Quod si vivere in delectatione est Peccātum gloria est infernum.

El Tacto del Pecado

He aquí el Pecado, enarbolado en el Ser y en el Sentir, encumbrado en su gloria y en ella, sacralizado.


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martes, 8 de junio de 2021

Sacrificium...

Los latidos de mi corazón suenan como tambores poderosos recorriendo tu muralla, intuyendo que no tienen otras armas para vencerte, provocando la confusión en tus sentidos y, en mí, el temor a ser conquistado por ese ejército que amenaza batalla con sus timbales. 

Presiento que te agazapas a las puertas de mis instintos mientras mi carne tiembla y mi aliento, como quejidos de lujuria, palpita a la altura de tu cuello. Mis dedos, con mis uñas como anclajes de tu piel, esculpen diez senderos desde tu pecho hasta el borde mismo de tu vientre donde se apuntalan todos los deseos que, ebrios, en pleno fragor, lidian entre sí en una lid donde guerreros y reos se baten a sangre. 

Mi corazón es un espejo: no guarda nada que no refleje. Arrastro mi lengua de nuevo a mis labios. Ahí, sintiendo tu sabor acicalado. Tendrás que pelear por cada gota de mi linaje, abriéndote paso en mis entrañas con cada hilo de tu saliva, con cada empuje de tu aliento, domando al viento indomable de mi cabello, mi furia; hablándole al silencio con cada resorte de tu carne, con cada palpito de tu ser, ganándote ser mi amante o ser, simplemente, mi consentido. 

Concibo sentirme tu siervo cuando estoy a la altura de tu ombligo, rindiéndome al manantial que evoca placer desde el centro de tus pilares, entre tus piernas. Comulgo.... mientras delineo las formas que se abren a mi aliento y al aroma de tu piel erizada, haciéndome temblar, quebrar con avidez, hundirme en la fragancia que me encumbra, que me versa lujuria en el tacto caliente de tus labios que, henchidos, me reclaman prenderme de tu señal más profunda, la que se erige ante la punta de mi lengua... Respiro de ti y marcas mi rostro y toda mi boca hasta el final de mi garganta con tu sabor como territorio de tu propiedad. Arrastro mis labios por tus criptas, lamiendo, y, sin ningún ósculo, pongo toda mi aquiescencia en servir a mi señora. Y rezumo sobre tu sexo antes de morder para demostrar mi amor. 

Y empiezas a desvanecer sin tinta en tus venas. Levito con mis fauces y mi boca ensangrentada de tu cáliz. Es un acto de amor, de entrega total... y un sacrificio en tu nombre…
Un secreto a cuatro manos,
pinceladas de pasión desbordada en letras,
letras que se deslizan sobre los sentidos para dejar prendados a los suspiros.

Charly y yo hemos ido moldeando este texto para vosotros. 

Para mí ha sido un placer poder colaborar, contigo—lo has puesto muy fácil y, así, es como volar— y recrear tecla a tecla un momento que es impronta tanto de  ti como de mí. 
Ello nos ha permitido plasmarlo en simbiosis, palpito y libertad.
De corazón, muchísimas gracias por la oportunidad.

martes, 16 de junio de 2020


Sentí su cuerpo pegado al mío, irrefrenable. Tibia su piel al roce de la mía. Temblorosa su boca al contacto de mi aliento. Podía percibirla temblar, extenderse y arquearse como una ola que viene brava y yace sobre la arena. Su nombre remembraba en la agitación de mi respiración. 

Pasó su mano por mi pelo, sujetándome y supe en ese preciso instante que me comería la boca. Su lengua jugueteaba con la mía, mientras mis dedos exploraban la humedad de sus labios. Hambre. Ella había dado otro significado a esta palabra. Y supe que nunca había deseado tanto a alguien como hasta ahora. 


Descubrir lo que me provocaba, no solo erizaba mi piel, sino que corrompía mi alma en un auténtico demonio que me avocaba a entregarme a ella sin pensar en nada más. Era puro deseo lo que sentía por ella. Una necesidad que se colmaba cuando nos enredábamos en aquellos abrazos, cuando nos devorábamos la boca hasta dolernos, cuando el fuego de nuestras miradas acallaba todo lo demás... 

Me tomaba. Lo hacía con cada centímetro de mi cuerpo, porque ella había alcanzado a tocar rincones que no sabía siquiera de poseer. Abrí mis piernas y mi ser entero. Temblaba. Estaba siendo presa de la fiebre que me provocaban sus caderas y deseaba liberarme. Quería sucumbir ante ella; la abolición total de todos mis límites bajo el influjo de su tacto; que claudicara hasta el último de mis tabúes cuando su voz pronunciaba mi nombre. 

Percibí su calor en la comisura de mis labios. Sus piernas eran el postigo al infierno, un infierno en el que no dudaba en arder, en el que me bebía sus demonios uno a uno, los martirizaba y golpeaba con mi lengua, apoderándome de sus almas. Me aferraba a ella. O ella se vencía sobre mí. Me hundía en sus pliegues y se entregaba al caudal que me enloquecía. gemía y maldecía. Se retorcía mientras mis dedos profanaban y arremetían contra ella, se expandían en su interior... La miraba desde el arco de sus piernas. Sus pechos, erguidos; sus vórtices, erectos... 


Maldije en todos los idiomas que conocía. No daba crédito a lo que salía de esos labios; lo que su lengua me estaba provocando. Mis manos se enredaron en su cabellera, haciendo que su boca comulgase con la mía. La mezcla de perfumes, de sudor y de sexo era el más potente afrodisíaco. Me fue natural querer lamer su seno, hundir mi rostro entre ellos y morder sus pezones. Ese aroma que desprendía su piel; la suavidad de sus manos sobre mi cuerpo; el sabor de sus pechos; el ritmo alocado de su corazón; la luz que desprendían sus ojos... Me dejé ir y ella se venía conmigo; una y otra vez. Ella había liberado un demonio y ahora debería domarlo o quemarse en su fuego. 

Se arqueaba y exudaba como si estuviera sometida a posesión. Clavaba los talones en el colchón, me presionaba hacia ella. Se elevaba exultante, totalmente entregada mientras sus dientes provocaban en mí esa necesidad de venganza. Dominar o ser dominada. Alzarse o sucumbir. Mis demonios y los suyos cabalgando en la misma consumación. Nuestras piernas abrazando al otro cuerpo. Nuestras bocas embebiéndose del sabor de la otra, las lenguas usurpándose el propio espacio... Las pieles ardiendo, las entrañas rezumando pálpitos húmedos, viscosos, dulces... Un solo giro y cayó bajo las fauces de mi fiera. Ella, conmigo a su alcance. Matemática perfecta. Sus sexo a la altura de mi boca. El mío calado por su aliento. Sus manos abriéndome. Las mías, clavándose... ofrecidas y ofrenciéndose al placer de sabernos nuestras, de disfrutar de nuestros cuerpos. Gozar de la carne de hembra, del sabor a mujer... Empapándonos sin nombrarnos, gimiendo y maldiciendo mientras nos impregnábamos de la otra camino de ese clímax que nos llevara al más profundo de los abismos y elevarnos sobre él para entregar a la otra el fruto logrado: El éxtasis, y nos quedamos juntas, gozando de la serenidad, luego de ese huracán que había arrasado con nosotras y con nuestro lecho.


Tengo el enorme honor de poder compartir la creación de estas letras con mi queridísima Alma, una amiga con la que compartimos muchas cosas desde hace mucho tiempo. Hemos creado juntas un bonito mundo de amistad y grandes sentimientos que han aguantado frente a todas las tempestades del mundo. Algo que no es sencillo pero, juntas y fuertes, aquí seguimos. Juncos a merced del viento pero que no se rompen. Así son los pilares que sostienes esta bella amistad.
Y me es tremendamente grato, que nuestras letras de presentación hayan  coincido.
Alma, millones de gracias por tanto, por todo y por más.

Dos estilos diferentes, dos formas distintas de expresarnos pero un sentimiento común que hemos aunado con todo nuestro cariño y entusiasmo en este texto que espero, esperamos, disfrutéis tanto como nosotras a la hora de escribirlo.
Os invito a visitar su blog:
 donde podréis deleitaros con esta entrada, a su manera, y con todas aquellas otras que le salen desde el alma.

martes, 7 de abril de 2020

Vestigio...


Ardo en este aquelarre de piel que me envuelve, 
sutil fragancia de fuego yaciente en la bocanada de tu aliento. 
Es el detonante de un bullicio prestado en su correr 
para ser investida por un sedimento que mece y estremece  
sin mitigar los cordales de tus manos. 

Ramada de ósculos que oscilan en la pendiente de mis aristas
a la cabalgadura de mis sienes palpitantes 
y al alabeo de mis simas henchidas. 
Al trepidar húmedo de mi hipérbole. 

Cimbrean en la vertiente de mi cuerpo 
con un zigzagueo profuso en vertiginosa depresión. 
Y nos volvemos de viento y marea 
en la cruz soslayada que nos imanta. 
Sostén de este eco desbocado 
que, peregrino por los humerales, 
profesa la rasgadura de mi silencio.

Auro / Mag



Para mí ha sido un verdadero orgullo poder contribuir en la construcción de este poema con una maestra de la retórica como es Auroratris, que nos encumbra en el placer de las letras. Mi Querida Auro, mi gratitud y admiración por tanto.

 Muchos ya la conocéis pero si no fuera así, os invito a pasar por su blog:  Consentimiento

miércoles, 11 de marzo de 2020

Encarnados...


Siguiendo el enigma de las sombras, 
dispuestas a perderse 
en los laberintos del pecado, 
un hálito cubre la desnudez de nuestras almas, 
una pasión que se enerva salvaje sobre ellas 
vistiéndolas de carne y latidos. 
Y nos hacemos vulnerables 
ante la apetencia suplicante 
que exalta la furia de las debilidades, 
cuando, azumbrados de deseo, 
comulgamos en el verbo de sentirnos. 
Somos de piel, de esencias, 
afán y rendición surcando claroscuros,
henchidos en la ventura 
y llevados por el fragor a la consagración. 
Exudados, anegados y redimidos, 
nos alzamos en el postrero suspiro que invoca 
esta sacra ofrenda de placeres clandestinos.




Encontrar un artista de versos con el que comulgar en letras sucede muy pocas veces.  Poder encuadrarlas dentro del misticismo sensual y del erotismo, todavía resulta más complejo.  Por ello no puedo menos que ofrecerle mi gratitud a Mi Estimado Dulce   por la oportunidad brindada a la hora de fusionar  nuestros  particulares  sentire s  y versos en este poema que hemos conjugado a cuatro manos.

Aunque por todos es conocido, no dejo de invitaros a visitarle y disfrutar de  su arte.
""El dulce susurro de las palabras"

viernes, 19 de agosto de 2016

Caía la tarde y afuera llovía torrencialmente. Una de esas tormentas de verano. Mi mirada se quedó clavada en las burbujas que las gotas hacen al chocar con el suelo, formando esos charcos en la terraza. Miré a mi espalda y seguía ahí, tumbado, desnudo, calmado… sabiendo que en su piel estaba el estigma de la mía. Respiré hondo y me sumergí en aquel último día que llovió.



Mi dedo siguió aquella gota, juntándose con otras, como se juntan los cuerpos que se encuentran en un denso abrazo formando un solo ser.

Me perdí en mis pensamientos y me abstraje tanto que no oí que se acercaba. Me sobrecogió su abrazo, el ceñirme entre sus brazos mientras mis recuerdos me habían llevado a mojarme, a sentir el burbujeo del deseo entre los labios de mi sexo.

- Hola -musitó a mi oído antes de besar mi hombro-. Ssh.... Soy yo. ¿Llueve?
- Ha empezado hace un rato.
- Me vuelve loco la lluvia... aunque no tanto como tú.

Sus manos bajaron por mi cintura, buscando el calor entre mis piernas... Me agité... Y, aunque no rechacé, intenté ponerle las cosas menos fáciles pero sabe bien cómo llevar la situación. Sus dedos colándose por debajo de mi ropa, rozando los labios henchidos de un deseo nacido de antes, la humedad que lubricaba mi coño... y si había alguna reticencia, desapareció todo cuando atrapé con fuerza su mano y sus dedos prensaban, entonces, mi clítoris.



Me vencí sobre la ventana, apoyando las manos como si fueran dos ventosas que me sujetaran. El frío del material contrastó con el intenso calor de mis manos. Mi aliento dibujó una nube en el cristal y mis gemidos me anularon la percepción de la lluvia. Abrí mis piernas al tiempo que inclinaba más mi cuerpo y notaba la presión de sus caderas en mi trasero. Un manotazo, un toque de alerta, y sus dedos se entintaron de mi humedad, de mi lubricidad tibia... Me sentí una yegua a punto de desbocarse más aún cuando tomó mi pelo en su mano, enrollando mi melena en el puño, obligándome a retirar la cabeza hacia atrás.
Su respiración era un látigo en mi cuello. Sus labios golpearon en mi cuello y sus palabras taladraron mi oído y mi mente:

- Voy a mojarte toda. Voy a follarte como nunca lo han hecho y desearás correrte pero no podrás hacerlo hasta que yo te lo consienta... ¿Está claro?- inquirió.

Aquello me hizo poner a mil. No suele tomar ese papel tan descaradamente pero cuando intentamos dominarnos el uno al otro, la pelea que sale es como un ciclón elevándolo todo, dos animales que no subyacen al otro... pero suelo acabar claudicando. Me gusta complacerle. Y lo sabe. En un hilo de voz salió un "sí" de mi garganta, sabiendo que no estaba segura de poder hacerle caso.


Aquel ritmo, aquella sensación de no poder controlar mis ganas. Sus dedos traqueteando en círculos sobre mi clítoris. Yo bailaba en su mano. Me ponía de puntillas. Golpeaba los cristales... Me rendía a sus caricias...
Sus movimientos se aceleraban. Yo me sentía empapada. Sudaba y él no paraba. Me besaba y mordisqueaba el hombro, el cuello; me obligaba a buscarle la boca, a comérsela de tal manera que su lengua era un látigo más.  Sus manos atrapando mis pechos, hundiendo los dedos, apretando con ellas.

Mis gemidos eran jadeos, sonidos salvajes de un cuerpo descontrolado. Pensé que iba a perder mi norte cuando se detuvo un momento. Me giró. Mi rostro quedó frente al suyo. Sus manos en mis nalgas, apretándolas, alzándolas y un ¡zass! que se perdió en aquel trueno que me estremeció entera.
Su sexo, erguido, luchando por salir de su clausura, y yo deseosa, con hambre, con todas las ganas sin poder ser contenidas... Mi cuerpo temblando, mi corazón reventando en el pecho, mi aliento saturado...; su mirada clavada en la mía... Y yo me sentía rendida, vendida, tan entregada que solo deseaba poseerle... Ya no ser posedía, ser más suya... Lo quería engullir, hacerlo gritar de placer... saberme y serle tan puta que fuera él quien perdiera todos sus nortes. Me veía desesperada e imagino, sé que él me veía así, pues aquella sonrisa dibujada en su boca me lo confirmaba. Sonrisa que me bebo... mientras él terminaba de desnudarse.



No podía esperar más y desabroché su pantalón, bajándolo. Su miembro estaba tan erecto, tan duro que palpitaba, vibraba y emergió entre la cremallera como un resorte hacia mi rostro. Incontenible mi deseo. Expuse mi cara contra él, empapándome de aquella sensación. Sus manos en mi cabeza, enredando los dedos en mi pelo, apretándome más contra él... ,y el móvil  sonando incesante en algún lugar de la cama.

- No lo cojas... Ahora no... -indicó con aparente autoridad.

Mi corazón latía fuerte, tanto que me dolía el pecho. Mi coño chorreaba y las ganas me desquiciaban y una polla ante mis ojos gritándome que la comiera...

Vi reflejado en la pantalla el nombre de Emme. Me sonreí. Le miré a él...

- Se me está ocurriendo algo...
- ¡Dios..., estás a explotar! ¡Ven!
Caía la tarde y afuera llovía torrencialmente. Una de esas tormentas de verano. Mi mirada se quedó clavada en las burbujas que las gotas hacen al chocar con el suelo, formando esos charcos en la terraza.
Me agarró por las caderas y cayó a mis pies, abrió mis labios. Sentí su lengua inundándolos. Gemí de gusto. Podría haberme corrido en ese mismo momento y dejar que me follara hasta sacarme el alma... Intenté calmarme antes de responder pero mi respiración sonaba acelerada mientras mi hombre me abría más las piernas y sepultaba mi coño a lengüetazos...


-¡Para! -musité-... Hola, Emme...
- Hola. ¿Estás en casa?
- Sí, si... estoy... ¿Por?- pregunté mientras mi maquiavélica mente empezaba a elucubrar. Él iba negándome. No quería que subiera pero yo la invité a hacerlo.
- ¡Eres una cabrona! -exclamó él, dándome una palmada en mi trasero que sonó más fuerte de lo que en realidad era.
- Mi amor, te haré un regalo especial... Ponte cómodo y espera...

Le besé la boca como si me fuera la vida en ello. Le besé la polla como el mejor de los tesoros. Volví a besarle los labios. Me puse las bragas y salí hacia el pasillo terminando de pasarme su camisa...

Sigue...


Este es un dueto realizado a mano con Alma, desde su blog "Místicos deseos... Elementales tentaciones",  Se trata de un viaje por un mundo sensual y erótico, explícito en el que ambas hemos disfrutado muchísimo describiéndolo y, ahora, compartiéndolo con todos vosotros.
Muchísimas gracias, Almi, por haber hecho de esta tarea un motivo más para permanecer cerca y un motivo de orgullo poder trabajar juntas, siendo solo el principio de mucho.

martes, 8 de marzo de 2016

Rey y Reina...

Toda Reina precisa de un Rey... Su Rey,
quien la proteja en todo momento... quien la guíe en lo preciso...,
quien le brinde fuerza y aliento, calor  y sostén...
Quien la tome de la mano y recorran Juntos así el camino como los desvíos.
Todo Rey precisa de una Reina, Su Reina.
Única porque no hay otra en su mente, en su corazón y en su alma.
Ella es tan de Él como Él lo es de Ella.
Son Entrega y Pasión,
Libres y unidos en la Ternura y el Respeto.
Ella en Él.
Él por Ella.
Consagrada en su altar,
Su Voluntad se hace carne,
y sus bendiciones colmadas con el digno beso en la frente.
Entre ambos sobran las palabras.
Ella sabe de Sus Deseos, Él de sus anhelos.
Y así, Enaltecidos,
son Uno para el Otro...,
Es Ella ,Reina y Señora... Él, Rey y Señor.



En colaboración con Feyd
Gracias.

martes, 17 de noviembre de 2015

A Ti, Nuestro Señor...

Ante Ti, de rodillas, Mi Amo y Señor,
marcada Tu Diosa como Tu más Fiel Sierva,
a tu siempre esclava voluntad,
prisionera del deseo de tus dominios,
obediente de tus más lujuriosas perversiones,
que me llevan al delirio del placer.
María

Aquí me tienes, digna de Tu Voluntad,
Mi Señor eres y a Ti me debo pues tuyas son
las marcas tatuadas en mis entrañas;
atada estoy a tus deseos, desatada de mis dominios;
desnuda en vergüenzas, perdidas las incertidumbres.
Tuya soy y en tu placer está mi gozo.
Mis límites son tus límites.
Yo

Me muestras a Tu Reina y Señora,
Dueña de tus deseos más fervientes,
incitándome a las más lascivas perversidades,
castigándome a la voluntad de tus deseos,
sometiéndome al dominio infernal del pecado,
y desde Ti descubrir el placer lésbico desconocido.

Soy yo, quien de tu silencio comprendo el juego
de hacernos nuestras pensando en Ti
Soy yo, quién del modo más impúdico,
asciende desde sus pies hasta su vientre 
arrastrando mi lengua en busca de sus aromas y jugos,
de esos que impregnen mi boca... 

Agitación acelerada de mis sentidos 
al escuchar tus ardientes palabras, Mi Señor,
contemplando ante las pupilas de mis ojos 
la auténtica belleza de Tu Sierva Reina,
desnuda, vendada y atada para ser usada por mí,
con húmeda ansiedad arranco sus botones,
dejando al descubierto la voluptuosidad de sus pechos erectos,
succiono de ellos hasta la saciedad de tu voluntad,
lamo con apetito sus labios, bebo a sorbos sus jugos,
con mis dedos penetro su cielo infernal,
arrancándola el placer entre gemidos,
mientras a gritos me pide: 
¡¡¡dame más!!! ¡¡más!!! ¡¡quiero más!!! 

Paciente aguardo mi momento entre los jadeos y gemidos,
y en los "más" que pido se esconde el fuego
ese que desvelará la dulce venganza de mi deseos,
más Reina y Señora soy, más no sierva de mujer.
Pero de Ti, Maestro, he aprendido de las perversiones y las paciencias,
y en mí has sabido despertar tacto y fusta, rueda y látigos,
pues sí soy acólita de tus designios y de tus enseñanzas.

Pruebo de los dedos de tu esclava los jugos de mi propio placer
y de ellos me embebo como el veneno que resucita a la serpiente.
Siento en las erectas atalayas de mis senos
la presión de sus labios.
Goza, gime y se excita la sierva mas ahora es su tiempo,
luego, al mío se someterá.

Y mientras nos observas sentado, Tú, Mi Señor, 
excitado al ver nuestros placeres más perversos,
ella más me implora, yo más la doy, más gimo,
y más inyecto en ella la lujuria que hay en mí,
toda la que Tú, Mi Señor, me provocas,
mientras de rodillas me inclino hacia Ti,
 te acercas adentrándote en mí alma de Diosa, 
a probar las mieles de mis labios desbordadas,
saboreando tu lengua hasta la última de mis gotas,
apartándote al suplicarte de rodillas Tu Reina y Señora,
la penetres con fuerza por detrás, 
embestida tras embestida, azote tras azote,
entrando y saliendo, saliendo y entrando,
gimiendo y jadeando exaltada entre alaridos y lágrimas,
profundamente enloquecida de placer por Tu Falo,
y yo de rodillas ante Ti, Mi Señor,
esperando la comunión de vuestra consumación,
pruebo de Tu Empuñadura vuestras mieles, 
con mi boca ardiente de Diosa,
hasta ser gemido en mi garganta.

Cohabitadas todas tus ganas en mí,
aún cuando jadeo y entre mis piernas discurre Tu Savia,
ese beso que me otorgas en la frente con tu hálito exaltado,
bendice mi entrega a Ti y, en respeto y humildad,
con gracia dada,  mi boca los pies te besa en pleitesía, Mi Señor.

Y mientras ella observa, deseosa de tu posesión,
erigida digna mi cabeza y mi mirada en la tuya,
Tú me otorgas los derechos sobre ella.
Santas y Maestras Tus Palabras, Mi Señor:
“Tú eres la Reina y Señora, doblégala para mí.
Ahora, ella a ti te debe obediencia…
Compláceme, Mi Sierva.”
Y en mi mano entregas la fusta de castigo,
dándote las gracias por ello.
Diestra mi mano, perversa mi mente,
consentida soy.


Entregada Tu Diosa a Ti, Mi Señor Amo, 
Tu Más Dócil y Dulce Sierva, 
Esclava de tus más perversos placeres,
en ella me entrego por Ti, Mi Señor, 
en alma, cuerpo, mente, piel, y latido,
complaciéndote hasta mi último aliento, 
para ser usada a tu antojo y capricho,
dominada por ella para satisfacer tus deseos,
en esta lujuria que me desgobierna
y me desata de inmenso placer;
a ella me entrego en obediencia por Ti, Mi Amo,
Todo y Más por Ti, Mi Dueño y Señor,
esperando de ella la fusta de castigo,
siendo para mí la del gozo consentido.

 
Y tú, su sometida, te inclinas sobre la mesa
 con la sola orden de mi mirada.
No necesitas Su Aprobación.
Nuestro Señor te ata cómo solo Él sabe, cómo Él desea.
Cuerdas que te amarran, que acrecentarán tu obediencia.
A tu postrera me sitúo y
la fusta vuela en el aire pero solo acaricia tu piel,
Suave, calmada, precisa… se desliza sobre ella,
y Nuestro Señor, de pie ante tu cuerpo, nos observa.
La fusta baila en el aire, silba la melodía que alaba tu piel
y se estrella kamikaze sobre tu cuerpo.
Te estremeces y sin compasión,
pero como me ha enseñado Él,
te rozo la piel una y otra vez
hasta que tus lágrimas desbordan tus ojos
y tu piel reclama benevolencia…
Y la obtiene cuando Él, Tu Señor y el Mío,
se acerca y eleva tu rostro.
Te ordena y abres la boca
para sentir en ella la mordaza que se anuda a tu nuca
y ahoga tus gemidos.
Seguro Él, se acerca hasta mí, dejándome a Su Diestra.
Palmotea tu carne enrojecida y te contraes,
antes de sentir la embestida salvaje de su hombría,
de su dote…  abriéndote las carnes
Y reclama mi atención.
Clava su mirada en mí…
Y en mi frente y en mis labios recibo la bendición de su boca.

Y yo, Tu Sierva, entregada adorándote y rendida, 
a Ti, Mi Señor, en esta ferviente placentera agonía,
profundamente sintiéndote gozarme glorioso, 
eyaculas tus aguas benditas encima de mis nalgas, 
bautizando mi piel sedosa de Diosa, 
sellando en ellas, con tus labios, Tu Nombre.


En colaboración con María Perlada





La táctica del Pecado es enredarse hasta hacerte sucumbir.

La táctica del Pecado es enredarse hasta hacerte sucumbir.
Llegar al final tiene su interés. Puedes sorprenderte con sus pasos.