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domingo, 4 de junio de 2023

POP, POP, POP...

Este mes vuelvo a participar en el reto de Ginebra que desde su blog VARIETÉS nos propone un relato basado en una de las magnificas imágenes que nos propone.

Yo he elegido la 4, que es esta...

 

          ―Dominas el vocabulario perfectamente y vocalizas muy bien, se te entiende todo a las mil maravillas. Solo te encuentro un defecto.

          ―Ah, ¿Sí? Bueno, ya me imaginaba. Ten en cuenta la barrera cultural. ¿Qué defecto es?

          ―Cuando popeas abres mucho la boca, y además la mantienes mucho rato abierta. Te lo digo por otras alumnas humanas que he tenido. Así en el aire no hay problema, pero cuando te sumerjas te entrará mucha agua. Los pops más cortos.

          ―Ah, bien. Lo practicaré. Tengo que decirte que para ser… bueno... que sabes mucho

          ―Es que como puedes ver mi iluminación esta académicamente muy bien fundamentada…

          ―Perdona, es que aquí ha llegado…

          ―Sí. Ya lo veo…

          ―¿Puedo hacer algo? ¿Estás bien ahí? Es que los humanos solemos decir que el pez grande se come al chico… Y este…

          ―No te preocupes. Yo soy chica. Además ya lo conozco. Ahora tengo que cambiar a doctora. Este es un cerdo con una halitosis que atraviesa el vidrio, pero no viene por eso. Viene a que le dé algo para la branquitis que viene enseñando…

          ―Oye, que se va a …

          ―No, no te preocupes. No habla nuestro idioma

          ―Ah, vale. Pues entonces hasta mañana.

          ―Hasta mañana.

 


domingo, 13 de noviembre de 2022

LA ILUSA

 

 Este mes nos convoca GINEBRA desde su blog VARIETTES, para realizar un texto basado en una de las imagenes propuestas, que nos inspire algo DESCABELLADO, hecho, intencion, PROPOSITO o sueño.

Yo he elegido esta imagen:

 

podeis encontrar el resto de aportciones AQUI

 

          Recuerdo que durante la práctica totalidad de la década en que mi edad empezaba por cero, podía atravesar el espejo. No me costaba apenas nada. A veces lo hacía sin querer, y podía encontrarme dentro sin saberlo. A la edad de seis años recuerdo haberlo traspasado incluso sin espejo. Allí me encontraba con otros niños y niñas que vivían dentro, pero también con otros, que como yo, veníamos de fuera. Me hice muy amiga de un niño de dentro, tanto, que a veces venia conmigo cuando volvía a casa. Los chicos que venían de fuera no podían salir por otro espejo, en cambio los que vivían dentro podían traspasar cualquier espejo que quisieran. Pero mi amigo siempre venia conmigo. En casa no lo veía nadie más que yo. Ni siquiera mi hermano pequeño.

          Al principio de la década en que mi edad empezaba por uno, me costaba más atravesar el espejo, y el problema fue “in crescendo”. Con éste que uso para desayunar muy a menudo lo conseguía. Allí me encontraba con mi amigo, pero a él, ya no le gustaba tanto jugar. Quizás a mí tampoco, pero yo siempre intentaba entrar, aunque me distraía enseguida. Me distraían otras cosas del exterior, tenia obligaciones, tengo aun , y cada vez más. Mi amigo ya no traspasaba nunca a este lado. Una vez que lo hizo, cuando apareció mamá, intentó llamar su atención, braceando y gritando. Le pregunté que porque lo hacía, y me contestó que no lo sabía; “por probar”, dijo.

          Mañana mi edad empezará por dos. No me gusta este lado, y hace meses que no puedo entrar, ni con el espejo de la bandeja del desayuno. Cada día tengo más cosas que me aprietan, me agobian, me obligan, y la recompensa es tan poca. Quiero atravesar otra vez.

          Creo que es culpa del café. Creo que todo se aceleró cuando empecé a tomarlo. Creo que voy a dejarlo. Creo que no me deja soñar.

 

miércoles, 17 de agosto de 2022

POR FIN

    


 Esta semana he hecho un "dos en uno". o un "uno para dos". El final es uno de los Mnpuestos en el reto de NEOGEMINIS, y el relato esta inspirado en una de las fotos del reto trimestral de GINEBRA.

De las opciones de final propuestas he escogido la primera, que es la mas socorrida, pero que me ha conducido perfectamente el final. De las fotos inspiradoras he escogido la de abajo.

El resto de aportes de Monica, los podeis encontrar AQUI, y los de Ginebra, AQUI.


          Por fin me he decidido. Hay acabaré de una manera u otra. Hay una subida del rio y corre desbocado. No me encontraran en mucho tiempo, quizás nunca. Ya nada me ata. A nadie le importo. Los amigos están para las ocasiones, pero no para todos.

           Con vencer el cuerpo un poco hacia delante y mantenerlo rígido, esta barandilla tan baja hará el resto. El agua baja vertiginosamente; da miedo. Si cierro los ojos… Nada; la tromba de agua es atronadora; no me atrevo. La gente pasa a mi lado como si no existiera. Para las mujeres soy un fantasma. Los hombres solo me miran el culo.

          Si me pongo de puntillas, cierro los ojos y vuelvo intentarlo. Me inclino un poco, me pongo rígida…

          Y entonces noté como alguien me pisaba los talones…

          ―¿Qué haces, tía? ―Una voz de chico atiplada me regañó al oído. Pegó su cuerpo al mío, y noté sus pechos en mi espalda, al tiempo que su brazo me rodeaba la cintura. Pisó más fuerte hasta que me obligó a bajar los talones. Su abrazo era firme. Entonces su mano libre se apoyó en el dorso de la mía y la apretó con delicadeza.

          Por fin… A partir de entonces, todo cambió para siempre.

  

 

domingo, 5 de junio de 2022

LIGEIA Y EL AMOR

 Esta es mi aportacion al reto, en esta ocasión trimestral, de GINEBRA BLONDE. Nos propone armar un relato alrededor de una foto a elegir entre una veintena de las propuestas, de una fotografa eslava. Me parece que me estoy acostumbrando a condensar en exceso, cosa que en principio me parecía buena, pero ahora no estoy tan seguro.

Podéis ver el resto de aportes AQUI

Yo he escogido esta:


 

 

          ―Dejadme salir ―suplicaba Ligeia.

          ―¡Idiota! Haberlo pensado antes ―contestó Donatelo―. Además, ¿para qué quieres salir ahora? Ahora te ahogarías. Haberlo pensado antes.

          ―Por favor… “Perdóname…” ―Lo que primero comenzó como una súplica, luego se transformó poco a poco, casi imperceptiblemente, en la tonadilla de la canción de Camilo Sesto. Donatelo comenzó a repetirle lo de “haberlo pensado antes”, pero a medida que la música se hacía más perceptible, se fue alejando de la ventana de Ligeia. Repentinamente dio un giro de ciento ochenta grados y se lanzó a gran velocidad contra el vidrio. Unos segundos antes del impacto, Vetusta Morla se precipitó contra Donatelo en trayectoria de intercepción.

          ―¿Qué haces, tontolaba? ―le increpó.

          ―¿Eehh…? ―contesto sorprendido Donatelo, confirmando el apelativo.

          ―Has estado a punto de reventar la ventana.

          ―¿Quién? ¿Yo? No, yo no…

          ―Calla, tontolaba ―cortó tajante Vetusta Morla. Donatelo tuvo que pagar el roscón de Reyes para los restos― Menudo vigilante... Y tú tranquila que mañana es el juicio ―terminó dirigiéndose a Ligeia.

          En la Corte Suprema de los Inframares, tras una larga sesión de declaraciones de testigos, el Juez dictó sentencia:

          ―Srta. Ligeia. Tras haber quedado demostrada su traición al mundo submarino, queda condenada a tres años de reclusión en la habitación que le fue asignada. Asimismo se la condena a la privación del uso de la cola, de la que no se le privará, pero que deberá mantener guardada en su baúl. Esta Corte espera que de este modo aprenda que el trato con pescadores humanos está terminantemente prohibido, y mucho más la revelación de la ubicación marítima, tanto de bancos de pesca, como de ponederos de huevos de tortugas, como de especímenes concretos, que por sus particularidades resulten atractivos a los humanos.

          El tercer día de reclusión, Donatelo volvió a pasar cerca de la ventana y Ligeia volvió a entonar; pero esta vez no volvió a rondar por allí Vetusta Morla.

          Con la ventana hecha añicos, la sirena abrió el baúl, se calzó la cola, y nadó al encuentro de su amor, el capitán Ahab.

 

 

domingo, 24 de enero de 2021

LA RESISTENCIA

 

 

Este texto es para el reto de este mes de Ginebra Blonde cuyo tema es 

LA LUZ.(en el sentido menos prosaico de la palabra)

Podeis ver el resto de participaciones Aqui

 

 

            ―¡Cabrones! ―gritó Ramón, y luego continuó, en voz más baja, como rindiéndose―, cabrones… Soltarme… ¿Me habéis librado? ¿De qué? ¿De qué me habéis librado? ―Después de un par de minutos de silencio, en los que estuvo murmurando en una mezcla de catalán y castellano, sin que llegara a entenderse lo que decía, volvió a gritar―: ¡Conchitaaa!

            Las cuatro primeras horas de la noche transcurrieron entre gritos y susurros, alternándolos en orden aleatorio. Los primeros, los más numerosos, variaban, desde “¡Conchitaaa!” hasta “¡Socorrooo!, pasando por “¡Agua!, “¡Ayuda!”, “¡Tengo frio!”. Los susurros eran más largos, y entre ellos podía distinguirse algún “cabrones, os acordareis de mi”, “si fuera un poco más joven, os ibais a enterar”, “señora, suélteme por favor” y “Conchita”. “Conchita” era la única que se repetía tanto entre los gritos, como entre los susurros. 

            A las dos de la madrugada entraron sus cuidadores.

            ―¿Qué pasa Ramón? ¡Oh, por favor, mira como estas… ―exclamó la primera aludiendo a su desnudez, en un tono cansino, como si no fuera la primera vez que lo decía.

            ―Quiero ir al lavabo ―contestó Ramón más calmado que antes.

            ―¿Al lavabo, para qué? si ya te has… ¡Ostras! Mira como tiene las muñecas ―comentó al que venía detrás de ella, al ver que le sangraban―. Es que no se le puede atar así… Dile a Noemí que se traiga… bueno… que se traiga de todo. ―Luego volvió a dirigirse a Ramón―: Que no puedes ir al lavabo…

            ―Quiero que venga Malú.

            ―Malú no está hoy. ¿Anoche no cenaste? ¿Quieres un zumo?

            Estuvo hablándole para que se calmara, pero Ramón estaba como ausente, después de que le dijeron que su enfermera favorita no estaba. Entraron en tropel tres auxiliares más. La primera me saludó:

            ―Buenas noches. Lo siento, ya ve que…

            ―Ya ―contesté.

            El último auxiliar era un chico. Cuando entraba algún hombre que no fuera el medico se le llevaban los demonios. Incluso pensaba que yo era una mujer.

            ―Así ya podréis ya… ―empezó a voz en grito. Parecía don quijote delante de los molinos― Cuatro contra mí. Si me hubierais pillado de joven… ¡No cené, no! ¡No quiero vuestra cena de mierda! ¡Metérosla por el culo, cabrones! Yo estuve un mes comiendo hierba por el monte, cuando estuve escondido… Tú no me toques…―Relataba vivencias de la guerra civil, que a pesar de sus noventa años, resulta difícil de creer que fueran propias, porque él tendría ocho años en aquellas fechas. Después de acomodarlo estuvo una hora tranquilo. Luego empezó a sacudirse y a gritar:

            ―¡Conchita, ayúdame! ¡Darme agua, por favor!

            Volvió la enfermera.

            ―¡Ostras, Ramón! ―Se dirigió al intercomunicador―: Se ha arrancado el tubo de oxígeno y lo ha roto, no sé cómo. Traeros uno. Tambien se ha arrancado el drenaje del pulmón. Traeros también haloperidol intramuscular.

            Después de la inyección aguantó una hora más antes de dormirse. Cuando despertó estaba como nuevo. Parece que don quijote solo aparecía por las noches. Desayunó y comió normalmente. Poco antes de cenar entró la enfermera:

            ―Hola, Soy Mari Luz, su enfermera de tarde ―me dijo―. Después de cenar, le cambiaremos de habitación.

            ―¿Malú? ―interrumpió Ramón desde el otro lado de la cortina.

            ―Sí. Espera Ramón, ahora estoy contigo. ―Luego continuó conmigo―: Es a la de aquí enfrente. Igual le escuchará si grita, pero al menos…

            Asentí. Luego se fue con Ramón, que le preguntó nada más verla:

            ―¿Tienes eso?

            ―Sí, pero hoy vas a cenar, ¿verdad? Que me han dicho que anoche te portaste muy mal, ¿eh…? ―Ramón asintió―. Bueeeno… Ahora vengo.

            Al cabo de un par de minutos, Mari Luz volvió con una táblet. Se la pasó delante, y le dijo:

            ―Mira quien hay aquí, guapo. ―Había una mujer en la pantalla:

            ―¡Ramón! ―gritó ella como si quisiera llamar su atención.

            ―¡Conchiita! ―gritó él como si le hubieran salvado la vida.

 

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