Antes que las tinieblas
se cerniesen sobre el alma
que un día amó siendo nombre,
la boca que a fuego quemó
los labios que la habitarían,
quedó inmersa en la oscuridad opaca.
Prisioneros del tiempo
el aire ahogó los pulmones
que fueron respirados
en el aliento tibio de la virtud de dar,
asueto remanso inquieto
que las cabezas bregaron por transpirar.
Mientras el universo se confesó
ir contracorriente en los cuerpos
que desearon ser tomados,
separados por los vientos
de norte a sur y de este a oeste,
castigando en su hostilidad.
Y en el decir sólo quedó,
el suspiro hipérbole
unido a la lágrima sin palabra.
Yayone Guereta.
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