Ha caído la palabra y se ha hecho texto. Ha caído el silencio y se ha hecho huída. Ha caído la idea y se ha transustanciado en mandato. Tiene forma y sentido. Tiene descubrimiento y vida. Pero también dominio y muerte. ¿Por qué el gesto de la mano ha renunciado al argumento? ¿Por qué empuña el libro como si se tratase de una espada? Si este gesto es la síntesis entre palabra y mano, desconfía, le dice una voz interior al caminante.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
Empuña el libro como si fuera una espada, porque las mayores atrocidades se han cometido con bellas palabras. Saludos.
ResponderEliminarEs verdad que hay quienes empuñan los libros como si se tratase de espadas, y en verdad atacan con la autoridad que les ofrecen, otros los cogemos delicadamente, como a una mujer a la que amamos. Algunos empuñan además la pluma como si se tratase de una espada (lo es) y otros, en cambio, intentan sembrar algo hermoso con ella. Unos y otros forman parte de un mismo baile divino, para mi.
ResponderEliminarY es que no se puede descubrir la luz, el amor y la vida sin la oscuridad el odio y la muerte. De hecho el argumento es algo que suele esgrimirse contra un dogma, pero el argumento es dialéctico siempre, tiene el ánimo batallador o no es argumento... digo esta tontería porque no creo que sea malo en sí empuñar el libro como si de una espada se tratase, si es por ejemplo para combatir el mal, la oscuridad o la idiotez.
Por otra parte de nuestra conversación de ayer no estoy de acuerdo en lo que dices de que vivimos ahora un tiempo más "claro" que en el pasado. No tengo tantos años, pero al comparar las obras del pasado con las más actuales, no encuentro que aquéllas sean menos lúcidas que las de nuestra época. Más bien al contrario. Quizá se haya aflojado el nudo moral (a esto lo llamamos tolerancia), quizá tenemos un conocimiento científico más exhaustivo (pero esto no es más que un cómo funcionan las cosas, nada esencial), quizá vivamos en ese tiempo en el que ya no creemos en los grandes relatos (pero esos grandes relatos son precisamente las ficciones necesarias para que un hombre viva y pueda ver más allá del charco, como tú muy bien dices, no es ninguna bicoca haber perdido esa ingenuidad, esa mentira tan necesaria para la vida que, mintiéndonos, nos dicen la verdad).
¿En qué mundo vivimos ahora? ¿Crees por ejemplo realmente que las nuevas ficciones que nos plantan las cadenas de televisión son mejores para la vida humana que el más árido cristianismo? No hablo de mi, yo estoy un poco aparte de todo, pero no lo tengo tan claro como vos.
Una vez más, muchas gracias por tu blog.
Salud!
No andas descaminado, José Luis. Y si no se han cometido directamente, se han justificado las atrocidades con ellas.
ResponderEliminarPor supuesto, Juan C. Hay muchas posibilidades de manifestarse respecto al libro como las hay de utilizarlo o de entregarse a él. Al fin y al cabo, las palabras están para entendernos los humanos. Pero no es una función ni única ni directa. Ni siempre lumionsa ni siempre oscura. Eso sí, exigente lo es. Naturalmente que el argumento es lo opuesto al dogma. Es probable que un argumento no contenga necesariamente la verdad, pero implica un proceso abierto. Un dogma se vende como revelación, como axioma, como algo obligatorio de asumir. Un dogma es vapuleado por el argumento, pero si quienes deberían utilizar la palabra y la razón, que es el fin que debe perseguir la palabra, no la usan y dan por alcanzada una explicación, apaga y vámonos. De todos modos gran parte de los dogmas de carácter religioso son sofismas de baja estofa que no resisten el más leve análisis en la necesidad de supervivencia de las gentes.
ResponderEliminarDe cualquier manera, lo de empuñar espadas o libros son metáforas. Que no corra la sangre por ello.
Y sí, perdona, se me pasaba, pienso que en el pasado hubo más oscuridad respecto a muchos temas relacionados con la naturaleza y la humanidad. Nadie puede poner en duda que hasta hace cuatro días las sociedades han vivido con cantidad de falsas creencias, supersticiones, criterios falsarios sobre el cuerpo, el mal, las clases, etc. Eso no quiere decir que no tuvieran ideas claras sobre muchas otras cosas de la vida y producción de las sociedades. No pretendía ni hacer de nuestro tiempo el no va más ni desvirtuar los logros que en el pasado les permitieron sobrevivir, y sin los cuales hoy no estaríamos aquí.
ResponderEliminarY por supuesto, comparto contigo que hoy existen muchas situaciones que obnubilan la mente de los hombres, sustituyendo a las iconografías del pasado y a las creencias alienantes. Los medios de incomunicación, de espectáculo y de publicidad generan cada día nuevas estructuras mentales de alienación que sustituyen a las del pasado, basadas en la religión o en la superstición pura y dura.
Y no te pienses, mi claridad no es sino relativa, sigo practicando la indagación y el descrubrimiento. Y la literatura está ahí, poder leer los relatos del pasado, están al alcance de cada cual, siguen en vigor. Otra cosa es que las referencias hayan cambiado de forma.
Esto de andar y no andar desencaminados parece que estuviésemos jugando a una adivinanza.
ResponderEliminarEste comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminarEn cierto modo, Andri, vivir es una adivinanza que agudiza nuestro ingenio para seguir.
ResponderEliminarBuen día.
A ver, Jean. ¿Quién lee hoy en día con la asiduidad de antes, con aquel orgullo y satisfacción? No culparé sólo al gremio mediático y al carácter de evasión que nos acontece. Gran culpa de ello la tienen tantos impostores autocalificados de escritores, de dramaturgos, de poetas. Ausculta la Literatura, Jean, casi todo autobiográfico, algo que ocurrió al “autor”, que supo, que conoció, que escuchó… ¡Pero crear! ¡Crear! ¡Crear mundos, personajes, locaciones, fábulas! Mostrar a los demás aquello que siempre estuvo allí pero que sólo el autor ha podido mirar. Es emocionante caminar entre miles, miles de tomos en una Feria del Libro, el problema es abrir uno… Gran culpa la tienen las editoriales que se volvieron imprentas alabando malos textos por ver sus cajas registradoras activas. ¿Y el sistema pedagógico? ¿Acaso se siembra en los estudiantes el músculo de la investigación, la indagación, la gana de descubrir? Entiendo que, la teoría sólo es una luz en el camino, no el camino. Hoy muchos (borré la palabra “todos”) se acomodan en lo leído, lo visto, lo escuchado ¡y esa es la verdad! Indagación ¡cero! Gracias por hacernos reflexionar, Jean. Este caminante te deja un abrazo.
ResponderEliminarJulio. Por una parte, la literatura actual no es muy estimulante. En ese sentido, salvo excepciones, yo me dedico a leer lo que no leí antes (motivos aparte que podría explicar pero no es el momento) y pertenece a otros tiempos. Me interesan otros tiempos, pero me interesa lo de siempre. Las viejas pasiones, relaciones, maneras de viajar, aventurarse, etc. ¡Y la manera fresca y sorprendente de contarlas y admirarnos! Hoy falla esto, ergo mejor buscarlo atrás, que de paso alivia. Claro que a veces parece que todo está ya creado, que leyendo viejos autores, con la calidad que tienen muchos de ellos, ya basta. Pero no permanezcamos cerrados del todo. Y siempre tendremos que elegir. Nuestro tiempo vital está contado.
ResponderEliminarY no, no creo que en los estudiantes se estimule la lectura. Pero tampoco antes. Siempre fue un ejercicio solitario (un vicio solitario, jaj), personal, a contracorriente, renunciando a otras actividades...Y sobre todo, libremente elegido. Todo lo obligado fue siempre nefasto. No resto importancia al interés de algunos profesores por comunicar a sus alumnos información, interés y atracción por lo literario...pero el mundo de los jóvenes siempre fue y es un mundo de pájaros. ¿Cuántos conectaron en su momento con textos decisivos para seguir interesándose por leer? Pero es el concepto mismo el que siempre está en cuestión. Leer no puede considerarse algo de divertimento sólamente. o de ocio, o secundario. La lectura es la búsqueda principalmente. Por supuesto, hay que vivir, exponerse, comunicarse y jugársela en relaciones, vínculos y compromisos múltiples, ¡para saber lo que vale un peine! Pero la lectura pone en orden nuestra experiencia, la depura, la sitúa. Al menos yo lo voy comprobando así. Pero debo ser un bicho raro.
Gracias por añadir elementos de debate tan sesudos.