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23 septiembre 2024

La dragona Tusvha, sexta parte.

 



Historia completa aquí

6

―¡El dragón negro! ―Exclamó, temeroso, uno de aquellos seres.

―No intentes zafarte de mis cuerdas mágicas, ni siquiera tus viles hechizos podrán liberarte.

Liuswel había sujetado con todos los hechizos que conocía a los dos seres para que no intentaran ninguna treta, como ya le ocurrió en un pasado cercano. Aprendió bien la lección. Debía mostrarse como un dragón fiero y extraerles, por las buenas o por las malas, la información que necesitaba.

―¿Dónde se encuentra el castillo? ¿Dónde está prisionera Tusvha?

―No te diremos nada, sabes que estamos más protegidos por nuestros hechizos que los que tú has usado contra nosotros. Tenemos más poder que tú.

―¡Eso habrá que verlo!

Habían enfadado al dragón negro que, con un solo movimiento de sus garras, elevó a los secuaces, los puso boca abajo en la chimenea y prendió fuego. Los seres oscuros se tambaleaban entre las cuerdas. El fuego era, quizá, a lo que más temían, aunque lo disimularon bien.

―¡De acuerdo! ¡Apaga el fuego! ¡Te llevaremos hasta él!

―No sé si puedo fiarme de vosotros. Prefiero que me lo digáis, puedo ir yo solito.

Los secuaces se miraron, mientras el fuego avanzaba hacia sus cabellos.

―¡Vale! Tenemos una bola mágica, ella es la que nos va indicando el camino hacia el castillo ya que este varía su posición, pues se mueve constantemente.

“Un castillo que se mueve, claro, por eso es tan difícil dar con ellos”, pensó Liuswel.

―Me gusta eso de la bola mágica, ¿dónde está?

―En mi bolsillo.

El dragón dudó de las palabras del ser oscuro, pero tenía que arriesgarse. Optó por apagar el fuego y registrar él mismo los bolsillos. Para esto recurrió también a la magia y, para su sorpresa, la bola mágica apareció.

Alguna indicación que deba saber sobre ella.

Liuswel evitó tocar la bola y dejó que esta se pasease delante de sus ojos para evaluarla. No parecía peligrosa.

―Solo pregúntale dónde quieres ir y ella te guiará.

―Muy bien.

El dragón salió de la cabaña con la bola frente a sus ojos y le preguntó dónde estaba el castillo de los seres oscuros. De repente, una imagen apareció: el castillo se elevaba entre una cadena de montañas, parecía flotar en el cielo. Liuswel indicó entonces que lo llevara hasta allí y la bola le dibujó el itinerario.

Se puso rápidamente en camino, no pensó en avisar al resto, temía que no fuera verdad y quería asegurarse bien. Tampoco se preocupó por los seres oscuros, no quería matarlos tan pronto, quizá tenía que recurrir a ellos de nuevo. Si la bola no lo engañaba, en unas horas estaría al pie del castillo.


(Continuará)



Mercedes Soriano Trapero
Foto: copilot



27 agosto 2024

La dragona Tusvha, quinta parte.

 


Primeros capítulos de esta historia en este enlace.

5

Tushva sabía que si saltaba por la ventana no podría volar y acabaría como el resto de los dragones cuyos huesos estaban repartidos por el patio del castillo. Este tenía algún tipo de hechizo que, sin duda, le costaría la vida, pero era incapaz de averiguarlo. Su magia o sus todavía escasos conocimientos no se podían comparar a los que aquella fortaleza albergaba. No debía subestimar a su enemigo y, mucho menos, creerse más de lo que en realidad era. Tampoco debía caer ante el pesimismo, tendría que confiar en sus conocimientos y en su propia inteligencia y adelantarse a cualquier movimiento que los seres oscuros iniciaran contra ella.

Entre tanta divagación, decidió no saltar por la ventana y esconderse en algún rincón del castillo. Este se veía enorme y seguro que algún lugar encontraría. Se alegraba de no haber crecido todavía tanto como su madre Derblue o como su padre Rem. Volvió sobre sus pasos y halló una pequeña abertura en la piedra, suponía que por donde antes habían pasado los seres oscuros. Si bien, no era muy ancha. Agudizó sus instintos y se adentró en aquel pasillo angosto. A su paso, las antorchas que prendían del techo se iban encendiendo, mientras ella raspaba su piel con las piedras de las paredes, incapaz de moverse adecuadamente. Si los seres oscuros llegaban, ella no tendría escapatoria, ni siquiera era capaz de darse la vuelta. Por fin, descubrió varias puertas en uno de los laterales, puertas de madera, anchas, de una gran solemnidad, no como los barrotes de su celda. Se puso en guardia y lanzó un hechizo para comprobar qué había detrás de ellas. De las tres más cercanas, dos de ellas estaban vacías y en la otra notaba vida, aunque no sabía si de los seres oscuros o de alguien más, era una estancia bastante grande y tenía, por lo que podía percibir, varios compartimentos. Las otras, sin embargo, eran habitaciones de un solo espacio y no parecía haber nada donde poder esconderse. Quizá en la oscuridad de la estancia pasaba desapercibida, pero no era del todo seguro.

Iba a decidir por cuál entraba cuando una voz detrás de ella la alertó…


 🐉


Mientras, a bastantes kilómetros de allí, Liuswel volaba buscando a los seres oscuros con los que se topó en días anteriores. En su momento, se lamentó de dejarles con vida, pero ahora se alegraba pues podía sacarles toda la información que necesitaba. En el bosque, entre los árboles, había una pequeña cabaña de leñadores, era el refugio perfecto para los seres oscuros, pues estos la utilizaba como guarida en sus traslados. Y tal como había pensado, allí se encontraban. Desde el aire comprobó que solo había dos, en el exterior pastaban sus monturas y un carro que portaban, con provisiones. Sabía que iban hacia el castillo, pero si los espiaba y seguía desde el aire, se arriesgaba a que fuera interceptado por ellos, por tanto, no quedaba otra opción que asaltarlos. Con toda la precaución y sigilo que pudo, se posó en la entrada de la cabaña y lanzó un hechizo. Esto los mantendría dormidos el tiempo suficiente para que él pudiera maniatarlos. Al entrar en la cabaña, comprobó que su magia había hecho efecto y los dos seres dormían. Después de atarlos y de hechizar las cuerdas para que, a su vez, los hechizos de los seres oscuros no pudieran hacer nada, comprobó el lugar para descartar sorpresas. La cabaña era bastante grande y podía moverse bien, aunque tenía que tener cuidado con su cola pues arrastraba todo aquello que encontraba. Lo que vio no le gustó lo más mínimo. Los seres oscuros estaban preparando pociones para matar dragones. Estaba claro que se estaban preparando para la información que pudieran extraer de Tusvha. Le dieron ganas de lanzar una llamarada y acabar con todo aquello, pero se contuvo por si los vapores de alguno de aquellos frascos le hacía daño a él mismo. Ashma y los demás deberían saber lo que aquellos seres estaban planeando, pero antes tenía que conocer el lugar en el que se encontraba el castillo.

Uno de los seres abrió los ojos y gritó, alertando a su compañero. Liuswel se preparó para el interrogatorio...


(Continuará)



Mercedes Soriano Trapero
Foto: pixabay



01 agosto 2024

La dragona Tusvha, cuarta parte.

 





Capítulos 1, 2 y 3 en este enlace.



4

A través de la ventana se veía el cielo azul, sin una nube blanca, pero al mirar hacia abajo su semblante cambió. Un patio enorme rodeaba la torre en la que se encontraba, a su vez, grandes corredores con columnas rodeaban el patio. En el centro, un enorme montón de huesos apilados fue lo que le rompió el corazón. Eran huesos de dragón y allí estaban, demostrando lo que el ser oscuro le había dicho, que era imposible huir de ese castillo.

Sus congéneres, antes que ella, habían muerto o los habían asesinado y eso también le dolía. Ahora más que nunca deseaba salir de allí y vengar a todos aquellos cuyos huesos vislumbraba desde la ventana. Con su magia, pudo comprobar que hasta el aire y el cielo alrededor de la fortaleza estaba hechizado, si saltaba acabaría como los que abajo reposaban; si no saltaba, tarde o temprano acabaría como ellos. ¿Qué podía hacer? A su mente llegaron las enseñanzas de sus progenitores.



Derblue llegó exhausta al campo de dragones. Reunió a todos los que pudo encontrar, sobre todo a Rem y expuso lo que había ocurrido. Rem, con su ímpetu característico, quiso salir raudo y veloz a buscar a su hija Tusvha, el resto se lo impidió, en especial Derblue que sabía que no sería fácil dar con ella.

―No sabemos dónde está encerrada, ¿alguno de vosotros ha llegado hasta la fortaleza de los seres oscuros alguna vez? ¿Sabe cómo llegar? ―El resto de dragones negó con la cabeza, Derblue tenía razón.

―Pero no podemos quedarnos aquí, tenemos que buscarla por cualquier rincón del mundo, en algún momento daremos con ella. ―Comentó, preocupado, Rem.

―¿Y quedarte sin fuerzas, sin recursos, sin magia en su búsqueda? Rem, es normal que quieras buscarla ya, pero tenemos que actuar con paciencia. ―Exclamó con calma y cautela Ashma, la reina de los dragones, cargo que ocupaba por ser la más anciana del lugar. ―Sabemos que otros dragones han caído presos de los seres oscuros y no han vuelto, siento decirlo, Rem y Derblue; no obstante, Tusvha es fuerte, la última de la camada y, por tanto, la encargada de buscar un lugar en el que los dragones podamos vivir en paz. Hará todo lo posible por escapar.

―Pero apenas tiene conocimientos, su formación debía durar tres años y solo llevaba uno… Ashma, no podemos quedarnos aquí esperando…

―Lo comprendo, Rem, comprendo tus dudas, pero el primer año de formación de un dragón es clave, yo misma pude comprobar sus dotes al retarme con ella en un duelo dialéctico…

―¿Dialéctico? Con la palabra no se llega a ningún sitio…

―Rem, por favor, deja hablar a Ashma, no te precipites. ―Derblue quería calmar a su pareja, pero era difícil.

―Me ganó, Rem, me ganó… La palabra es más importante que la fuerza, más incluso que la espada, con ella se adquiere el pensamiento y de este depende todo. Tusvha es muy inteligente, más que tú o que su madre, Derblue, y estoy convencida de que, si no puede escapar de allí, sabrá sobrevivir mientras tanto… Podemos seguir este plan si estáis de acuerdo: no sabemos dónde está la fortaleza de los seres oscuros, pero sí sabemos dónde encontrar a alguno de esos seres malignos, pues eso haremos, cogeremos a uno de ellos y le sacaremos toda la información que podamos. Después, según lo que nos diga, procederemos…

―Por mí de acuerdo, ya mismo voy a por…

―Espera, Rem, no te precipites, creo que ni tú ni Derblue sois los más apropiados para ir, estáis demasiado condicionados por el problema. Irá Liuswel, él fue el último que se topó con ellos y sabe dónde encontrarlos.

―Por supuesto, Ashma, partiré ahora mismo. ―Indicó Liuswel con disposición.

Liuswel era un dragón negro, más pequeño y joven que Rem. Este tenía ciertos reparos en su valía, sin embargo, no lo dijo en voz alta, aunque Derblue sí se lo notó. Ashma tenía un papel fundamental dentro de la tribu y se debían acatar sus decisiones. La experiencia que tenía, unida a su longevidad, la hacían ser venerada y respetada por el resto de dragones.

Desearon todo lo mejor a Liuswel en su captura y confiaron en que volviera pronto. El tiempo corría en su contra, pues Tusvha podía estar en serio peligro.


(Continuará)


Mercedes Soriano Trapero
Foto: pixabay


25 julio 2024

La dragona Tusvha, tercera parte.

 




Primera parte: enlace.
Segunda parte: enlace


3

―¿Dónde te crees que vas, dragona? ¡No se puede huir de esta fortaleza! ¡Ni siquiera por el aire, ja, ja, ja, ja!

Tusvha se quedó petrificada, no pensaba que iba a ser fácil, pero tampoco que sería descubierta tan pronto. Ese ser era el que le había llevado la comida y el escudo estaba hechizado, no podía, por tanto, arremeter contra él. Debía pensar algo y rápido.

―Solo quería visitar el lugar, nada más.

La respuesta irónica de Tusvha desorientó al ser oscuro que no supo qué decir. La dragona lo notó y continuó por ese camino para distraerlo.

―Aquella mazmorra es muy pequeña, demasiado, y yo necesito espacio para moverme, de lo contrario mis patas se resentirán y, sobre todo, mis alas y mi sangre saldrá defectuosa y supongo que eso no lo querréis así, ¿verdad?

―No juegues conmigo, dragona, no se me puede engañar fácilmente.

―¿Engañar? Yo no quiero engañar a nadie, estoy diciendo la verdad.

Mientras Tusvha pronunciaba todo ese discurso irónico, en su cabeza buscaba el hechizo para revertir la protección que el escudo llevaba, no encontró exactamente lo que buscaba, pero sí un hechizo para que el escudo se volviera contra su portador.

―Si me vais a tener aquí encerrada, yo necesito comodidades, una celda más grande, almohadones para poder tumbarme cómodamente en el suelo, más cantidad de comida y más variedad, no siempre carne, y bebida, agua del monte Himalaya, que es perfecta para mis escamas… Y, a ver, déjame pensar, necesitaría volar cada cierto tiempo, por mis alas, ya sabes, estoy en época de crecimiento y deben estirarse y alzar el vuelo, es la única manera de que se pongan fuertes.

Tusvha tuvo que hacer un gran esfuerzo para no reírse de sus propias palabras, no obstante, debía concentrarse en el hechizo que iba a lanzar y las fue pronunciando muy despacio, al tiempo que, mentalmente, dirigía su conjuro contra el escudo del ser oscuro.

―¡¿Qué!? ¿Tú eres una dragona o un humano?

El ser oscuro estaba desconcertado, sabía que estaba jugando con él, pero lo estaba dejando sin palabras. Los dragones siempre eran fieros, rudos y no se andaban con discursos, ni palabras, ni peticiones, ni mucho menos; un dragón luchaba, no hablaba. Tusvha era especial, no era un dragón cualquiera.

―Bueno, a ver, tampoco pido mucho, yo quiero colaborar, pero con unas condiciones…

La dragona ya había lanzado su hechizo y solo era cuestión de tiempo que el ser arremetiera contra ella para que el escudo se revolviera contra él.

El ser oscuro no quiso escucharla y, tal como Tusvha había imaginado, se lanzó contra ella. En ese momento, el escudo le impidió avanzar atrapándolo contra las paredes del castillo. Fue tal el golpe que quedó inconsciente. La dragona, sin acercarse a él, rompió su espada con la magia y salió huyendo. Al final de ese pasillo se veía luz y ahí debía estar la salida.

Amplió su campo de visión buscando vida a su alrededor, antes había sido demasiado descuidada en ese aspecto. En apariencia, no había nadie y salió tan veloz como las estrecheces del recinto le permitieron. Al final de ese pasillo había una gran ventana, ahora la veía, desde ahí podría saltar y volar y sería libre. Cuando llegó su ánimo se resquebrajó, no había nada de lo que había imaginado detrás de esa ventana, sino algo que le rompió el corazón y la dejó sin fuerzas.


(Continuará)


Mercedes Soriano Trapero
Foto: pixabay




09 julio 2024

La dragona Tusvha (segunda parte).

 


Segunda parte de la historia de Tusvha, si quieres leer la primera, entra aquí.


Tusvha luchó con todas sus fuerzas para liberarse de la red, pero estaba hechizada y cuánto más se movía, más daño se provocaba. Pronto, sus escamas comenzaron a brillar con el flujo de su sangre azul y el veneno que la red tenía fue penetrando, poco a poco, en el organismo de la dragona hasta que cayó inconsciente en el fondo de la maraña de hilos y hechizos de la trampa. La tormenta se disipó y cuando el sol radiante aparecía de nuevo en el cielo, ningún rastro de Tusvha en kilómetros a la redonda pudo vislumbrarse. Había desaparecido.

Los rayos del sol despertaron a Derblue, por suerte, el rayo no hizo nada más que dejarla aturdida. El lado oscuro no pretendía su muerte o, si la quería, había fallado estrepitosamente. Con toda la rapidez que pudo, ascendió al cielo oteando el horizonte en busca de su hija, pero al no encontrarla fue a por Rem y a por el resto de dragones. Estos sabían dónde podía estar recluida, aunque intuían que los seres oscuros no se lo pondrían tan fácil. Temían que ellos mismos podían correr la misma suerte.

Y tal como intuían, Tusvha no fue llevada al territorio de los seres oscuros, sino a un castillo alejado de los dragones y de cualquier otro ser que pudiera liberarla. Allí, encerrada en una mazmorra y vigilada en todo momento, permanecería el resto de su vida, mientras los seres malignos del lado oscuro le arrebataban poco a poco su apreciada sangre azul. El destino de Tusvha estaba marcado y solo ella misma podría tener la llave que la salvara del mismo.

Un día después de caer prisionera, Tusvha abrió los ojos. Había sido curada, parcialmente, de sus heridas; a los seres oscuros no les interesaba que muriera, solo tenerla recluida para aprovecharse de su poder. La mazmorra en la que se encontraba era minúscula, apenas podía moverse, no tenía puertas, salvo un par de rendijas en una de las paredes, por una entraba algo de luz y por otra se podía apreciar un pasillo oscuro, esa parecía la puerta de entrada a la misma.

Los pensamientos de la dragona divagaban entre la formación que había recibido, poca para aquello a lo que se enfrentaba, y cómo poder escapar de allí. Suponía que los seres oscuros estaban detrás de aquello y que la tendrían parcialmente sedada para conseguir su sangre sin que ella pudiera valerse para atacar. De nada servía la fuerza, tendría que recurrir a la magia para huir y si era pronto, mejor, pues cuánta más sangre de ella consiguieran los seres oscuros más fuertes los harían y, por ende, los dragones poco podrían hacer contra ellos. En estas cavilaciones se encontraba, cuando una de las ranuras emitió un destello y la pared se abrió. Protegido con un escudo inmenso, un ser oscuro penetró en el lugar, no se vislumbraba nada de él, salvo una máscara en la que se adivinaban unos ojos con las pupilas rojas.

―Me alegra que hayas despertado, dragona, no pretendemos matarte, eres más útil para nosotros si vives… Te traigo comida y yo que tú la comería si quieres seguir viva. Si decides no comer, allá tú, todavía quedan dragones a los que hacer prisioneros, tu madre, sin duda, sería una buena opción…

Al oír eso, Tusvha quiso arremeter contra el ser, pero del escudo saltaron unos rayos que despidieron a la dragona contra la pared opuesta. Una risa sepulcral recorrió la mazmorra, mientras el ser daba un paso hacia atrás y la pared volvía a su sitio original dejando en el suelo la comida que había mencionado.

Se lamentó por haber caído en sus provocaciones, tenía que ser más inteligente que ellos. Sabía que la comida tendría algún tipo de hechizo y sí, como había dicho el ser, si quería vivir tendría que comer. Conocía un hechizo para eliminar, a su vez, los hechizos que pudiera haber en un lugar o en un objeto, como era el caso. Cuando los había practicado no les habían salido del todo bien, pero había que intentarlo.

Se concentró todo lo que pudo, recurrió a la fuerza de su padre y a la inteligencia de su madre y puso en marcha la magia. Descubrió un líquido que recorría toda la comida, veneno, para sedarla y poder así extraer su sangre. No sabía cómo eliminarlo, pero sí podía comer aquello que no tuviera veneno, pues podía ver el recorrido que el mismo había hecho desde que había sido inyectado. Así lo hizo. Por suerte, pudo comer lo suficiente y no notó después ningún síntoma, sin embargo, optó por permanecer dormida porque eso se esperaba de ella.

Al cabo de un tiempo, oyó voces al otro lado y cómo la pared se abría.

―Espera, dale una patada, asegúrate de que está dormida, no me gustaría nada que este bicho se despertara cuando estamos sacándole la sangre.

―¡Qué miedoso! Ya lo viste ayer cuando la trajeron, el veneno funciona… ―Dos seres enfundados en una armadura que apenas les permitía moverse, pretendían hacerse con la sangre de Tusvha, no llevaban el escudo que el otro había portado ni parecían tan espabilados como aquel―. ¿Lo ves? Profundamente dormida, vamos, trae eso…

La dragona esperó al momento oportuno y cuando ambos se agachaban, con dificultad, junto a una de sus patas traseras, levantó su cola y les asestó un gran golpe. Ambos cayeron inconscientes.

No quería matarlos, ella no era una máquina de matar, pero tampoco podía dejarlos allí, darían la voz de alarma en cuanto se les pasara el golpe y necesitaba tiempo. Recurrió de nuevo a la magia, lanzándoles un hechizo que los tendría dormidos un mes, cuando despertaran no recordarían nada. Los dejó encerrados en la mazmorra y ella escapó por el pasillo.

Andaba con cuidado porque no sabía qué trampas podía haber o a quién podía encontrar y cuando ya vislumbraba la salida al final del mismo, uno de los seres oscuros apareció con el escudo en una mano y en otra una gran espada.


(Continuará)



Mercedes Soriano Trapero
Foto: pixabay



08 julio 2024

La dragona Tusvha.

 



     Mercedes, del blog Mil y una narraciones (entre otros), me invitó a escribir un relato sobre dragones. Acepté encantada, pues ya sabéis que los dragones me tienen enamorada. No quise extenderme en el mismo para que no fuera pesado, pero se me quedó, por decirlo de alguna manera, a medias, por tanto, espero algún día poder continuarlo. ¡Gracias Mercedes!

        Os dejo el relato.


En un país muy lejano habitaba el último reducto de dragones que existía sobre la faz de la tierra. Y, de todos ellos, uno solo sería el encargado de encontrar otros mundos en el que los dragones pudieran vivir y desarrollarse, alejados de humanos, de contaminación y de la magia que los seres oscuros irradiaban contra ellos. Ese dragón era Tusvha, una pequeña dragona nacida de los dos dragones más fuertes del grupo, Rem, un bello dragón rojo conocido por su descomunal apariencia, su incansable lucha y su fuerza sobrenatural; y Derblue, una dragona azul y blanca que destacaba entre todos por su inteligencia, carisma y dulzura para el trato con los demás, algo que no se prodigaba mucho entre los draconianos.

Tusvha, de apenas un año de edad, aprendía de sus progenitores y esperaba, algún día, cumplir la misión que los ancestros habían depositado sobre ella. Sus escamas alternaban el rojo y el azul, como buena dragona, no había mezcla de colores de sus padres, sino que en su cuerpo había alternancia de colores, señal de que ninguno de los dos prevalecía por encima del otro. Y de la misma manera ocurría con las dotes que ambos seres le habían otorgado.

Sin embargo, los seres oscuros, conocedores del papel que Tusvha tenía para con la comunidad draconiana, querían evitar, a toda costa, que estos abandonaran la tierra, porque si eso sucedía, la magia se acabaría para siempre del planeta y ellos no podrían realizar las fechorías que lograban gracias a ella.

Un día que Tusvha volaba entre las nubes acompañaba de Derblue, de repente, una fuerte tormenta se desató en el lugar, con tan mala suerte que Derblue fue interceptada por un rayo cayendo inconsciente al suelo. Tusvha quiso volar a socorrerla, pero una inmensa red se lo impidió. Las fuerzas oscuras habían ideado ese plan para capturarla y poner fin, así, a la misión para la que se estaba preparando...


(Continuará)


Segunda parte de la historia aquí.

Mercedes Soriano Trapero