No vieron jamás mis ojos tan bello rostro,
como ardiente sol quemaba tal hermosura
despertando un río caudaloso de amor y sensaciones
de un fuego abrasador
que nacía desde mis entrañas.
Más mis pensamientos desbocados
temían que el ídolo que pernoctaba en mi mente
derritiese el amor que conduce a la libertad,
siendo este tan cruel
en el deambular de los senderos espinosos.
A la divina providencia dejo el testigo amoroso de estos ojos
que vieron el cuerpo de tal Fauno
el que tanto deseo me tentó
y al mismo tiempo del que huyo anudando el alma
que tanto gobierna.
Lo que mis retinas vieron
y las manos no me alcanzaron a estrechar
7en el amanecer de los días ofuscados/
el deseo del latir extraviado
que no consigo frenar.
Yayone Guereta.
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