No dejaría que se volvieran a ocultar en las sombras.

En una sala polvorienta iluminada únicamente por el resplandor de la luna llena, Brad y Hans se encontraron cara a cara. La mirada fría del único ojo del anciano mostraba el peso de sus experiencias pasadas. Su parche en el ojo derecho no ocultaba totalmente la cicatriz que lo atravesaba. Pero el joven no se dejaría intimidar por él.

El tenso silencio de la habitación se rompía solamente por el viento que soplaba entre los escombros. De pronto, Brad se vio con el arma de Hans apuntándole.

En un momento dado, Brad desarmó al anciano y lo inmovilizó, dejándolo derrotado y exhausto, y le instó a que le contara la verdad.

Aquel edificio había sido una base de operaciones de inteligencia durante la guerra donde mantenían reuniones clandestinas donde se transmitían valiosos mensajes de inteligencia. Pero con el final de la guerra llegó su abandono y olvido.

Con las primeras horas del amanecer, la ciudad comenzó a despertar La luz del día entraba lentamente en el edificio, revelando su decadencia y misterio. Brad lo dejó atrás, también a un compungido Hans. Con una mezcla de alivio y melancolía, salió de allí. Había enfrentado el peligro y descubierto aquellos secretos.

16/07/2023

En medio del bosque


Reto: Luces y sombras de medianoche
de Libros.com



[INTRO MÚSICA]

¡Buenas tardes, queridos oyentes de la K973! Hoy empezamos el programa hablando de Kevin Johnston, el niño de tres años que un año después, sigue sin saberse su paradero.

[MÚSICA SUSPENSE]

La última vez que lo vieron, estaba en el Parque Central de la ciudad. Según los informes, el niño se encontraba jugando mientras sus padres conversaban con amigos. Sin embargo, Kevin desapareció sin dejar rastro y

hasta el momento, no se ha encontrado ninguna pista sólida sobre su paradero. Algunos testigos aseguran que vieron una furgoneta blanca conducida por un extraño hombre alrededor del parque.

La familia del pequeño ha apelado a la solidaridad y han organizado una vigilia comunitaria para esta noche, donde amigos, vecinos y voluntarios se reunirán para orar por su pronta aparición y brindar apoyo a la familia.

[MÚSICA EMOTIVA]

Y hasta aquí el boletín especial sobre el pequeño Kevin Johnston. Les recordamos que cualquier información relevante debe ser comunicada a las autoridades.

[SALIDA DE MÚSICA]


Dos años después... 

Arthur llevaba una hora andando bajo la luna llena por aquel bosque. Había tenido que dejar su viejo Chrysler en donde acababa el camino de tierra. De pronto, los árboles se fueron espaciando, dejándole ver en la lejanía, una línea de luces rojas equidistantes y fijas. Continuó andando hasta llegar a un claro donde una imponente casa de tres pisos, extraña y aparentemente bien cuidada y acondicionada, se erguía tan lejos de la civilización.

Antes de ponerse a inspeccionar el lugar, Arthur se dispuso a dar el último trago de bourbon de su petaca y a comerse medio sándwich que guardaba en el bolsillo de su americana. Entonces, la puerta de la casa se abrió y salió de ella una niña de unos cuatro años. Iba descalza y vestía un camisón blanco con flores amarillas. Su melena rubia estaba despeinada de haber estado durmiendo.

Detrás de ella salieron dos niñas más, de unos seis y diez años respectivamente.

—¡Anne! ¿Qué haces? sabes que no podemos salir de noche sin el permiso de Padre y Madre —dijo la mayor visiblemente nerviosa.

—Es que me hago pis... Y Padre y Madre no nos dejan en casa si no están.

—Bueno. Vale. Yo también tengo... ¿Tú también tienes ganas, Katie? —le preguntó a la mediana.

—Pues sí, Grace. Me hago pis entera.

Las tres niñas rieron, pero pararon en seco. Se acercaron a un montón de piedras, y contra todo pronóstico para Arthur, las criaturas levantaron sus camisones y se dispusieron a orinar como lo harían unos niños. Jugaban a mojar las piedras con sus chorros de orina. Un juego de lo más inocente, si no fuera por el "pequeño" detalle de que iban vestidas, llevaban el pelo y tenían nombres, como niñas.

Anne, Katie y Grace regresaron a la casa. Arthur vio que allí su móvil tenía cero cobertura. La familia Johnston le había contratado para averiguar algo sobre su hijo Kevin. Los años sin saber nada sobre su paradero eran como la muerte en vida para aquellos padres.

Arthur estaba seguro que la niña llamada Katie, era Kevin en realidad. De hecho, según una foto que tenía del niño. Katie y él tenían la misma deformidad en su brazo izquierdo, debido a un problema en su nacimiento con los fórceps. Y que las otras dos niñas, posiblemente fueran otros niños raptados. Y aquella casa tan enorme, más bien pareciera una especie de extraño internado o institución. El hombre se preguntaba si habría otros niños en aquella casa, engañados y tratados como a niñas, dejando por el país a familias destrozadas por sus desapariciones.

Mientras Arthur divagaba con todo aquello, las luces rojas que rodeaban la casa como si estuvieran flotando, cambiaron a ámbar y luego a verde, como si de un semáforo se tratara.

Un haz de luz verde desde las luces que se habían convertido en sólo una, apuntó justo en la puerta del edificio y tres personas se materializaron en aquel mismo punto.

Un hombre y una mujer de piel irisada y brillante que carecían de orejas porque lo dejaba ver la forma en como les nacía el pelo en sus cabezas, como las crines de los caballos. En medio de ellos, se encontraba un niño de unos dos años, agarrado de sus manos a las de ellos. No lloraba y parecía tranquilo.

—Ya estamos en casa, Lottie —dijo uno de aquellos seres. 

—No. Yo, Louis.

—No, amor. Tú eres Lottie. Y nosotros somos Padre y Madre, y vivirás aquí con el resto de tus hermanas...

Entonces, todas las ventanas de la casa se abrieron y un montón de niñas se asomaron. Arthur, escondido en la penumbra, pudo contar unas cincuenta. Entre ellas estaban Katie/Kevin y las otras dos, Anne y Grace. Y las cincuenta niñas empezaron a decir una por una:

¡Hola, Lottie!

¡Hola, Lottie!

¡Hola, Lottie!... 

Arthur, perplejo ante las extrañas cosas que estaba presenciando, parecía que la casa era un lugar donde estaban retenidos aquellos niños, transformados y adoctrinados para vivir como si fueran niñas.

Sabía que debía alertar a las autoridades para rescatar a los niños y desenmascarar a aquellos seres que se hacían llamar Padre y Madre. Pero también era consciente de que debía tener pruebas sólidas para respaldar sus acusaciones. Así que se adentró nuevamente en el bosque y se dirigió hacia su automóvil pensando en cómo recopilar evidencias para que las autoridades le tomaran en serio. 

Al llegar al coche, encendió el motor para regresar a la civilización y contactar con la policía. Les daría la ubicación exacta de aquella misteriosa casa. También pensó en llamar a algún periodista o investigador con experiencia en casos de trata de personas. No descansaría hasta que los niños fueran liberados.

El coche, entonces fue engullido por un haz de luz roja, dejando sólo el eco del estallido eléctrico...

Mientras, los Johnston permanecían sumidos en la oscuridad, esperando que alguien desentrañara el enigma y pusiera fin a su sufriendo. Y como ellos, otras cincuenta familias más.

11/06/2023

Bea Cox y la verdad de César Max

Reto: Vamos a la feria del libro
de Libros.com

Como cada año, La Feria del Libro más importante de la región, abría sus puertas y durante tres días, escritores y lectores se verían las caras.
Había puestos para todos los gustos. Novela, ensayo o poesía. Terror, infantil, novela negra o histórica, ciencia ficción o recetas de cocina entre otros muchos. Todo era fiesta y bullicio con largas colas en las firmas de autógrafos. 
Durante el viernes que aconteció la primera jornada, todo parecía ir según lo previsto, pero cuando llegó el sábado por la mañana, algunos escritores habían desaparecido. Los organizadores no querían dar la voz de alarma todavía, pero lo peor estaba por llegar. 
Los escritores comenzaron a desaparecer uno tras otro. En medio de las firmas de libros, en pleno bullicio de la feria. Simplemente se esfumaban sin dejar rastro, sin nadie saber qué estaba sucediendo ni cómo detenerlo. 
Entonces Bea Cox, la emergente y fulgurante autora de literatura juvenil, decidió adentrarse en el enigma que estaba envolviendo a la feria. Intrépida y amante del misterio, se convirtió en la improvisada detective del evento. 
Bea comenzó a entrevistar a testigos, revisar las grabaciones de seguridad y estudiar minuciosamente los horarios y actividades de cada uno. Pero aparentemente no encontró pistas o patrones claros que pudieran ayudarla. 
Pero Bea notó algo extraño. En las grabaciones, siempre había una figura sombría al fondo de la escena momentos antes de cualquier desaparición. Era una silueta oscura, prácticamente imperceptible entre la multitud, que parecía observar atentamente cada firma de libro. 
Aquella misma tarde, Bea siguió a la sombra por el intrincado de la feria hasta alcanzarla en un rincón apartado de todo el mundo. 
Bajo la capucha de aquella sudadera negra, se encontraba César Max. Un autor frustrado que no acababa de encontrar su hueco en el mundo literario. Se sentía eclipsado y olvidado por todos. 
Movido por esa envidia, había planeado hacer desaparecer a los escritores. Los llevaba a un lugar secreto y los encerraba para quitarse a la competencia de enmedio… Si sólo quedaba él, todo el éxito sería suyo. 
Bea, con sus dotes para la psicología, lo disuadió de seguir con aquel peligrosísimo plan. 
Al saberse la verdad, los escritores fueron liberados y César rindió cuentas por sus actos, y la feria pudo continuar con cierta normalidad, no sin cierto resquemor. 
Beatriz se convirtió en la heroína del evento y recibió el empujón definitivo que su carrera necesitaba. Se ganó el reconocimiento y respeto de la industria editorial. 
César, condenado a prisión, reflexionó y escribió un libro sobre las oscuras motivaciones que le llevaron hasta allí, así como su camino hacia la redención y la comprensión de sus errores.
Su libro fue publicado tras su liberación con ayuda de Bea Cox, siendo un éxito rotundo. 
La obra de César fue aclamada por la crítica y se convirtió en un fenómeno literario, atrayendo la atención de lectores de todo el mundo que encontraron inspiración y reflexión en sus palabras.
César Max se convirtió en un autor reconocido y respetado.

23/05/2023

Un hogar llamado mar

Reto: Historias de verano
de Libros.com


Seis meses...
Bueno, para ser exactos, hacía seis meses y trece días que había conocido a Nerea en el hospital, cuando la trajo la ambulancia por la rotura doble de tibia y peroné de sus dos piernas. Un coche la atropelló en mitad de la noche y se había dado a la fuga.
Yo había sido una de las personas con quien más tiempo había pasado, ayudándola en la rehabilitación. Era toda una valiente. Una chica callada y tenaz.
Ahora, yo conducía y ella tarareaba las canciones de la radio con los ojos entrecerrados. Conmigo era con quien más se había abierto pero aún así, costaba horrores sacarle los detalles de su vida. Siempre me decía que su familia no podía venir a verla al hospital porque no estaban en la península y, que no tenían teléfono. Que no les dijo a dónde iba, por lo que todo este tiempo lo habían pasado sin saber nada de ella.
Cuando la encontraron, no llevaba ropa encima, y mucho menos, documentación.
—¿En qué piensas, Nerea?
—¿Ah? ¡Oh! En nada y en todo a la vez... A mi padre le va a dar algo. Al principio me horrorizaba la idea de un castigo por haber desaparecido pero, después de tanto tiempo, y cuando sepan por todo lo que he tenido que pasar, me perdonarán y se alegrarán de tener a su hija por fin de vuelta.
—¿Te escapaste de casa?
—No. Sólo quería conocer mundo porque nunca había salido de nuestra villa. Quería ver más allá de la costa.
—Pues te digo que no te pierdes gran cosa. Tu aldea, Caión, es preciosa y tranquila. Ya me gustaría vivir en ella.
—Bueno. Será que muchas veces queremos lo que no tenemos. Aunque ahora mismo, lo que quiero es volver y abrazar a mis padres y a mi hermana, y por eso te agradezco infinitamente que me ayudes.
—No hay de qué...
No supe cómo continuar aquella frase. Ella me gustaba mucho, pero no me atrevía a decirle nada por miedo al rechazo. Estaba decidido a esperar, a que se asentara de nuevo en su casa y recibiera el calor de los suyos. Además, yo sentía una tremenda curiosidad por saber quién era ella y sus circunstancias.
Por fin llegamos a Caión. El viento soplaba con fuerza en la playa de Arnela, la que ocupa toda la zona bajo el paseo marítimo.
—Tengo que decirte algo, Lucas. Esta playa desaparece cuando la marea está alta, y para eso falta alrededor de una hora. Puedes acompañarme un rato, pero luego, será mejor que te vayas.
—Pero... ¿Qué vas a hacer? ¿No ha venido nadie a esperarte?
—Confía. Vendrán. Es mejor que subas al paseo. Gracias de nuevo por todo. TODO.
Nerea me dio un fugaz beso en los labios y me empujó dándome la vuelta para que me marchase. La obedecí. No pude resistirme a la fuerza invisible que emanaba de ella y desde arriba, fui testigo de algo que nunca he podido borrar de mi cabeza. Cuando la playa había desaparecido casi por completo a causa de la marea, Nerea se despojó de la ropa que yo mismo le había comprado. Cuando el agua tocó sus pies, la chica a quien yo había ayudado a la recuperación de sus piernas, dejó de tener aquellas dos extremidades y en su lugar, una cola de escamas irisadas brilló justo antes de zambullirse en el mar.
Me quedé durante cinco minutos mirando al horizonte con cara de tonto. No reaccionaba. No comprendía nada de lo que estaba pasando. Estaba preparado para distintos desenlaces, menos para aquello. De pronto, cuatro figuras surgieron del agua y me saludaron. Nerea estaba junto a quienes debían ser sus padres y su hermana. Todos sonreían ampliamente y volvieron a desaparecer.
Me fui hacia el coche y volví a mi casa, a mi vida. No estaba triste. Desde el saludo de aquellos cuatro seres, mi vida comenzó a ir cada vez mejor. Conocí a una chica fantástica y nos casamos. Y aunque no fuimos bendecidos siendo padres, hemos sido muy felices todos estos años.
Y aunque ella ahora ya no está físicamente, siempre está conmigo y soy feliz. Pude mudarme a Caión para asomarme al paseo cuando quiera y Nerea, viene a saludarme cuando la marea está alta. Sigue igual de bella cuarenta años más tarde. Muchos creen que sólo soy un viejo chocho pero, qué sabrán ellos.

03/05/2023

La chica de los veranos

Foto modificada por FaceApp
Reto: Historias de verano
de Libros.com


Cada verano, el pequeño Gabriel atravesaba medio país con sus padres para pasarlo en casa de sus abuelos, en un bonito pueblo de la sierra. Durante una semana, más o menos, se pasaban el tiempo saludando a los vecinos. Las señoras, querían todas sus dos besos de bienvenida mientras le decían lo guapo y alto que estaba. Aquel verano de 1981, Gabriel acababa de cumplir seis años, había terminado párvulos y estaba ansioso por empezar EGB, el colegio de los mayores.

El sábado por la tarde, Daniela, la hija de los vecinos de la casa de al lado, había salido a la fresca a peinarse su larga melena castaña de la que refulgía algunos destellos dorados. Gabriel se quedó mirándola. ¡Qué guapa era! Él no se había dado cuenta antes porque era demasiado pequeño. Unas graciosas pecas salpicaban la pequeña nariz de la chica, y unas largas pestañas hacían aún más mágicos sus grandes ojos marrones.

El pelo de Daniela era muy largo, tanto, que sobrepasaba la cintura. Ella inclinó la cabeza hacia delante y comenzó a cepillarse el pelo. Se estaba preparando para salir a la discoteca después de cenar porque ella era una chica grande. Una chica que en secreto, Gabriel adoraba. Se quedaba con la boca abierta cada vez que la veía ya arreglada para ir con su pandilla de amigos. Pero claro, él nunca le dijo nada primero, era demasiado tímido y se moría de la vergüenza. Era ella la que siempre tenía amables palabras para él y para todo el mundo. Era una joven maravillosa.

Aquel niño pequeño de comienzos de los ochenta, se acordaba precisamente ahora de aquellos sábados en los que su vecina salía a peinar su larga cabellera. Durante cuatro años, cada vez que iba al pueblo, bajaba a la calle para verla, hasta que en el verano que cumplió once años, ya no la vio más. Daniela se había casado con su novio y se habían mudado a Madrid, y Gabriel nunca se olvidó de ella.

Daniela para Gabriel, más que su amor platónico, era su obsesión, y nunca estuvo interesado en otras chicas porque su corazón estaba blindado, o eso creía él.

No fue hasta cumplir los dieciocho, cuando se dio cuenta que él no admiraba a Daniela porque la amara, sino porque secretamente quería ser como ella.

Ahora aquel chiquillo era una persona madura que sentada mirando su propio reflejo, dio el último retoque a su maquillaje y se cercioró de que su pelo, no tan largo como el de Daniela, estuviera perfectamente peinado.

La ahora Gabriela, se había enamorado de algunos hombres a lo largo de su vida, pero sólo amó a una mujer, a Daniela. Un amor de niñez, pero no en el sentido romántico de la palabra. Aunque no lo supiera en aquellos momentos, no quería estar con ella. Quería ser como ella, el espejo donde mirarse. Y por eso ahora era lo que siempre había querido ser, una mujer.

26/04/2023

Por una gota de agua

Reto: Cuando marzo mayea, mayo marcea
de Libros.com


Sus tres siluetas se recortaban bajo la luz del amanecer, debían empezar a encontrar un lugar donde cobijarse del terrible calor de las horas centrales del día. Cintia y sus hermanos se movían de noche y descansaban de día. Siempre en ruta, buscando lo más preciado que había en la tierra, no eran diamantes ni cosas así, sino agua. La bendita agua que necesitaban para su supervivencia en un mundo de locos.

—¡Cintia, mira allí! Es una casa. Y aquello de al lado parece un pozo —susurró Hugo.

—¿Pasaremos el día ahí? —preguntó Bianca.

La hermana mayor no dijo nada durante unos segundos. Con veinte años, llevaba cuidando de sus hermanos totalmente sola desde que sus padres murieron dos años antes. Hugo era de mucha ayuda, el chicarrón de la casa, aunque aún bastante crío a sus quince años. Por su parte, Bianca era con once años, la benjamina y algo que sus hermanos se encargaban de cuidar y proteger aún por encima de ellos mismos.

Anduvieron cuatrocientos metros hasta llegar a la casa. Todo era un secarral. El mundo entero era un erial donde los polos se habían fundido. Ahora el planeta era más azul que nunca, pero el agua que anegó la gran parte de los continentes, era salada. Los más ricos se habían instalado en sus spa-bunkers donde desalaban el agua marina. Esos mismos ricos, descendientes de aquellos otros que utilizaban sus jets privados hasta para ir a por el pan, mientras en las televisiones, siempre se hacía hincapié sobre el ahorro del agua a la gente de a pie, la que vivía sin lujos. Siempre al pobre dándole ahí, en la llaga. Ahorra, no gastes, hay que apretarse el cinturón.

La población mundial había sido diezmada. Gente muriendo de sed en las calles, pero también por golpes de calor y síncopes, o por sus enfermedades agravadas por la falta de hidratación. Ya ni niños nacían, y si lo hacían, muchas madres no tenían leche en sus pechos para darles. Por no tener, no tenían ni lágrimas que poder llorar. El siglo XXII había empezado así de cruel.

Los hermanos pudieron obtener algo más de media taza de agua del pozo. Menos era nada... Hicieron un pequeño fuego donde asaron una pequeña lagartija y algunas cucarachas. Echaban de menos la carne, pero cada vez era más complicado encontrar algún pequeño mamífero o ave.

—Dormid un poco, Hugo—dijo Cintia. —Te despertaré en unas cinco horas para que me releves.

La chica estuvo despierta unas tres horas hasta que, sin darse cuenta, se durmió. Hacía una semana que habían tenido una mala experiencia con dos hombres que querían sus pertenencias y algo más... pero supieron defenderse y pudieron huir de ellos. La carne humana se había convertido en la dieta habitual de algunos indeseables...

Un cañonazo hizo temblar la casa. Aún era de día pero estaba oscuro. Cintia se asomó corriendo a la ventana. No podía creer lo que veía.

—¡Hugo! ¡Bianca! ¡Está lloviendo!

Cintia corrió afuera.

18/04/2023

El Libro de las Sombras

Foto modificada por FaceApp
Reto: ¡Llega el día de los libros!
de Libros.com

Cientos de libros ordenados en las estanterías de la biblioteca del convento desfilaban ante los ojos de Adelaida, la joven novicia, llegada apenas tres semanas atrás. 

—Sor Juana, ¿de qué tratan todos estos libros?

—Verás. Hay diferentes secciones —carraspeó Sor Juana—. Aquí se encuentran los dedicados a la gastronomía y recetas de cocina. De ellos, cogemos ideas para nuestros platos.

—Muy interesante. Me apasiona la lectura pero, cuente, cuente. Me interesan mucho los libros.

—¡Ay, joven! Allí hay libros sobre teología, evangelización de distintos países, medicina, anatomía…

—¿Y aquel libro que se encuentra bajo candado en aquella vitrina?

—Shhhhh —dijo persignándose la anciana monja—. Ese libro está custodiado por nosotras. Es uno de los  siete Libros de las Sombras que hay en el mundo, y es muy peligroso. Sus páginas contienen el Mal. Palabras redactadas por el mismísimo demonio. 

—Me gustaría leerlo… Para comprender. Si sabemos todo sobre el mal, nos debería ser más fácil el poder derrotarlo. 

—¡No digas eso, niña! Tú eres muy joven y pura, aún una novicia. Entiendo la curiosidad que te otorga la edad. Pero vete a tu celda, reza tres Avemarías y espera allí hasta la hora de la cena. 


Adelaida había empezado con las oraciones pero, al terminar la primera de ellas, unos susurros revoloteaban alrededor de sus oídos, y sentía como si unas manos invisibles la empujaran a salir de su cuarto. De pronto, se vio en la biblioteca, justo delante del grimorio prohibido. Algo la ayudó a cogerlo sin dificultad y leerlo para adquirir todo el conocimiento que contenía. A medida que leía el libro, la novicia podía sentir su mente llenándose de ideas oscuras y peligrosas, incapaz de apartar sus ojos de las líneas. Quería saber y aprender más. Con cada página que leía, el poder del libro se apoderaba de ella. Adelaida comenzó a sentir una fuerza extraña en sus tripas, como si algo se hubiera apoderado de su cuerpo y de su mente, impidiéndole controlar sus pensamientos y acciones.

Durante doce días, a razón de una por día, las monjas que conformaban la orden aparecían muertas en sus celdas con un rictus de horror en el rostro.

En aquellos días, el sacerdote de la iglesia del pueblo cercano y la guardia civil, se personaron en el monasterio. Pero nadie había escuchado nada por las noches. Todas las monjas y, hasta la mismísima Adelaida, estaban aterradas ante la idea de que algún asesino estuviera haciendo todo aquello. 

La noche número trece, la novicia, que se había negado a abandonar el santuario, se desnudó y subió los escalones de la torre del campanario y se lanzó al vacío. 

Los lugareños cuentan que, la joven Adelaida murió reventada por dentro, con una grotesca sonrisa dibujada en su cara. Todas las cruces se habían invertido y prendido fuego, incinerando todo el lugar y su entero contenido. Todo, menos el Libro de las Sombras, que permanecía intacto, vitrina incluida, en medio de las cenizas.