29/12/2022

Deirdre (1572 - 2022)

Ilustración generada con IA
Reto: A vueltas con el calendario
de Libros.com

Se acaba un calendario y comienza otro. 
El término calendario procede del latín «calendars», que designa el primer día del mes en el calendario romano. 
Ahora es hora de ajustar cuentas con el año que acaba en este último reto del año. Sólo habrá una situación en la hay que reescribir una de vuestras historias de Ludus publicadas en 2022. Puede cambiarse lo que se quiera, pero siempre ajustando cuentas.

La versión original aquí:


Halloween, 2022

Los ojos de la niña aún estaban acostumbrándose a la potente luz de la sala. No había dicho nada desde que la pareja de policías, Sam O'Riordan y Sarah Mitchell, la encontraron andando por el arcén de la autopista, la circunvalación M50 de la ciudad de Dublín. 
Una vez en comisaría, los agentes se hacían bastantes preguntas. 

—Me extraña que tras tantas horas, nadie haya denunciado su desaparición. Tendrá familia, digo yo —comentó O'Riordan. 
—La tiene —contestó Mitchell— Mira su disfraz, no le falta ningún detalle. Hasta los zapatos. Cualquier otra niña llevaría unas deportivas para ir a por caramelos por el vecindario. Por no hablar de ese broche. Debe valer un pastón. Créeme, sé de antigüedades, aunque este se vea como si fuese nuevo.

Deirdre les miraba sin comprender. Ella solo hablaba gaélico irlandés y, aquellas personas hablaban en inglés a unas cosas rectangulares que emitían luz, sonidos y vibraban. 
—Es una lástima —dijo O'Riordan— tendremos que llamar a asuntos sociales. No podemos tenerla aquí por mucho tiempo si nadie la reclama. 
Sarah Mitchell se acercó a la niña. Le había sacado un chocolate de la máquina de café y le había traído un sándwich de atún, lechuga y mayonesa. 
Deirdre miró lo que Sarah le había dejado en la mesa y después, le dirigió una inocente mirada y esbozó una leve sonrisa. Sus lágrimas ya se habían secado. Entonces una voz llamó a O'Riordan y a Mitchell que, dejaron sola a Deirdre por un momento. Cuando volvieron, cinco minutos después, no había rastro de la niña ni del sándwich, pero sí de un vaso vacío. Se había bebido el chocolate. Y aunque miraron por toda la comisaría y sus alrededores, no la encontraron por ninguna parte. 

Samaín, 1572

Ya había caído la noche en Dalkey. Elman y Kean, de trece y once años, llamaban a su hermana pequeña de seis. Se había perdido mientras buscaban setas y estaban muy asustados pensando en su pobre hermana en la fría oscuridad. Pero cuando se disponían a ir al pueblo para avisar a los mayores, Deirdre salió de una cueva a la que llamaban An Uaimh Ama (La Cueva del Tiempo). Llevaba algo en la mano que no habían visto jamás, un sándwich. 
Al volver a la aldea, su padre y sus tíos se habían preparado para salir en su busca y las mujeres, tenían la preocupación pintada en sus rostros. La madre de los niños salió a abrazarlos y el padre empezó a sermonear al hijo mayor, quien se echó toda la culpa de lo ocurrido. 
La normalidad volvió rápidamente al pueblo, pues todo quedó en que se habían rezagado cogiendo setas. No contaron a nadie que Deirdre había estado perdida. 
Los tres hermanos compartían una de las dos habitaciones de la casa, donde Deirdre sacó del bolsillo el sándwich. Se lo comieron y acordaron guardar el secreto de la cueva y visitarla juntos más adelante para ver el extraño mundo que Deirdre decía haber visto. 

20/12/2022

¿Quién viene esta noche?

 
Reto: Navidad, Navidad, dulce Navidad
de Libros.com

Normalmente, los niños están nerviosos la noche de diciembre en la que van les visita Papá Noel o San Nicolás. Pero, Ava y Leo estaban especialmente inquietos aquella noche del 5 de diciembre, pues sabían que no habían sido demasiado buenos durante aquel año y justo ahora se acordaban de cuando echaron el bote entero de comida para peces en la pecera y, el pececillo naranja comió hasta reventar, apareciendo flotando muerto a las pocas horas. También les vino a la mente cuando pisotearon en primavera las flores que su madre acababa de plantar en el jardín, o cuando se comieron con premeditación y alevosía, los bombones que se habían comprado para regalarle a tía Gladys por el día de su cumpleaños. Cuando cogieron el abrigo de su padre para limpiarle el barro a Yorki, el pequeño Yorkshire Terrier que amaba bañarse y embarrarse en los charcos... Además de ser bastante mentirosillos e inventarse historias porque sí. 
Como el Yin tiene el Yang, Papá Noel tiene a un ayudante muy especial llamado Krampus. 
Krampus ayuda a Papá Noel en una difícil tarea. Mientras que el señor bonachón de rojo reparte regalos y alegría a los niños buenos, Krampus visita a los niños que no se han portado bien. 
Su apariencia de cabra es aterradora, con largos cuernos y enormes dientes y, se cuenta que se lleva a los niños demasiado traviesos al inframundo y, una vez allí, se los come. 
Al llegar la hora de acostarse, los niños se pusieron especialmente quejicosos y llorosos, pero sus padres les mandaron a la cama igualmente porque era ya muy tarde para que unos niños de nueve años estuviesen despiertos todavía. 
Ava y Leo compartían dormitorio y dormían en sendas camas idénticas. Intentaron mantenerse despiertos para estar atentos a la aparición de Krampus, pero el sueño les fue cerrando poco a poco los ojos hasta que cayeron por completo en brazos de Morfeo. 
Pasada la media noche, con toda la casa a oscuras y en silencio, el ruido de una cadena oxidada arrastrándose por el pasillo despertó a los hermanos. No pudieron resistirse, la bestia los metió en un saco y se los llevó a su cueva. Una vez allí lez azotó con una vara de abedul que tenía para esos menesteres, para ver si de una vez por todas, se portaban bien. 
Los niños habían llorado a moco tendido por los azotes y por el miedo que estaban pasando. 
—Así que a partir de ahora os vais a portar bien, ¿verdad? 
—Síiiii. Lo prometemos. Seremos los niños más buenos del mundo —dijeron Ava y Leo al unísono. 
Lo último que vieron los nilos aquella noche fue a Krampus cerniéndose sobre ellos y después, oscuridad. 
Por la mañana, mamá fue a la habitación. Los niños dormían profundamente. Les despertó con un beso. Al abrir los ojos y ver que estaban de vuelta en casa, abrazaron muy fuerte a su madre y la llenaron de besos, jurando que jamás volverían a ser malos. 

15/12/2022

Las Huldras


Reto: Winter is coming
de Libros.com


En la pequeña aldea todo comenzó a torcerse al llegar el crudo invierno. Los lapones, acostumbrados al frío, no podían creer que aquel año fuese tan malo. tendrían que hacer verdaderos sacrificios para subsistir hasta la llegada de la primavera. Los hombres salían a pescar cada día mientras las poquísimas horas de luz lo permitían. 

Entonces, algunos hombres empezaron a no volver a casa después de ponerse el sol. Desaparecían sin dejar rastro. Otros, volvían con un brillo distinto en sus ojos y con oro, que decían haberse encontrado pescando. Fuera lo que fuese, algo raro estaba ocurriendo con los hombres. Algunos comentaban que habían visto a tres damas de inusual belleza merodeando por la zona, claramente forasteras, vestidas muy ligeras de ropa y que, se diferenciaban de las demás mujeres por tener cola de vaca y que si no las obedecías, te mataban. 

Aquel día, Jarko se propuso encontrar a su padre. Dos semanas desaparecido eran demasiadas para él, su madre y su hermana. 

Al llegar al lago, había una mujer de espaldas, arrodilla en el suelo, bebiendo agua helada. Estaba completamente desnuda, por lo que vio como una cola de vaca le salía de la parte baja de la espalda. Quiso quedarse quieto pero, al dar el último paso, la mujer se giró. no parecía tener frío ni sorprenderse por su presencia. Se levantó y se dirigió hacia Jarko, sinuosa. Quería acostarse con él allí mismo. El chico, que no tenía más de quince años, le dijo que no era buena idea. La Huldra furiosa, intentó arrancarle los ojos con sus largas uñas, pero Jarko le cortó la cola de un tajo con el hacha del pescado y la fiera murió desangrada. Entonces corrió hacia la aldea a contar lo sucedido para  acabar con las otras dos Huldras. 

11/12/2022

Los pasos que vienen

Reto: Versos absolutamente libres
de Libros.com

Los pasos que vienen,
Los pasos que van
Andan un trecho
Para luego parar.
Pisan sobre mí,
Estoy bajo el suelo
Con miedo en el sótano,
En donde mi abuelo.
Las bombas que caen,
Las balas que matan,
La lluvia que moja
Las heridas que sangran,
El viento que aúlla,
La madera que cruje
Y yo aquí escondida
Cuando la vaca muge.
Las botas que vienen,
Las botas que pisan
Y yo solo quiero
Que se marchen deprisa.

Los pasos que vienen,
Los pasos que van
Andan seguido,
No se van a quedar
Se llevan la vaca
Que me da alimento,
Me dejan sin nada
Por culpa de un sargento
Yo bajo la mirada
Aún estando muy quieta
Veo la estrella amarilla
Cosida a mi chaqueta,
Por esa estrella
Te disparan en la nuca
Y yo solo quiero
Celebrar el Hanukkah
Con mis amigos
Y seres queridos
Y dejar de escuchar
Estos pasos temidos.

05/12/2022

Roxana R6-NFR18

CONCURSO DE RELATOS 34ª
Ed. ¿SUEÑAN LOS ANDROIDE CON OVEJAS ELÉCTRICAS?
de Philip K. Dick

Las tres leyes de la robótica de Isaac
Asimov son:
  1. Un robot no puede dañar a un ser humano o, por inacción, permitir que un ser humano sufra daños.
  2. Un robot debe obedecer las órdenes que le den los seres humanos, excepto cuando tales órdenes entren en conflicto con la Primera Ley. 
  3. Un robot debe proteger su propia existencia en la medida en que está protección no entre en conflicto con la Segunda Ley. 
Roxana era la niña perfecta, la hija perfecta. Con esa cara redonda y sus mofletes sonrosados, con su melena pelirroja y la mirada azul, era lo que Úrsula y Martín siempre habían anhelado en sus vidas. Estas iban a ser sus quintas navidades juntos y no podían estar más dichosos con su querida hijita. Eran la auténtica estampa de una familia feliz. 
Como el 99,99 por ciento de la población mundial, la pareja era completamente estéril por un virus que se había propagado rápidamente en la década de los noventa del siglo XXI. Ahora, en el año 2112, tener un hijo propio era una utopía. Ni tan siquiera los más novedosos tratamientos de fertilidad habían podido plantar cara a dicho virus. 
A su vez, el mundo de los androides causaba furor. Era muy difícil distinguir si realmente se estaba ante un ser vivo o un robot. Así que, ante la imposibilidad de tener descendencia, muchos humanos obtuvieron una o varias de estas angelicales criaturas a la carta, eligiendo su apariencia física, así como su carácter y personalidad. 
Roxana había preparado la mesa para la cena de Nochevieja tal y como Úrsula le había encomendado. A decir verdad, la mujer se sorprendía con la rapidez y eficiencia con las que Roxana lo hacía todo. Para ella era una niña, su niña. Cada vez le costaba más ver que, en realidad Roxana R6NFR18 era un cyborg programado para ser una criatura obediente y adorable, incapaz de hacer daño a una mosca. Pero parecía tan real, que Úrsula y su marido Martín, se la quedaban mirando embobados muchas veces mientras jugaba con los tres perros de la casa. Simplemente, la niña androide estaba programada para ser amable, noble y bondadosa. Era demasiado perfecto. Nunca se enfadaba, jamás llevaba la contraria. No había problema para que se fuera a la cama por la noche o se levantara por la mañana. En casa de los Hernández-Bueno jamás había una voz más alta que la otra, ni llantos, ni desobediencias o reticencias para hacer cualquier tarea. 
—¡Todo tiene una pinta excelente, mamá! 
—¡Ay, hija! Me has asustado. No me hables de repente por la espalda, que no te veo y me sobresalto —dijo Úrsula mientras terminaba de emplatar las vieiras al vino blanco. 
—De acuerdo mamá. No volverá a pasar —respondió Roxana poniendo en su cara la sonrisa que tanto le gustaba a su mamá.


A los quince minutos llegó Martín del trabajo que fue directo a la ducha a prepararse para la celebración. Había pasado los dos últimos días encontrándose fatal y tenía mala cara. Quería espabilarse un poco. Una hora después, empezaron a llegar los demás comensales: Antonio y Marisa, los padres de Martín. Miguel, el viudo padre de Úrsula, junto a su otra hija Rebeca y el marido de ésta, Gabriel. En total, siete personas además de Roxana. 

Nada más sentarse a la mesa, todo el mundo se dio cuenta de lo mal que se veía Martín. Entonces, unas pústulas que iban del amarillo al verde empezaron a brotar y a explotar antes de terminar el segundo plato y un olor nauseabundo lo inundó todo. Las cosas ocurrieron demasiado rápido como para poder asimilarlo. Martín cayó al suelo entre temblores y una espuma blanca saliendo de su boca y, aunque Roxana sacó a relucir todo sobre primeros auxilios que sabía, el hombre murió. Todos se miraron horrorizados durante unos segundos sin articular palabra, hasta que una Úrsula fuera de sí, se lanzó sobre el cuerpo de su marido gritando su nombre. Roxana intentó consolarla. Como robot, no podía permitir que un humano sufriera, ya fuera por dolor físico o emocional. Había sido también programada para ello, pero no contaba con que en un momento dado Martín resucitara y de un bocado, le arrancara la nariz a su esposa. A partir de ese momento, el caos se apoderó de la estancia. Roxana no sabía qué hacer por primera vez en su existencia. No podía dejar que su madre fuera atacada por su padre, pero tampoco podía atacar a su padre. 

Cuando a las doce de la noche se retransmitían las Campanadas desde la Puerta del Sol, Rebeca y Miguel habían salido huyendo de la casa sin mirar atrás y dejando la puerta abierta de par en par. Todos los demás, convertidos en zombis, pero humanos a ojos de la IA Roxana R6NFR18, salieron detrás. La niña salió a la calle, a ella los zombis no la atacaban porque no era humana. Por inercia, fue hacia su colegio. Aunque no lo necesitaran, a los humanos con niños robot les hacía especial ilusión sentirse como aquellos padres de antes que llevaban a sus hijos a la escuela. Allí, se encontró con otros como ella, androides infantiles que, ante la degeneración de sus humanos se habían quedado huérfanos. Sin quererlo, el mundo acabaría estando bajo el dominio de las máquinas, simplemente por uno de los virus que la humanidad esparció.


03/12/2022

¿Dónde está el señor de rojo?


VadeReto de Diciembre 2022


Ded Moroz, Joulupukki, Jultomtem, Viejito Pascuero, San Nicolás, Babbo Natale, Father Christmas, Père Noël, Papá Noel… Supongo que a estas alturas ya sabéis de quién estoy hablando. Ese señor bonachón vestido de rojo gracias a una famosa bebida con cafeína, la cual pensó que el verde que lucía hasta entonces era un poco soso.
Pues bien, la pequeña Noelia de siete años estaba muy feliz de poder ir junto a sus padres a ver a Papá Noel. Aprovechando el puente de principios de diciembre viajaron hasta Finlandia, concretamente hasta Rovaniemi, donde se encuentra el cuartel general de Papá Noel. Allí podrían dar paseos en trineo tirado por renos, ver las auroras boreales, y por supuesto, conocer a Papá Noel que era lo que más interesaba a nuestra protagonista. Pero cuando la familia llegó a su oficina, todo era un correr de aquí para allá como pollo sin cabeza. Los elfos ponían el grito en el cielo porque Papá Noel, ni tampoco Mamá Noel, habían vuelto de las vacaciones en Hawaii que se estaban tomando desde agosto.

Bushy Evergreen, el inventor de la máquina de juguetes. No podía ni quería hacerla parar porque los niños no tenían la culpa de que Papá Noel hubiera decidido quedarse junto a su esposa en la playa tomando Piñas Coladas. El sudor le caía a goterones por la frente y estaba rojo cual tomate.

Shinny Upatree, cofundador de la Aldea con Papá Noel y viejo amigo suyo, no sabía qué más hacer. Le había llamado al móvil, enviado correos electrónicos, un par de cartas a mano. Incluso lo intentó con un telegrama y un burofax. Pero nada, no contestaba. 


Wunorse Openslae, no sabía qué hacer a parte de sacar lustre al trineo y de cepillar, alimentar y mantener sanos y en buena forma a los renos.


Sugarplum María, estaba igual de perdida que los demás. También para ella fue imposible que Mamá Noel le respondiera, y eso que era su asistente personal. Hacía un mes de su última videollamada en la que le prometía que le traería una de esas figuritas hawaianas que se ponen encima del salpicadero del coche. Sugarplum la colocaría en su moto de nieve, claro que sí.

Alabaster Snowball, que era el encargado de administrar TODAS las cartas que los niños enviaban por Navidad, hacía su trabajo cruzando los dedos para que por fin apareciesen los señores Noel por la puerta de la oficina. ¡Había que ver la cantidad de niños buenos que había por todo el mundo!

Y por último, Pepper Minstix, el guardián del secreto de la localización de la Aldea, que en vista de las tres personas que allí se encontraban, no había guardado demasiado bien dicho secreto. 


—¿Se puede saber qué hacen aquí? —dijo Pepper Minstix con el ceño fruncido— Si no son hadas, elfos, enanos… ni tan siquiera nuestra más acérrima competencia, el sabelotodo Melchor, Gaspar el rubiales y Baltasar el favorito de los niños… se les prohíbe la entrada a este lugar. 

—A ver… —comenzó a decir el padre— siendo usted un ayudante de Papá Noel, debería ser un poquito más simpático. Por lo menos, con la niña delante. Soy abogado y sé que es totalmente legal estar aquí. Si no, ¿por qué tienen una página web? 

—¿Una página web? ¿En Internet? Creo que se confunde. No somos un parque de atracciones. 

—Perdón Pepper —añadió Shinny Upatree— lo acabo de mirar, y sí. Nos estamos ofreciendo como un lugar en el que los niños pueden visitar al señor de rojo…


A Pepper Minstix casi le da un desmayo pero, entre Alabaster Snowball y Bushy Evergreen le ayudaron a reponerse. Ante el negro devenir de las navidades que se le presentaba ante sus ojos, no sabía qué hacer. Sin Papá Noel la campaña de este año iba a ser una hecatombe a nivel mundial. Entonces Sugarplum María preguntó cómo se llamaban. Ellos le dijeron que eran simplemente los papás de la niña. Que la importante allí era la niña de nombre, Noelia. 


—¿Noelia? ¿Pero qué me estás contando? ¡Te llamas igual que nuestro jefe! 

Sugarplum se quedó pensativa unos instantes, hasta que decidió hacer un corrillo con sus otros cinco compañeros. Estuvieron debatiendo durante media hora, hasta que encontraron una solución momentánea a sus problemas. 


—Pues bien, Noelia. Y papás —empezó a decir Shinny Upatree—. Ya que Papá Noel ni está, y parece ser que ni se le espera, hemos consensuado mis compañeros y yo, que como esta maravillosa criatura se llama como nuestro queridísimo jefe, podría ser quien entregase los juguetes a los niños estas navidades. ¿Qué les parece? 

    —Pero a Noelia aún le quedan unos días de colegio, y nosotros debemos presentarnos a nuestros trabajos —dijo la mamá algo alterada. 

    —No se preocupen por eso. Haremos unas llamadas. Tenemos un gran poder de persuasión —respondió Upatree. 

    —¡Yo quiero! ¡Yo quiero! ¡Yo quiero! Sí, por favor papás. Por favor…


Al final, los padres accedieron. Los ayudantes de Papá Noel movieron sus hilos mágicos e hicieron las llamadas pertinentes para que no hubiese ningún problema para Noelia o sus papás. Los días pasaban tranquilos pero con mucho trabajo qué hacer. A los papás les vistieron como ayudantes, y a Noelia le hicieron un precioso vestido rojo con detalles blancos.

   

El día 24 de diciembre todo estaba listo para la gran entrega de regalos. Noelia, arropada por todos, sería la cara visible de este año. Cuando de pronto un sonoro "Ho, Ho, Ho" resonó tan fuerte que hizo caer la nieve del tejado. Eran Papá y Mamá Noel que venían en un trineo improvisado tirado por seis delfines. 


—¡Hola a todos! No nos vais a creer todos los problemas que hemos encontrado para poder volver a casa. Ni pudimos comunicarnos de ninguna manera. Espero que a pesar de todo, el trabajo se haya ido haciendo y no sea tarde. Ho, Ho, Ho. 

    —Estábamos a punto de salir —dijo Shinny con una gran sonrisa por ver a su viejo amigo—. Noelia, iba a hacer de ti este año porque no estabas. Luego te contamos la historia. 

    —Ho, Ho, Ho ¡Eso es una genialidad! NOELIA. Vaya nombre más bonito. Ya que los dos estamos aquí… ¿Qué te parece si repartimos los juguetes juntos? 

    —Sí, sí, sí, y mil veces siiiii —dijo la niña saltando sin parar. 


Y así es como durante aquella noche de Navidad, Noelia y Papá Noel dieron la vuelta al mundo repartiendo regalos y felicidad. Y si la felicidad no era posible porque algunos niños lo pasaban mal al vivir en países pobres o en guerra, les dejaban también un poquito de esperanza y los mejores deseos.