Esta semana juevera convocamos los de EL VICI SOLITARI, con un reto un pelín rocambolesco que deja poco a elaboración de una trama, pero mucho a la fantasía asesina. Estas son las premisas:
Lugar: En una tienda
Personajes principales: Una viuda y su hija adolescente, un ciclista, un cazador sin armas y el tendero.
Final: Los 5 mueren de formas distintas (no vale que caiga una bomba nuclear)
Es un poco maá largo de lo acostumbrado
HORROR EN EL ULTRAMARINOS
AQUÍ están el resto de aportaciones
―Quiero dos cajas de cartuchos del 12. Quiero eliminar a la
competencia.
―Jja. Tú no eres capaz de eliminar más que conejos y
perdices. ¿Y qué competencia tienes tú?
―Si yo te contara…
―No tengo del 12. Te los pido y mañana te pasas. ¿Te va bie…
¡Hostia, tío! Te tengo dicho que no entres en la tienda con la bicicleta…
―Buenos días, primero ¿no? ¿Qué hay cazador?
―Aquí preparándome para venir mañana. Este tío no tiene
nunca nada en la tienda. Todo tiene que pedirlo.
―Ya te digo. Ayer vine a por una mancha y no tenía. Te
llevo un día de ventaja. Me la has traído ¿verdad?
―Siííí…
―Pero
de CO2
¿eh? No de esas de aire normal ¿Has visto como cuido el planeta cazador
ecologista? Encierro el CO2 dentro de las ruedas de la
bici.
―Que sííí … con cartuchos de gas. ¿No te interesan
cartuchos de estos, “cazador”?
―Tócame los güevos, “tendero”. Sr. Óleson te voy a llamar
ahora…
―Bueeeno, que es coña… Hombreeee, dichosos los ojos. Aquí
llegan la señora Martínez y su preciosa hija.
―¡Vaya! Qué bonito… Y la madre, ¿no es también preciosa? modestia
aparte…
―Tambien, también… ¿en qué estaría yo pensando?
―En la hija ¿no te jode? ―susurró el cazador al ciclista―.
Buenos días― saludaron ambos al unísono.
El tendero se puso a atender muy solícito y sobón a la Sra.
Martínez correspondiendo a la zalamera actitud de ella, mientras la tendera
atendía al espectáculo desde el altillo, sin ser vista por nadie. El cazador y
el ciclista repasaban con la vista a la hija, que con cierto disimulo deslizó
una nota debajo de la caja registradora que no quedó completamente oculta.
Cuando volvieron de su paseo por la trastienda del pecado😝, el
tendero intentó coger disimuladamente la nota, pero la Sra. Martínez, que tenía
ciertas sospechas hacia su hija, se la arrebató de las manos:
―”Te espero a las 21:30 en la plaza del mercado.
Seguramente no llevaré bragas”. ¡¡Pero niña!! ¿Qué significa esto?
―Jooo, Mamá. ¿Qué quieres? Tengo tan poca ropa interior,
que si esta toda para lavar, a veces tengo que ir sin bragas.
―Ya te digo… ―comentaron al unísono el cazador y el ciclista,
en tono bajo pero suficiente. Ambos se miraron mal encarados.
―Pero niña. Es muy mayor para ti. Y estos viciosos también.
Y con el ciclista ni se te ocurra. ―Y luego le susurró al oído―: Es tu padre.
―¿¡Quéééé!? Mamá… Que yo tengo 16 y él 30.
―¿Qué quieres hija? Su madre siempre presumiendo, desde que
nació, de la buena dotación que traía su hijo, que todas las del pueblo le encargábamos
recados y trabajitos, así, fáciles. Seguramente que no eres hija única.
―¿¡Qué!? Bueno… ―se quedó pensativa la hija―. Lo de la
dotación sí que es verdad.
―Niña, al ciclista ni mirarlo.
El ciclista se quedó a topos, como el maillot de la montaña
. Finalmente reaccionó:
―Puto cazador pederasta. En tu puta vida vuelvas a mirar a
mi hija.
―Y tú ¿qué? ¿Esta era la “niña” de la que hablabas ayer en
el bar? Eso ¿cómo se llama? ¿filiofilia?
―Te vas a enterar ―Y se enzarzaron en una pelea.
Entonces la tendera bajó y puso una nota sobre el mostrador
ante su marido, mientras la Sra. Martínez se dirigía a la zona de la pelea.
―Esto ¿qué es lo que es? ―preguntó el tendero medio segundo
antes de cogerla y un segundo antes de que la tendera descargara la macheta de
cocina sobre su muñeca, dejando la mano del tendero con la misma libertad que
un pollo sin cabeza.
En
el área de combate, tras varios revolcones, el cazador quedo tendido en el
suelo, momento que el ciclista aprovechó para atropellarlo con su bicicleta de
cuernos de cabra, una y otra vez hasta que acabo con su vida. La Sra. Martínez
se acercó para intentar conciliar, pero en el último embate de la bici, la
rueda se rompió y el los cuernos de cabra del manillar se fueron a clavar en su
vientre, dándole muerte.
La tendera se alegró de que le hubieran aligerado la faena,
porque sabía que tendría que hacer limpieza de sangre y de testigos. Empezó por
el ciclista, que consternado por su nueva condición de asesino, apenas se dio
cuenta cuando la macheta le partió el cráneo en dos, quedando tan encajada que
no pudo recuperarla.
Volvió a la cocina a por otro instrumento, aunque ya no
quedaba mucha gente. En el interior del mostrador encontró a la chica en cuclillas
intentando vendar el muñón al tendero, que estaba tendido en medio de un enorme
charco de sangre. El resultado fue muy deficiente porque la mano buena del
moribundo estaba debajo de su falda, prestando un último servicio, y claro,
ella con los ojos en blanco, no atinaba ni a encontrar el muñón.
A la tendera no le pareció buena idea cargarse a una chica
tan joven y le atizó con una botella en la cabeza; cayó redonda un segundo
antes de correrse. La cogió y la metió en el arcón frigorífico mientras pensaba
qué hacer con ella.
Ahora ya solo quedaba limpiar sangre. Volvió donde el
ciclista y se dio cuenta de que esa virtud de la que tanto presumen los
ahorcados, la última erección, la comparten con los descalabrados. Pensó que la
madre y la hija tenían razón en cuanto a lo del tamaño y pensó en cobrarse un
trofeo, un recuerdo, pero cuando iba a sacarla macheta de la cabeza del
ciclista, pensó que la perdida de presión dejaría en nada aquello y pensó que
lo mejor era llevarlo al arcón frigorífico. «Esto de pensar es un no parar», pensó
poco antes de agacharse, coger aire para levantar aquel peso muerto, y aspirar
todo aquel CO2 que
salió de la rueda rota. La muerte instantánea por inhalación de CO2 está
poco documentada pero es tan irreversible como todas las demás.
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