Te acercas insolente, protegido entre las sombras de la noche, desviando tus claras intenciones bajo el velo de una sonrisa, pero sé que solo quieres una cosa: clavarte en mí como una estaca entre las carnes blandas. Es tan clara tu oscuridad que tanto te delata como ennoblece.
Vienes a mí como si todas las huellas, todos los rastros perseguidos encaminasen a mi sexo. Como un león hambriento, como un vampiro con sed de sangre, me respiras desde esta distancia que nos imita.
Quieres lamer y relamerte, comer y paladear, saborear y degustar, disfrutar, poseer y utilizar, gozar, deleitarte en el ocaso de mi entrepierna como la mejor de tus presas en la mejor de tus cacerías; hartar tu sed con mi lluvia, saciar tu hambre con mi carne.
Sin palabras, porque las palabras están huérfanas y vaciadas, gemidas y envalentonadas; suplicadas como arrullos y escupidas como lumbre en un tiempo que no es tuyo ni mío. No son precisas para llegar hasta mis pies ni para encumbrarme en el reino de tus cielos. Las abandonamos cuando las pieles hablaron, cuando el íntimo roce de nuestros deseos fornicaron la calma. Y esos silencios, embebidos de deseo, de fuego, te han conducido hasta el cruce de mis piernas.
Me tienes ante ti. No cómo tú quieres porque tú me deseas desnuda, en imagen de carne y hueso, en sentimientos descarnados en hálitos, olores y emanaciones; con mi sexo, dominado y consentido, ese que tanto has detallado con tus dedos, tu boca y tu libídine, dibujando en él una dulce fantasía en perfecta combinación de rectas y curvas, de luces y sombras; ofrecido a ti, bautizado y embebido, sacralizado en Pecado.
Y sé que te apetezco, que me quieres para entronizarte…, para investirte en Dueño y Señor de un cuerpo cuyas huellas has seguido, cuyos pasos has olfateado y, ahora, ahora que estás aquí, alzas la cabeza entre los pilares no acerbos que contiene mi boca vellida, postrado bajo mi mirada; ante mí, que no soy ni diosa ni mártir ni virgen... sino, como balbuceas, muy perra, como debe ser Tu Ramera, consagrada para bendecirte.
Como conmemoración del 12 aniversario del blog de Mi Estimado Dulce, El dulce susurro de las palabras, he aquí que dejo esta ofrenda como símbolo de amistad y cariño para cumplir así su desafío de «Dulce fantasía».
¡Feliz aniversario!