A la espiga de sus cuerpos encaramaron la piel
haciéndose tierra,
simiente,
volcán
donde fueron pacto de silencio, instante y tiempo.
Se soñaron con cada centímetro de sus misterios, deseándose,
cultivando los espacios como continentes.
En los lazos que unirían su firmeza viajarían cercanos,
con los pulsos pegados al pecho, en la larga travesía.
Dos amantes,
abriéndose.
Ya no supieron estar lejos sin medirse las esquinas.
Yayone Guereta.
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