A la espiga de sus cuerpos encaramaron la piel
haciéndose tierra y simiente en el fuego que parieron de las entrañas
volcán en erupción desprendido donde fueron pacto de silencio, /instante y tiempo/.
Se soñaron con cada centímetro de sus misterios
deseándose febrilmente en mares donde afloraban en gozo
de las rutas abiertas cultivando los espacios que perpetrarían en continentes.
En los lazos que unirían su firmeza viajarían cercanos,
con los pulsos pegados al pecho en la larga travesía.
Dos amantes cegados amándose en cuerpo y alma
abriéndose a los cielos.
Ya no supieron estar lejos sin medirse las esquinas.
Yayone Guereta.
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