Siento el misterio de mi silencio,
el palpitar de mi pulso bajo un camino entrecruzado de espirales.
Mis ojos,
bajo el yugo libre de una seda,
desdibujan la oscuridad
para pintar un halo de suspiro,
un racimo de anhelos
y la tibia caricia de unos labios que se hienden entre mis costuras
como un hilván de carne y sentido.
Clama el cielo una estela nívea de luz transparente
coronada de aristas que horadan mi piel
y la descarnan de mi calígine primigenia.
Me enfundo,
fugaz y sublime,
en el placer suculento de una mandrágora
para morir en el sepulcro de una boca que liba la profundidad de mi cáliz.
Con esta entrada celebro mis diez años en la red, al menos desde que di inicio al Pecado. No sabía muy bien cómo empezar a dar el primer paso, sin demasiadas expectativas y sin proponerme una meta más allá de mi propia satisfacción personal. Todo empezó como una especie de juego para convertirse en algo muy serio donde he podido evolucionar
y convertir mi inspiración en Ser y Sentir.
La mayoría de las veces escribo algo criptica, dando rienda suelta al más puro designio que me amparan los musos, dejándome llevar como en una posesión. Pero sí sé dónde me encuentro, y es entre un grupo de personas con las que tenemos más de un punto en común que se sintetizan en un puñado de letras que se visten y desvisten.
Muchísimas gracias por todos estos años a mi lado y por los que han de venir.
Juntos, pasito a pasito, desnudando Esencia, recobrando Sentido, dibujando Placer.
Encumbrando el Pecado hasta el grado de glorificarlo.