Algo que comprendí con el tiempo y que me costó bastante asumir, es que por más empeño que ponga en un proyecto, no voy a poder desarrollarlo de un tirón.
Antes, lo que hacía era escribir listas interminables de pendientes, que aunque apurara el tranco, nunca era capaz de cumplir... Sobre todo, si en el camino aparecían nuevas ideas que atrasaban las demás.
Ahora, de a poco he ido bajando el nivel de autoexigencia buscando desglosar en pequeñas tareas diarias REALIZABLES, para sentirme mejor conmigo y ver que hay avances en lo que hago.
Si se queda una tarea a medias, aunque haya hecho 10, al terminar el día pienso que fue poco productivo. En cambio, si me impongo 1 o 2 y las hago bien... y mejor aún, me sobra tiempo, quedo feliz.
El cerebro necesita sentir que el día fue útil, es bien raro... Aunque sepa que lo estoy engañando, aunque entienda que trabajó arduo, sin descanso. Aun así, necesita que lo achuchen, le den una palmadita en el lomo y le digan: ¡¡Buen cerebro, cumpliste lo que prometiste..!!